viernes, 31 de mayo de 2013

Decimoctava. La de Adolfo. Ni más ni menos que una tarde (muy grande) de toros / Por José Ramón Márquez


 Marinero, el toro
(Aplaudido por su lidiador en el arrastre)

José Ramón Márquez

La verdad es que desde el día 12 de mayo que se vio la corrida de Pichorronco, no veíamos más toro en Las Ventas que ése que está puesto como veleta encima del reloj. Afortunadamente, cuando faltan dos días para que se acabe la Feria, hoy, por fin, volvió el toro a la Plaza de Toros. 

Que nadie se crea que cuando se dice el toro se está diciendo otra cosa que ese animal cuya presencia mete miedo, cuya presencia dice: «No vengas cerca de mi»; al decir toro nos referimos a ese animal que no entiende de arte, ni falta que le hace, pues lo suyo es infundir respeto y no andar preocupado con ruidos estéticos. Seis toros de Adolfo Martín, hoy en Madrid, que se fueron al desolladero con las bocas cerradas, y no hay nadie de los que hoy han estado en Las Ventas que pueda decir que le ha visto la lengua a alguno de ellos. Seis toros listos, cambiantes, que se enteraban perfectamente de lo que pasaba alrededor, de que había un truco tras ese paño rojo que se movía o de que dos señores iban de conversación paseando despreocupadamente por el callejón. El toro de lidia retornó hoy a Madrid, en suma, imponente, para poner en evidencia que eso es precisamente lo que se nos hurta constantemente.

La corrida que Adolfo Martín trajo a Madrid fue seria y bien presentada. Toros herrados con los guarismos 7, 8 y 9, de los que alguno blandeó y que, en general, fueron remisos a acudir al cite de los picadores. Y aunque la corrida no fue pronta al caballo, todos ellos hicieron su pelea sin salirse sueltos de la suerte y hubo dos que incluso derribaron. Toros de Adolfo,  muy cambiantes, que pedían el carnet de identidad, inhábiles para las moderneces. Dos nombres para echar a volar la imaginación, Malagueño, número 29, que nos trajo el imborrable recuerdo de aquel Malagueño II de hace diez o doce años, y Aviadorito, número 96, con igual nombre de pila que aquel que mató Rafaelillo en Madrid hace un par de años, que tanto terror infundió y que cogió fuertemente a Daniel Mora. La corrida fue interesantísima por lo cambiante del comportamiento de los toros durante su lidia, por lo bien criados de los toros y por esas impresionantes cabezas.

Y lo que nos han proporcionado estos toros de Adolfo Martín ha sido simplemente una gran tarde de toros, especialmente porque cuando hay un  toro en la arena no se puede (ni se debe) apartar los ojos del ruedo, pues siempre existe la posibilidad de que ocurra algo. Y es que además de toros ha habido toreros, que eso es ya una conjunción astral digna de ser estudiada por algún esotérico. Con los de la V metida en un panal se atrevieronAntonio FerreraJavier Castaño Alberto Aguilar, que venía en sustitución de FandiñoGloria a ellos por no rehuir su responsabilidad de toreros en anunciarse con una corrida como ésta de hoy y vilipendio para esas florecillas de invernadero que guarecen su inanidad tras las patas de la descastada consanguinidad juampedrera, cuyos productos de toda laña que atestan las dehesas, son vendimiados cansinamente en tediosa exclusividad por los cuatro nombres que todo el mundo tiene en mente.

Ferrera presenta actualmente sus credenciales de torero asolerado, pues ya lleva dieciséis años de matador de toros. El año pasado me gustó en la concurso de Valverde del Camino. El pasado 2 de mayo, el día de los disfraces de Cornejo en que se estrenó el torilero barbudo de tan efímera vida, estuvo muy entero y firme con un toro complicado, y hoy le pondría a su actuación un aprobado alto, lo primero por anunciarse con lo de Adolfo, lo segundo porque estuvo toreando de capa con conocimiento y al segundo de su lote le dio una serie de verónicas, andando hacia adelante, de gran mando y hondura; lo tercero por dos de los pares de banderillas que puso, uno por los adentros de gran exposición y otro al quiebro en el que dio muchísimas ventajas al toro, dejándole prácticamente parado con el quiebro, del que el torero salió andando como si viniese de echar la Primitiva; y lo cuarto por la perfecta ejecución de la estocada a su segundo, Baratillo, número 106. Si además sumamos lo atento que estuvo a los avatares de la lidia y cómo se propuso y consiguió dar espectáculo, la actuación de Ferrera ha sido, en su conjunto, muy interesante.

Javier Castaño se ha propuesto dar el espectáculo completo de la lidia de principio a fin. Por eso es uno de los toreros que siempre se desea que aparezca en los carteles, pues su nombre es garantía de variedad. A la esmerada brega de Marco Galán y a los excelentes pares deDavid Adalid Fernando Sánchez, se une la presencia deTito Sandoval para demostrar la evidencia de que para ser un buen picador hay que saber montar. Parece una perogrullada, pero es la verdad, que Sandoval es capaz de hacer cabriolas con un caballo guateado y hasta se te olvida que el aleluya va cubierto con ese antiestético estorbo de las  faldillas.

Alberto Aguilar ha sido víctima de los malos consejos, del apresuramiento o de la inexperiencia. Alentado por los cantos de sirena que se lanzan desde la sobrepuerta de arrastre guarecida por un toldo con mando a distancia, se pilló la sustitución de Fandiño en una apuesta de riesgo que perdió, pues la corrida de hoy le dejó bastante al aire sus defectos y no sirvió para resaltar ninguna de sus virtudes.

APËNDICE  SOBRE LA SUERTE DE VARAS
Toda la belleza de la suerte de varas ha estado hoy presente en Madrid. La manera de mover el caballo de Sandoval, la firme convicción de que el  toro acudiría, la dosificación del castigo para ahormar al toro, y no para aniquilarle, el ver a un hombre toreando con el caballo que tantas tardes hemos visto como amorcillado y mustio, es una demostración irrefutable de lo que nos hurtan unas doce veces por corrida cuando un tío aburrido de la vida pone al caballo atravesado, agarra la vara del extremo y espera a que el toro acuda al cencerreo del estribo para cebarse con él a modo.

APÉNDICE SOBRE CUADRILLAS
Hartos estamos de ver a los que se enseñorean del escalafón llevar unas cuadrillas de pena. Es lo lógico cuando el bicho al que te enfrentas va de Jandilla a Cuvillo pasando por el Montecillo, qué más da el peonaje. Cuando prácticamente te matas la camada de Miura como hace Castaño, llevar una buena cuadrilla es pura cuestión de supervivencia, pero lo de Marco Galán, David Adalid y Fernando Sánchez es un lujo, un regalo al aficionado que sirve para resaltar de manera precisa el trozo de espectáculo que se nos hurta cada tarde.

APÉNDICE SOBRE JAVIER CASTAÑO
La faena de Javier Castaño al toro Marinero, número 7, es la mejor faena que se ha visto en lo que llevamos de Feria. No podemos hablar de una faena completa, pues tiene sus altibajos. Se forma a base de ir confiándose con un toro que daba pocas facilidades para confiarse con él y con la idea de tratar de hacer el toreo. No siempre lo consigue Javier Castaño en su faena, a veces pierde pasos porque es muy comprometido mantener la posición, pero en los momentos en que se queda y tira del toro consigue muletazos de una gran pureza y mando. A veces el toro le sorprende lanzando un tremendo derrote, que el torero aguanta con entereza, a veces el torero tira del toro y le saca un profundo natural. Faena imperfecta y emocionantísima.

APÉNDICE SOBRE  BARATILLO
Baratillo, número 106, cárdeno oscuro, bragado, meano, cantó desde su salida a la arena sus virtudes. Su embestida larga fuerte y vibrante hizo presagiar lo mejor porque embistió con codicia y humillando por los dos pitones. Creo que para mí el momento de más emoción que he vivido en esta feria que toca a su fin ha sido cuando Baratillo empujaba con fuerza y fijeza y con el rabo levantado al guateado del penco que montaba Alonso Sánchezque le sujetaba con la puya en su primer encuentro. En un momento dado, el toro se para un momento, toma fuerzas y con un impresionante esfuerzo de los riñones levanta al sofá cama y al tío que iba encima y derriba con guapeza sólo a base de fuerza, casta y coraje.

La segunda vez que se pone al toro al caballo se ve bien a las claras que el picador no desea que el toro se le venga a la distancia que se le había colocado y utiliza todos los trucos a su alcance para hacer ver que el toro no va. Ferrera le indica en dos ocasiones lo que debe hacer, pero las trazas de Sánchez son las de quien no quiere verse en el trance que le ponen. Como el toro es tardo, acaban cerrándole un poco y cuando acomete al penco le mete un lanzazo en cualquier sitio.
El toro cambia por dos cosas, la primera porque en un momento en que el toro se vence hacia los peones y los matadores, Aguilarle da un espantoso capotazo rematado por arriba, que el toro acusará más adelante. En segundo lugar porque Ferrera hace el tercio de banderillas muy largo, lo cual no es beneficioso. Como resultado de todo lo anterior, el toro llega aplomado a la muleta sin la alegría del principio y queda la sensación de que nada de lo que se le ha hecho ha sido a favor del toro.

Javier Castaño, el torero
***


Feria de Córdoba: Puerta de los Califas para un gran José Luis Moreno


El torero cordobés cortó las orejas del cuarto de La Palmosilla
Puerta de los Califas para un gran José Luis Moreno 
  • José Luis Moreno ha salido a hombros por la Puerta de Los Califas de la plaza de toros de Córdoba tras cortarle las dos orejas al cuarto toro del festejo.
  • El Cid, que paseó un trofeo del quinto.
  • Daniel Luque, que perdió premio con la espada.
 Tras el brindis.....¡a torear! 
/Fotografías La Loma/

En su primero el diestro cordobés basó su faena por los dos pitones, mostrándose voluntarioso y dejando algunos naturales de buena factura. Mató de estocada tendida y tras petición insuficiente y recibió una gran ovación una ovación. El cuarto, de excepcional nobleza, tuvo medidas las fuerzas. Muy firme y templado anduvo con él Moreno en una faena por ambos pitones con pases largos y profundos. La pureza y el clasicismo del toreo afloró en el empaque de José Luis Moreno.- Mató de buena estocada y consiguió dos merecidas orejas con las que dio una clamorosa vuelta al ruedo. Los cordobeses han vuelto a ver torear.....

Córdoba, jueves 30 de mayo de 2013. Toros de La Palmosilla. El 2º fue devuelto por inválido y sustituido por otro del mismo hierro. Nobles y de escasa fortaleza en conjunto. El mejor fue el 4º, de extraordinaria nobleza, y el buen 5º. JOSÉ LUISMORENO: Ovación con saludos y dos orejas; EL CID: Ovación con saludos y oreja; DANIEL LUQUE: Ovación con saludos y ovación con saludos tras aviso. Entrada: media plaza.











 El Cid


 Daniel Luque

El Boni

Feria de San Isidro: Emocionantísima tarde de toros / Antonio Lorca


El diestro Antonio Ferrera en su primer toro durante el vigésimo primer festejo de la Feria de San Isidro. / ÁLVARO GARCÍA

"...Por cierto, se preguntaban en el tendido, ¿si lo hemos pasado tan bien con toros de verdad, bien presentados, encastados y dificultosos, por qué nos engañan todas las tardes con los juampedros? Ay, amigo…"

Emocionantísima tarde de toros

  • El festejo duró dos horas y media y nadie se aburrió
  • Solo se cortó una oreja, pero quedó la sensación de que se había vivido una corrida histórica

Antonio Lorca / El País 
Una tarde no apta para cardiacos; inolvidable y emocionantísima. Hubo toros, factor primero, de preciosas hechuras, serios, con cuajo, descarados de pitones astifinos; toros musculados, de mirada desafiante, encastados y dificultosos en todos los tercios. No sobrados de fuerza, hicieron una desigual pelea en varas, a excepción del corrido en sexto lugar, que acudió tres veces al caballo del excelente picador Tito Sandoval, que se ganó una de las grandes ovaciones.

Hubo toreros de una pieza. Antonio Ferrera estuvo hecho un tío, torerísimo toda la tarde, y se subió a la cumbre por su valentía espectacularidad, imaginación y capacidad lidiadora. Una de las corridas más completas de este torero en Madrid, que lo reconoció como gran figura del toreo. Javier Castaño hizo una faena extraordinaria a su segundo, cimentada en la mano izquierda, y un ramillete de naturales fueron sencillamente grandiosos. Y Alberto Aguilar tuvo peor suerte con su lote, pero estuvo a la altura que de él se esperaba, valiente, entregado y decidido.

Y hubo más: dos toreros de plata, David Adalid y Fernando Sánchez protagonizaron dos tercios de banderillas inconmensurables. Desde la más clásica ortodoxia, colocaron seis pares que merecen figurar en un cartel de toros.

En conclusión, que el festejo duró dos horas y media y nadie se aburrió. Que solo se cortó una oreja y quedó la sensación de que se había vivido una corrida histórica. Es que cuando hay toros y hay toreros…

Antonio Ferrera llegó a Las Ventas en la plenitud de un triunfador. De otra manera no se puede entender su encomiable disposición, su perfecta colocación, su inteligencia en la cara de los toros, su variedad y, por encima de todo, su saber estar. Ferrera alcanzó la cumbre, su cumbre, la que pueden y deben alcanzar los héroes.

Su primero era un tío, de enorme presencia, al que le puso un par de banderillas por los adentros que levantó al público de sus asientos. Pegajoso, soso y sin codicia en la muleta, Ferrera dictó una lección de pundonor y lo obligó a embestir, siempre con la muleta retrasada, eso sí, pero metido entre los pitones, sin perderle la cara y aguantando parones de miedo. Ferrera fue largamente ovacionado porque dignificó la torería. Y la culminación le llegó en el cuarto. Lo recibió con apasionadas verónicas. Dirigió a la perfección la lidia en el tercio de varas, dejando al toro colocado en el lugar adecuado y haciendo oportunas observaciones al piquero. Después, se sirvió del capote para banderillear. Tras colocar al toro en suerte, dejó la tela, de pie, en el centro el ruedo, y el torero se mostró parsimonioso, variado e imaginativo en tres pares de categoría, entre lo que sobresalió uno al quiebro por los adentros, que cerró con un desplante rodilla en tierra. Como casi todos, el animal no colaboró en el tercio de muleta, el torero se mostró dominador y lo mató de una estocada ejecutada a ley. Una tarde gloriosa la de Antonio Ferrera.

Javier Castaño sufrió una herida en el primer dedo de la mano derecha cuando muleteaba al bronco y deslucido segundo; pasó a la enfermería, de donde salió para matar a su segundo, lidiado en sexto lugar. Otro toro de museo. Guapo de verdad.

El gran picador Tito Sandoval explicó en una lección interesantísima cómo se debe picar un toro, cómo llamar su atención, cómo hay que mover el caballo, cómo darle el pecho, clavar la puya en el sitio justo y medir el castigo. Hasta tres veces acudió de largo Marinero, aunque no hizo una pelea propia de su acometividad. En la muleta, noble y soso, permitió que un arrebatador Castaño dibujara un manojo de naturales largos, hondos, emotivos, hermosos y perfectamente abrochados con el de pecho. La faena fue ganando en intensidad al tiempo que el torero se cruzaba entre los pitones y trazaba los muletazos que parecían imposibles. Mató mal y la vuelta al ruedo fue apoteósica.

Dicho queda que no tuvo opciones Alberto Aguilar, que volvió para sustituir al lesionado Fandiño. Lo intentó en todos los tercios, y hasta tres templados naturales le robó a su primero, sin clase ni recorrido. Y el segundo, tan reservón como los demás, le perdonó la cornada.

Y que no se olvide la gesta de David Adalid y Fernando Sánchez. Quede claro que es difícil banderillear mejor. El segundo de la tarde se paró en los medios y hasta allí llegó Adalid, cuadró en la cara y dejó un par en todo lo alto; y va Fernando, se acerca al toro andando con chulería, las manos bajas, y dejó un par de época. Y un tercero de su compañero, con un desplante final, a dos metros del toro, que compuso una imagen desbordante de torería. En el otro, nueva exhibición de esta pareja: Otra vez, dejándose ver Adalid, ganándole la cara al toro con lentitud, cuadrando en la cara, levantando los brazos y clavando en la cruz; otra vez los andares despaciosos y toreros de Fernando Sánchez, la plaza arrebatada por la emoción, y un instante final que sonó a ráfaga histórica.

Por cierto, se preguntaban en el tendido, ¿si lo hemos pasado tan bien con toros de verdad, bien presentados, encastados y dificultosos, por qué nos engañan todas las tardes con los juampedros? Ay, amigo…

Plaza de Las Ventas. 30 de mayo. Vigésimo segunda corrida de feria. Casi lleno.
Martín/Ferrera, Castaño, Aguilar

Toros de Adolfo Martín, de excelente presentación; especialmente los corridos en primero y sexto lugares, aplaudidos de salida; cumplidores en los caballos; el sexto acudió tres veces de largo, aunque no hizo una gran pelea. Encastados, sosos y con dificultades en el tercio final.

Antonio Ferrera: estocada (gran ovación); estocada y un descabello (oreja).
Javier Castaño: casi entera trasera y atravesada (silencio); dos pinchazos _aviso_ y un descabello (vuelta).
Alberto Aguilar: estocada (ovación); tres pinchazos, media _aviso_ y un descabello (silencio).

Ponce / Por Ignacio Ruiz Quintano


San Isidro del 89
En el principio ya éramos de Ponce



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Enrique Ponce ha pasado por San Isidro para presentar un libro, que, tal como están la literatura y la tauromaquia, constituye un acto más bizarro que hacer el paseíllo en Las Ventas.

El libro de Ponce es la vida de Ponce, que en los toros ya es la más larga, pues con Ponce en la tauromaquia empieza a pasar lo que en la literatura con Azorín (otro levantino víctima de la “facilidad”), de quien Marañón iba por ahí diciendo que si tenía tanta vida era porque nunca la había gastado.

¡Y cómo se parece (físicamente) a Azorín el abuelo centenario de Ponce!

Ponce vino como los césares: con biógrafo, Amorós, y con Nobel, Vargas Llosa, que dijo que su libro taurino preferido es la vida de Belmonte contada por Chaves Nogales, que no fue ni libro (folletín) ni taurino (taurino es “El torero Caracho”, de Ramón Gómez de la Serna), aunque regale una estampa gay, ese Belmonte campero toreando corito a la luz de la luna bajo una encina, que enardece al lector moderno, ayuno de encina.

Ponce, el de los casi 4.444 toros, asoma por su libro con ojos de un verde que para sus toros los hubiera querido Fernando Villalón, y en eso tenía yo la imaginación cuando Dámaso González, ¡fuera corbatín!, ¡marchando otra de Alonso Moreno!, cruzó el salón.

Ponce es (de veras) el torero poderoso por excelencia, pero de una excelencia que le hubiera permitido ser figura en todas las épocas de la tauromaquia.

Sepan los “hestetas” del falso poderío que en abril del 91, con diecinueve años, Ponce y Rincón lidiaron la de Cuadri en Madrid. Fue, dice Rincón, su forma de decir lo alto que querían llegar los dos. Y luego, la llamada a Rincón para un mano a mano en Linares por el cincuentenario de Manolete… con Miura.

–Mi respuesta fue negativa: no era una invitación a una comida o a una noche de parranda.

Armillita, que lo acompañó con Litri aquella tarde, se despidió de Ponce con un “maestro, la próxima… en el centenario”.

Y puede que allí esté Ponce.
***

GRANADA: Faena cumbre de Ponce en la feria del Corpus



La faena al cuarto fue cumbre. Ponce cortó las dos orejas de Holandero, toro con clase con el que el maestro entró en trance artístico. Variedad, inspiración, improvisación y gusto en una faena que puso al público en pie. Coronó su brillante quehacer de una gran estocada.

Granada, jueves 30 de mayo de 2013. Toros de El Pilar y uno (5º bis) de Parladé. Bien presentados y de mejor nota los jugados en 4º y 2º lugar. ENRIQUE PONCE: Silencio y dos orejas; JOSÉ MARÍA MANZANARES: Oreja en ambos; ALEJANDRO TALAVANTE: Silencio en los dos. Entrada: Más de tres cuartos. Saludaron en banderillas en el quinto Juan José Trujillo y Luis Blázquez.

'SAN ISIDRO': LA PLAZA EN PIE / Antolín Castro.-


"...Hoy nada de ese aburrimiento, hoy nada del aplauso fácil, hoy nada de cursilerías, hoy habían toros, con desigual presencia y juego que todo hay que decirlo, y había toreros dispuestos a ponerse delante de ellos, con gallardía, con valor, con torería. No crean que es poco, eso de la torería no lo habíamos visto en toda la feria; valor y gallardía sí, pero es que hoy había toreros a pie, a caballo, matadores, subalternos..." 

LA PLAZA EN PIE
  • Es recuperable la fiesta, quizá programando de esta manera: las figuras y sus toros a Aranjuez y dejar que a Madrid vengan los toros y los toreros, que son la base de la Fiesta.
  • Antonio Ferrera se llevó una oreja por una actuación lucida en el cuarto de la tarde.
Antolín Castro.-
S.I. No había figura alguna en el cartel, no se lidiaba corrida de las llamadas comerciales, había competencia cercana, a cincuenta kilómetros, en Aranjuez, con las máximas figuras y ganadería al uso de ellas, pero Las Ventas se llenó en la esperanza, habían anunciado toros y toreros nada menos, de que se pudiera recuperar parte del crédito perdido.

Estamos seguros que muchos desertaron marchando hasta Aranjuez, pero sus puestos fueron cubiertos por quienes creen que era una de las tardes señaladas en el calendario para ir a los TOROS, así con mayúsculas. Allá cada cual con sus preferencias, pero hoy se ha mostrado la Fiesta en plenitud y en nada se ha parecido a lo que llevamos visto en tres semanas. O, para ser exactos, no se ha parecido en casi nada.

Hoy nada de ese aburrimiento, hoy nada del aplauso fácil, hoy nada de cursilerías, hoy habían toros, con desigual presencia y juego que todo hay que decirlo, y había toreros dispuestos a ponerse delante de ellos, con gallardía, con valor, con torería. No crean que es poco, eso de la torería no lo habíamos visto en toda la feria; valor y gallardía sí, pero es que hoy había toreros a pie, a caballo, matadores, subalternos y, hasta nos ha parecido que areneros y vendedores de cerveza hacían todo desde la pureza ¡cosas que proporciona el estado emocional de una buena tarde de toros!

Castaño y su cuadrilla de apoteosis, Tito Sandoval otra apoteosis

Por un puntazo en la mano derecha hubo de pasar Javier Castaño a la enfermería, con una lesión en el pulgar y la musculatura abductora que queda pendiente de estudio radiológico, se corrió turno para darle tiempo y así lidiar el 5º, de nombre Marinero, en último lugar. Ni sacado de un guión, pues se dejó para el final el plato fuerte de la corrida. La apoteosis de los tres tercios, el espectáculo en plenitud, la locura… y si no se cortaron orejas buena parte de culpa la tiene esa lesión en la mano de matar que hemos citado.

El toro de Adolfo, por el que apostaba nuestro compañero José Luis esta mañana, solo tuvo un defecto, el de tardo, y aún así tuvo fijeza y bravura para acudir tres veces al caballo cabalmente montado por ese fenómeno llamado Tito Sandoval. Extraordinario tercio de varas que nos reconcilia con su autenticidad y belleza. Siempre todo dirigido por Castaño, el guardián de la lidia completa. La plaza se puso en pie para ovacionar al piquero, único al que esto le ha sucedido en la feria.

Después vendrían las banderillas, con otros dos toreros de plata, pero toreros por encima de todo. David Adalid y Fernando Sánchez, que ya habían saludado en el primero del salmantino, repitieron y mejoraron su labor rehiletera. La ovación echaba humo con toda la plaza puesta en pie.

Cuando Castaño cogió la muleta, con la montera calada, se presagiaba algo grande y así transcurrió la faena, emocionante, vibrante, cabal, las embestidas de Marinero, intermitente, remiso y tardo como hemos dicho, echaban el freno al frenesí de la plaza, pero alcanzó tal calidad el toro y el torero en su trasteo, con muletazos al ralentí y de gran profundidad que pareciese que la plaza pudiera hundirse. Dos pinchazos desinflaron la petición de trofeos, pero no la burbuja en la que habíamos guardado la belleza de la lidia al completo. Gracias a un maestro que disfruta dejando que se vea torear a su cuadrilla, a caballo y a pie. Le obligaron a dar una clamorosa vuelta al ruedo de esas para no olvidar. 

La lidia... algo más que una muleta’, conferencia que protagonicé con ellos este invierno, fue puesta en escena y se pasó de la teoría a la práctica en la plaza más importante del mundo. Casi ná.


Antonio Ferrera se llevó una oreja por una actuación lucida en el cuarto de la tarde. Un torero muy recuperable que ha experimentado un cambio en positivo. Discutida por unos cuantos no merma su actuación en este festejo, estando muy entregado con capote y banderillas, y además ha hecho con acierto de director de lidia en apoyo de sus compañeros en todo momento, algo inusual hoy en día. 

Alberto Aguilar, que sustituía a Fandiño, no pudo lucir como sus compañeros, en parte por haberse llevado el peor lote y en parte por la mala actuación de su cuadrilla, que en nada le han favorecido. Eso sí, ha dejado claro que no estaba allí por enchufado, actuando con auténtica dignidad.

Para poder ofrecer en espectáculo así hay que reconocerle al ganadero, Adolfo Martín, su afición y dedicación al toro.

Es recuperable la fiesta, quizá programando de esta manera: las figuras y sus toros a Aranjuez y dejar que a Madrid vengan los toros y los toreros, que son la base de la Fiesta. Para poner una plaza en pie varias veces a lo largo de una tarde, nada dicen los libros de la historia de la tauromaquia, sobre que para celebrar festejos con plenitud y autenticidad hacen falta las figuras, cuyo sitio debe estar en la decoración de las vitrinas. Pueden venir a Madrid, sin sus toros de cámara, ofrecer una tarde sin ventajas, dejar que transcurra la lidia plenamente y les concederemos el título de toreros, retirando lo dicho de las figuras.
***

jueves, 30 de mayo de 2013

Vargas Llosa y Enrique Ponce



El Nobel de Literatura presenta el libro del diestro valenciano en el Club Siglo XXI en Madrid


Vargas Llosa, sobre Ponce: 

"No sólo se le admira por lo que hace, se le quiere por lo que es"


FERIA DE CÓRDOBA: Vanegas y "El Rubio" a oreja por coleta.


Vanegas cortó una oreja y pudieron ser dos
/Fotos La Loma/

Un nutrido grupo de venezolanos pudieron vibrar aye ren el Cosos de los califas viendo la gran actuación de su paisano Manolito Vanegas, sobrino del matador César Vanegas, que se mostró como un novillero cuajado y de muy buenas condiciones para hacer el toreo en todos los tercios de la lidia, derrochando valor y decisión a raudales que le convierten en una gran esperanza para la Fiesta en Venezuela.


Destacan Vanegas y 'El Rubio'

Cortan una oreja cada uno

Córdoba (España). Manolito Vanegas y José Antonio Alcalde han cortado una oreja en la novillada de promoción sin picadores que se ha celebrado hoy en el coso de los Califas de Córdoba y que sirve como prólogo de la parte fuerte de la próxima feria de la ciudad andaluza que comienza mañana. Se lidió un encierro de Eliseo Morán, de juego desigual y de peor condición el lote de Romero Campos, que se fue de vacío.

Coso de los Califas (Córdoba).
Un cuarto de entrada. Erales de Eliseo Morán. Manolito Vanegas, vuelta al ruedo y oreja; José Antonio Alcalde 'El Rubio', vuelta al ruedo y oreja y Romero Campos, ovación y ovación.

para ser torero lo primero...es parecerlo
 Buena actuación de José Antonio Alcalde "El Rubio" 
Romero Campos, con el peor lote, ofreció valor y sentido del temple







RAMGUERTAURO SL

Decimoséptima. La de Jandilla. Otra merendilla con Matilla / por José Ramón Márquez


La escobilla de Jandilla
Corrida de Empresa, con El Fandi de Matilla y el Luque de Simón Casas


José Ramón Márquez
Nos vamos a Las Ventas con menos espíritu que un lumiago, que entre las trazas de tarde que se están poniendo y el bendito cartel, con la repetición por méritos propios de la eminente vacada de Jandilla, qué merendilla, la cosa pinta de pena. Para que luego digan, que la afición es tan rocosa, tan musculosa, tan férrea que aún con este cartel, con esta premonición cierta de la nada nos vamos por la calle de Alcalá abajo, con la entrada en el bolsillo tratando de crearnos la ilusión de que, aún con todos los hados en contra, quizás veamos algo.

Porque se dice pronto lo de los Jandilla, que esto es de Juzgado de Guardia, que no fue suficiente con el aquelarre antitaurino del pasado jueves día 23 que nos pegaron los Jandilla y el remiendo de sus primillos los Vegahermosa de la T de tonto, que hoy, seis días más tarde, nos meten otra arroba de lo mismo, más Jandilla, remendados esta vez con los de Las Ramblas y con un sobrero de El Torreón, una corrida concurso casi, con toros del guarismo 7, del 8 y del 9, como ya viene siendo habitual; en suma un festival juampedrero del anti toro, cuando lo que pone en la entrada es ‘Corrida de Toros’. 

Doy fe de que al toro no se le vio ni por asomo hoy en la Monumental y de que lo que hoy se dio por el importe de la entrada dista mucho de lo que debe ser una corrida de toros, estando bastante más próximo el tema al circo con animales de toda la vida, no al Cirque du Soleil ése de los volatineros.
Siempre me viene a la memoria con la estrella de Jandilla que ese hierro perteneció a las señoritas doña Serafina y doña Enriqueta Moreno de la Cova, divisa azul, puro Saltillo que en Madrid lidiaron sobre todo novilladas para ignotos novilleros como Clemente Antolín «El Millonario», un palentino que se ganó su sitio en los paseíllos haciendo guardia a las puertas de Vista Alegre en espera de su oportunidad. Luego ya cayó la vacada en las manos eliminadoras de lo anterior de juampedro, que hizo lo propio con el ganado y que estampó el hierro en sus juampedrerías, que esos son los polvos de donde nacen los lodos de nuestros días y más concretamente de hoy.

Presidió la corrida don Julio Martínez, que es al que el otro día le chillaron por no sacar el pañuelo blanco y hoy le han chillado por no sacar el pañuelo verde. Lo mismo que Manolo for President tiene la mano más nerviosa para el asunto de la pañolada, se ve que don Julio es más cerebral o menos visceral para ese asunto por el que nos cuentan que Manuel Molés, Doctor Zaius, censura acremente al presidente desde su púlpito audiovisual dotado de toldo eléctrico, que sube o baja por la acción de un mando a distancia cuando comienzan a caer gotas sobre los costosísimos equipos que maneja el comunicador.

Dicho lo de los Jandilla, ahora viene lo de los toreros, que hoy eran Fandila, Luque y Jiménez Fortes.

A Fandila muchos le utilizan para sacar pecho de aficionados diciendo que es muy malo. Independientemente de su calidad, de la que luego se dirá lo que se crea oportuno, Fandila crea un espectáculo. Nadie puede negar que, con parecido material al de sus dos compañeros de terna, Fandi sacó del bostezo a la plaza. Otra cosa es que nos gusten sus pares de banderillas tan rápidos de ejecución y tan a toro pasado; otra cosa es que reconozcamos el poco interés de su muleta, pero lo que no cabe duda es de que Fandi crea un espectáculo que se aleja una barbaridad de los usuales patrones de aburrimiento, circunspección e introspección y eso es parte consustancial a los toros, que son en su base un espectáculo. No creo que pase a la Historia por sus maneras, pero lo que hace saca a las gentes del sopor. Y además hoy, en su segundo, dio un recital de uso del capote, que cuando se llevaba el toro con el capote a una mano para ponerlo en suerte ante el picador, ofreció a quien quisiera enterarse, y en vivo, una estampa de La Lidia, de las que dibujaba Perea. Variado y muy eficaz uso del capote el de Fandila. En este tiempo de veroniquillas barbilleras y de chicuelinas culeras ver a uno que usa el capote para traer o llevar al toro y que lo deja perfectamente colocado frente al penco, es algo que causa asombro. Dijimos que algo veríamos y ya tenemos en el bolsillo a Fandi y su capote.

En segundo lugar vino... ¡¡¡Luque!!! A veces me arrepiento del café al que me invitó su padre en cierta ocasión y que, como es natural, influye poderosamente en mi juicio. Tenía que haberme negado a la invitación y entonces tendría la independencia de poder decir que Luque, en los últimos tres años, ha toreado nueve corridas en Madrid, que son veintidós toros, dos por corrida y una de seis toros de Victoriano que le preparó José Luis Marcacuando era su apoderado para lanzarle... al hoyo, porque en seis toros no tuvo ni un saludo desde el tercio, igualito que le pasó a Talavante con la de Victorino. Ya lleva Luque seis años de alternativa y lo único positivo que ha puesto en marcha en todo ese tiempo es ese estado de opinión que dice que «Luque tiene muy buen capote», cuando lo que tiene es una tienda de campaña de UNPROFOR, de esas que se utilizan como Hospital de Campaña, pintada de rojo y sujeta con un palo a la que llama «muleta», que da la impresión de que debieron dedicar a la confección del monstrenco instrumento las hilaturas de Sabadell en pleno, caso de que siga habiendo esa industria en la capital del Vallés Occidental.

Por último tuvimos a Jiménez Fortes que se entretuvo como un chiquillo en seguir y seguir y seguir sacando medios pases a su primero que ni andaba ni veía y sólo quería estar echado tranquilito con su rumiar. Era esperpéntico ver a un torero tan alto con un toro tan chico, porfiando y poniéndose demasiado cerca de un toro que era pariente por línea directa de los de Guisando. Y lo malo es que en el segundo se puso a lo mismo, que se lo debían teledirigir desde las instancias callejoneras sin darse cuenta de que, entre el frío que hacía, el calabobos que caía y la falta de chispa de la labor del matador en el ruedo, el interés que pudo suscitar Fortes es perfectamente descriptible.
Lo mejor de Jiménez Fortes fue Tito Sandoval que agarró dos buenos puyazos dosificando el castigo, y había que dosificar con mucho tino dadas la pocas ganas de vivir del toro, y que demostró que la primera condición de un picador es saber montar y dominar la cabalgadura. Ambas cosas las hizo Tito Sandoval para fijar, encelar y provocar la embestida del tercero. Sandoval dio espectáculo en el importante tercio de varas y lo hizo como debería hacerse cada día. Segunda cosa interesante de la tarde.

Vinimos a los toros a por una cosa y nos llevamos un par. Al final no hemos salido tan mal parados.
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Feria de San Isidro: El Fandi, a la verónica / Por Antonio Lorca



"...Total, un desastre de corrida. Menos mal que un señor vestido de luces se sintió artista por un instante y dibujó tres verónicas para el recuerdo: David Fandila El Fandi..."

El Fandi, a la verónica
  • Ni el propio Fandi creyó que sus verónicas destilaban una suprema calidad
  • La terna sucumbió ante el desastroso comportamiento de la corrida
Antonio Lorca / El País
La tarde, desastrosa, ya pertenece al olvido. Primero, el viento; no hay día que no arrecie con fuerza (¿por qué creen, si no, que a esta plaza se le llama Las Ventas?); después, la lluvia. Comenzó a lloviznar en el segundo toro y no paró, de forma intermitente e intensa, hasta que fue arrastrado el último. A continuación, la agonía del toro, que ofreció un nuevo capítulo de cómo se muere a chorros por falta de fuerzas y de casta; y para terminar, la desolación de un nuevo chasco, otra tarde en el vacío, con el cuerpo dolorido y el alma herida por el aburrimiento.

Y en estas, lo que son las cosas, que sale el cuarto de la tarde; lo recibe El Fandi con un feo sucedáneo de larga cambiada de rodillas en el tercio, y el toro huye en busca de la nada. Y cuando vuelve a su jurisdicción, el torero lo cita con las manos bajas, la barbilla hundida en el pecho, cimbreando la cintura y, así, como quien no quiere la cosa, dibuja tres verónicas extraordinarias a cual mejor. Cuando los ánimos comenzaban a emocionarse con tan grata sorpresa, El Fandi se lo piensa mejor, cambia el chip, abandona por un momento su papel de artista arrobado, y se inclina por dos chicuelinas vulgares y una larga aprovechando el largo viaje del toro.

¡Vaya, hombre! Ni el propio torero creyó que lo que estaba haciendo destilada una enorme calidad. Pues que se entere: sus verónicas a ese toro llevaban el sello del esplendor, del empaque, del embrujo, de la inspiración y de la creatividad. Aunque a su autor se lo conozca por El Fandi y destaque con las banderillas. Las cosas, como son, y a cada cual lo suyo.

Momentos después, llevó el toro al caballo con un airoso galleo por chicuelinas; banderilleó, alegre y confiado, y destacó sobremanera en un par al violín por los adentros. Estaba el hombre tan contento a estas alturas que brindó a la concurrencia, se puso de rodillas en los medios y así comenzó por redondos una faena que no alcanzó brillantez porque El Fandi no chispea con la muleta, y porque el animal embestía sin convicción. En fin, que la ilusión primera se fue diluyendo y su labor fue silenciada. Pero ahí quedan en el recuerdo tres verónicas de un torero que se sintió artista.

Lo que hubo antes y después fue penoso. El toro se está muriendo y nadie quiere aceptar esta realidad. La corrida de Jandilla, remendada por dos ejemplares de Las Ramblas y un sobrero de El Torreón, fue la prueba de cargo de que mientras se discuten si son galgos o podencos, el toro se desangra por los cuatro costados y el día más inesperado asistiremos a su entierro definitivo.

Toros mansos hasta la desesperación, inválidos, enfermos, lisiados y moribundos, que rodaban por los suelos, pedían clemencia con la mirada y daban pena. Animales descastados, hechos de piedra más que de carne brava; toros basura para la impotencia…

Y así, la fiesta es imposible. Ni siquiera atinó el propio Fandi en su primero con las banderillas, cuando el segundo par lo clavó en los mismos costillares. Ni él ni Luque acertaron en sus respectivos quites por chicuelinas y gaoneras, auténticos muestrarios del horror. Y el matador hizo como que quería, pero el toro estaba hundido y noqueado.

Nula suerte de nuevo la de Daniel Luque, que pasa por esta feria con más pena que gloria a causa, fundamentalmente, de la pésima clase de los toros. Tardó una eternidad el presidente el devolver el inválido segundo, y salió otro con las mismas hechuras y fuerzas, que deseaba tumbarse al sol para siempre. Era noble el animal, pero su débil musculatura no le acompañaba. Era un borrego tullido, que llegó a arrodillarse ante el torero y le pidió que abreviara el mal trago. Menos trapazos tuvo el quinto, sin clase, con la cara alta, sin codicia…

Y también se va a su casa Jiménez Fortes con la sensación de que se le ha escapado San Isidro. Seguro que algunos se lo echarán en cara, pero el muchacho, valiente y entregado donde los haya, lo ha dado todo, aunque no haya encontrado el tesoro que buscaba.

Otro inválido fue el tercero, que, además, se dio una vuelta de campana antes de entrar por segunda vez al caballo que lo dejó para el arrastre. No podía y quería huir de aquel tormento, pero Fortes insistía una y otra vez porque se negaba a admitir otra ocasión perdida. Llegó, incluso, a ponerse pesado, pero no pudo ser.

Y peor el último; hizo el torero un quite por ajustadas gaoneras y dio la impresión de que toro había recuperado una cierta alegría. Pero llovía con fuerza, la gente estaba ya cansada y resultó que el animal era un buey de carreta. Fortes, con evidente cara de enfado, probó por ambos lados, insistió una y otra vez, se negaba a abandonar la cara del toro, pero todos sus intentos fueron baldíos. Optó, finalmente, por el arrimón, y tampoco le sirvió de nada.

Total, un desastre de corrida. Menos mal que un señor vestido de luces se sintió artista por un instante y dibujó tres verónicas para el recuerdo: David Fandila El Fandi.

Plaza de Las Ventas. 29 de mayo. Vigésima primera corrida de feria.

Jandilla/El Fandi, Luque, Fortes

Cuatro toros de Jandilla y dos -segundo (devuelto) y cuarto- de Las Ramblas; el sobrero, de El Torreón, muy justos de presentación, mansos, inválidos y descastados.

El Fandi: pinchazo, estocada y un descabello (silencio); casi entera (silencio).

Daniel Luque: dos pinchazos y un bajonazo (silencio); tres pinchazos y un descabello (silencio).

Jiménez Fortes: media tendida (silencio); estocada (silencio).

OVACIÓN: El aplauso de la tarde se lo ganó El Fandi por su recibo a la verónica al cuarto de la tarde.

PITOS: Fracaso sin paliativos de la ganadería de Jandilla y los dos hierros que la acompañaron.

Geómetras y ensueños en la poesía taurina, antología de Carlos Marzal



"La fiesta de los toros, -añade-, es uno de los ceremoniales más ricos que el hombre ha inventado; por su lenguaje específico, lleno de matices; y por su simbología, que señala hacia las grandes verdades del arte: el valor, el sacrificio, la honradez, el éxito y el fracaso individuales"

Geómetras y ensueños en la poesía taurina
  • Carlos Marzal publica una antología de textos en verso sobre los toros
  • Poemas desde la primera generación de posguerra hasta hoy
Antonio Loroca
‘Los toros, cuando son algo -es decir, todo lo que pueden llegar a ser- son arte: emoción estética. Una labor hecha por geómetras que nos transporta a un profundo ensueño’, reflexiona Carlos Marzal en la introducción de La geometría y el ensueño, una nueva antología de poesía taurina, publicada por la Fundación José Manuel Lara, en su colección Vandalia.

Marzal, premio Nacional de la Crítica y de Literatura, ensayista y poeta, es un aficionado intimista que horada la fiesta más allá de sus pecados terrenales para adentrarse en los grandes dilemas del ser humano. "La fiesta de los toros, -añade-, es uno de los ceremoniales más ricos que el hombre ha inventado; por su lenguaje específico, lleno de matices; y por su simbología, que señala hacia las grandes verdades del arte: el valor, el sacrificio, la honradez, el éxito y el fracaso individuales". La mejor poesía taurina de los tiempos, -prosigue-, "ha eludido dos peligros fundamentales: el tremendismo sentimental -la presencia obvia de la muerte inclina a muchos hacia la grandilocuencia funeraria-, y los oropeles gremiales (el aderezo de clarines, albero, revoleras y chicuelinas)". Así, -concluye-, "a la poesía taurina le conviene ser menos taurina que poética".

Con estos parámetros, Marzal ha prescindido de algunos de los clásicos más obvios de la poesía taurina, como los grandes maestros del modernismo y del 27, y ha preferido a

De este modo, sin orden alfabético ni cronológico, Marzal ha optado por una ordenación "más o menos musical". "He incluido tan solo poemas que me han interesado; algunos son magníficos; otros, si no lo son al completo, sí encierran magníficos momentos, y, a veces, basta un detalle para salvar una faena, y, a veces, basta un matiz para que el poema se salve ante nuestros ojos".

Plaza de Valdemorillo (1987). / MARISA FLÓREZ

Así, de la mano de Carlos Marzal, hablan de toros y poesía Aquilino Duque, Felipe Benítez Reyes, José Hierro, Pablo García Baena, María Victoria Atencia, Antonio y Carlos Murciano, José María Jurado, Francisco Umbral, José Alameda y otros muchos, quienes, en general, desde una visión más poética que taurina, cantan, sueñan y lloran sobre los innumerables vértices de la tauromaquia.

El gaditano Benítez Reyes describe así el paseíllo: 
"La tarde extiende un oro soñoliento / Calor en los tendidos, y en las gradas / un bullicio de gentes malhabladas / que miran el reloj cada momento".

La verónica de Curro Romero es una revelación de luz para Santos Domínguez:
 "La lentitud, la hondura, la desgana, / la gracia en ese puro ofrecimiento / incorpóreo. Sublime sacrificio / de la pierna contraria, sueño inmóvil / cuando ya nada importa morirse toreando / con la mano muy baja y la muñeca rota / en mitad de la suerte dormida y vencedora". Y Patricio Pemán escribe así sobre Rafael de Paula: "Cuando pones tu planta en las arenas / y engallas, hecha bronce, tu figura; / cuando estrechas la muerte a tu cintura / y el toro se hace un río por tus venas / … ya no importan ni amores no querellas, / … ni torrente caudal, ni mar profundo / ya no importan ni el sol ni las estrellas / y ya puede venir el fin del mundo".

"Fuerte el pecho, domina la llanura / con su silueta, y lo llamamos toro. / Escultura de sombra y cuernos de oro / marca, macizo, el paso en la verdura". El toro, José Hierro.

Umbral recuerda a Manolete; Pablo García Baena, a La Reverte; Alfonso Canales dedica una oda a Antonio Ordóñez; y el propio Carlos Marzal recuerda la muerte de Juan Belmonte en su cortijo de Gómez Cardeña.

"Los toros (y por consiguiente la poesía taurina) -escribe el antólogo-, a pesar de su universalidad y su calado, creo que son ya, y serán en el futuro, un espectáculo minoritario, por más que esa minoría sea, en cifras, enorme". "No obstante, ese carácter excéntrico no tiene por qué afectar a la calidad de la alta poesía taurina; porque la atracción del poeta espectador hacia el universo taurino seguirá siendo una constante".
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SAN ISIDRO: LA PENA Y EL PANA / Antolín Castro

¡
No se puede estar así en la plaza para no ver nada. La pena

"...Los tres se han liado a dar mantazos sin sentido, sin orden, sin coherencia con las condiciones de lo que tenían enfrente. Una pesadez.."

Antolín Castro / España
S.I. Un día más, van unos cuantos, la lluvia se ha mostrado pertinaz a la hora de los toros en este San Isidro. Un trasiego de gentes buscando refugio, buscando paraguas, buscando chubasqueros, buscando con qué cubrirse para mejor soportar el desarrollo del festejo. Eso, sencillamente, es una pena.

Un día más, y van unos cuantos, los toros que han saltado al ruedo venteño, hoy de tres ganaderías salieron, no tenían nada de bravos, sí mucho de descastados, además de flojos y claudicantes. Devolvieron uno y pudo serlo alguno más. Eso, lamentablemente, es una pena.

Jandilla, anunciada dos tardes en la feria, dio el petardo en la primera que lidió a medias con su otra marca, Vegahermosa, y en esta hizo falta remendarla de entrada con dos de Las Ramblas, y uno de estos fue el devuelto, saliendo uno de El Torreón. Todos mal presentados para esta plaza y de un pésimo juego, salvándose un poco el lidiado 4º perteneciente a Las Ramblas. Lo demás basura. Eso, desdichadamente, es una pena.

Pero es que la terna, no ha sabido, o no ha querido, aligerar la tarde de tanto frío y agua, a los espectadores. Los tres se han liado a dar mantazos sin sentido, sin orden, sin coherencia con las condiciones de lo que tenían enfrente. Una pesadez. Luque se nos puso aflamencado, así de esa manera que imaginan, con el inválido que le cupo en suerte; se creía que la interpretación de esa faena era la quintaesencia y no era eso, era, simplemente, una pena.

El Fandi dio un mitin con las banderillas en su primero, clavando de cualquier manera, -han leído bien, de cualquier manera- no solo con su peculiar estilo velocista y ventajista, sino como no se ha banderilleado, de mal, en toda la feria. Para lo que ofrece el granadino a sus seguidores y espectadores de paso, eso era una pena… muy gorda.

No ha ido a la zaga la llamada esperanza, Jiménez Fortes, pues hoy ha optado por estar más pesado que sus compañeros y lo ha logrado. Una voluntad mal entendida le ha hecho insistir e insistir mientras el público huía y se quedaban desiertos los tendidos. A la vista de lo que hoy no había, ni toros ni toreros, ni esperanza de encontrarlos, la gente ha decidido irse para evitar pulmonías innecesarias. Padecerlas por ver lo visto, hubiera sido una pena.

Una pena cuanto ha sucedido, empezando por el baile impresentable de corrales y sus correspondientes remiendos, impropios de la primera plaza y feria del mundo. No es de extrañar que la huída por el agua inicialmente, se convierta en huída por los protagonistas negativos del espectáculo. Esa es la verdadera pena.

Pero no todo han sido penas en el día, pues a la hora de comer he tenido la ocasión de abrazar y compartir tertulia taurina con el querido torero mexicano El Pana, quien recién bajado del avión se ha presentado en la tertulia taurina radiofónica que el querido Pedro Saiz, tiene en Radio Libertad.

Viene a estar un tiempo con nosotros, a ver la confirmación de su paisano Sergio Flores, se supone que también a los otros paisanos que actúan en la próxima feria de Arte y Cultura. Además quiere consolidar sus conocimientos de guitarra. Tentaderos ya tiene unos cuantos previstos y no descarta confirmar su alternativa en Madrid, para lo que piensa que los pasos iniciales ya están dados. 

Un momento de la animada charla radiofónica con El Pana

Reconozco mi privilegio, pero para mi no ha sido todo una pena hoy, yo he tenido ambas cosas: La pena y El Pana. Bienvenido y suerte en España maestro. Todo no van a ser penas.
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