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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 2 de septiembre de 2021

Son analfabetos / por Pla Ventura


...desde que apareció la televisión y sus aduladores profesionales, en vez de enseñar confundieron a la gente y, con la anuencia de los matadores, entre todos lograron eso, que la afición fuera analfabeta porque, ¿cómo se entiende que, en la actualidad, desde hace muchos años, a un toro moribundo se le denomine un toro de lidia?

Son analfabetos 

Pla Ventura
Toros de lidia / 2 septiembre, 2021
Nos ha recordado nuestro admirado Pedro Mari Azofra una de las célebres “sentencias” de El Guerra –de las muchas que pronunció a lo largo de su carrera, Rafael Guerra Bejarano- dijo en su momento cuando uno de sus banderilleros, tras una tarde aciaga, le recordaba que la prensa lo ponía a parir y, el diestro de Córdoba, sin inmutarse dijo lo que sigue:

-Maestro, -dijo el banderillero- lo peor es que saldrá en los papeles, se van a enterar  sus seguidores y van a pasar un mal rato y, lo que es peor, usted saldrá poco favorecido de la cuestión.

-No te preocupes por eso. La mayor parte de mis seguidores son analfabetos.

Con todo mi pesar, ciento treinta años después de la frase lapidaria de El Guerra, la cuestión sigue siendo la misma porque la mayoría de los que se llaman aficionados son “analfabetos taurinos” porque jamás se detuvieron en pensar cómo y de qué manera debe ser una corrida de toros que, en realidad, su grandeza se ha palpado siempre pero, amigo, desde que apareció la televisión y sus aduladores profesionales, en vez de enseñar confundieron a la gente y, con la anuencia de los matadores, entre todos lograron eso, que la afición fuera analfabeta porque, ¿cómo se entiende que, en la actualidad, desde hace muchos años, a un toro moribundo se le denomine un toro de lidia?

El aserto de El Guerra, en aquellos años, aunque parezca una cursilería era una verdad como un templo, la gente apenas nadie sabía leer ni escribir y, hasta dudo mucho que El Guerra fuera muy avezado en estas lides, por ello, lo que se dijera fuera de la plaza apenas tendría importancia para nadie puesto que, salvo los testigos del espectáculo, los demás se quedaban a dos velas, a lo sumo, recibiendo como testigo aquello que alguno pudiera contarle a los demás que, tampoco eran muchos. Es decir, los toreros, en aquellos años, nadaban a favor de corriente dada la inoperancia de las gentes que, analfabetas, no se enteraban de la misa ni la mitad. Eso sí, esos mismos toreros que alguna vez se aliviaban, a la hora de la verdad se jugaban la vida frente al toro auténtico, era una cuestión de raza la que definía a los toreros en aquellos años gloriosos que nunca más volverán.

Pero amigos, que casi un siglo y medio después, la gente tenga la misma condición de aquellos años, me parece un sacrilegio bárbaro, insultante, horrible, algo que produce una desazón inmensa porque, repito, nadie se ha ocupado, salvo Madrid, de enseñarle a la gente lo que es en verdad un toro bravo y, lo que es más grave, salvo ese reducto de buenos aficionados que hay esparcidos por toda España y en otras partes del mundo, el resto son espectadores de ocasión a los que, bien aleccionados por los medios de comunicación, les han dejado a todos a la altura de los admiradores de El Guerra.

¿Qué sucede entonces? Lo que todos sabemos. Dada la desinformación que tenemos en los grandes medios para explicar lo que es un toro auténtico con un burro de carril, el gentío, en su mayoría, ávidos de fiesta, borrachera, merienda, bota de vino y otras lindezas, todo el mundo acude a los toros a pasarlo bien y que el diestro corte orejas pero, lo que en verdad tiene importancia como es el toro, a ese gentío del que hablo les tiene sin cuidado porque, insisto, en su analfabetismo, quieren que triunfe su torero al precio que fuere y si ese precio consiste en que no haya toro en la plaza, miel sobre hojuelas. Al final, a las pruebas me remito.

Siendo así, como miles de veces dije, qué fácil se lo han puesto siempre a Victorino Martín que, sabedor de la mentira del toro fofo y sin fuerzas, sus toros, sin que los mate figura alguna, él sabe que son el prototipo de la verdad, sencillamente porque son toros de riesgo –al igual que todas las ganaderías encastadas- entre los cuales Victorino Martín adquiere todo el protagonismo del mundo.

Cierto es que la decadencia del toro y del mismo aficionado ha caído en picado en los últimos veinte años porque, en su momento, Victorino Martín Andrés, él solo, con sus toros, era más que suficiente para llenar una plaza de toros pero, reitero, es tanta la desinformación que nos dan a diario sobre esta fiesta maltrecha y malherida desde sus ancestros que, en la actualidad, pese a la grandeza del toro, hasta Victorino Martín tiene un serio problema para llenar una plaza de toros.

Hagámonos todos analfabetos, no analicemos nada, no profundicemos, dejemos que todo fluya bajo las decisiones de El Juli, Morante, Manzanares, etc. etc. y, quién sabe, igual mañana somos todos tan felices como los seguidores de El Guerra. Algunos, para nuestra desdicha, seguimos combatiendo contra la barbarie de lo que nos quieren dar como toros pero, no nos engañemos nadie, la batalla la tenemos perdida desde que llegó la televisión como gran medio propagandístico. La palabra escrita, por honesta que pueda ser, apenas vale nada comparada con las imágenes que nos muestran por esa caja tonta en la que, gana siempre el más hábil, por tanto, un medio al que no podemos combatir y si no lo podemos hacer, demos la batalla por perdida.

1 comentario:

  1. No se puede dar la batalla por perdida. Esa fiesta de mentira caerá (ya lo está haciendo) y la de verdad sobrevivirá.

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