Manuel Mejías Bienvenida "El Papa Negro"
POEMAS DE SENTIMIENTO TAURINO
Madrid, 9 de Julio de 2011.-
Aquel gran periodista e independiente crítico taurino de nombre, don José de la Loma, “Don Modesto”, aficionado cabal y escritor ameno, después de contemplar tres grandes tardes en Madrid, el 2 de Mayo y los días, 2 y 29 de Junio, las más sublimes faenas de Manuel Mejías “Bienvenida”, le concediera el justo apelativo de un pintoresco papado taurino, “Papa Negro”. Con esta definición se distinguía, hasta ese día del año 1.910, al Padre General de la Compañía de Jesús. Comunidad religiosa que gozaba de enorme poder y respeto entre las gentes del pueblo, casi tan grande como el Sumo Pontífice que es el Papa Blanco.
El prestigio de “Bienvenida” resultaba común en la crítica de los periodistas taurinos. En estos tiempos de nuestros pecados es extraño conceder apodos rimbombantes a las figuras del toreo pero en aquellos pasados, fueron muchos e importantes las hipérboles con que se divinizaba la calidad de los toreros. “El Califa”, nombre supremo con el que distinguió a Rafael Molina “Lagartijo” el periodista don Mariano de Cavia, “Sobaquillo”. Mucho más osadon fueron Velázquez y Sánchez que nombraron a Francisco Montes, “Napoleón del Toreo”. Incontables … K-Hito le llamó “Monstruo” a Manolete, Vicente Zabala, “Torero de Plomo” a José Tomás, “El Pasmo de Triana”, “El Divino Calvo” … interminables. Pero ningún torero llegó a ser distinguido con el poder supremo de “Papa Negro” y no piensen que la época estaba sin figuras, además los que se incorporaban al escalafón de matadores eran “tejones”, Vicente Pastor, Rafael Gómez “El Gallo” … los que ya estaban y los que vendrían apretando. Los profesionales del sector y las gacetillas no creían que aquella ocurrencia genial de Don Modesto pensaban que sería moda pasajera ¡Que equivocados estaban!.
Las temporadas de las figuras no eran previsibles, Manuel Mejías “Bienvenida” en sus años de matador de toros que comenzó en 1.906, toreó treinta y cinco corridas de toros. Veintinueve en 1.907. Treinta y tres en 1.908. Descendieron en 1.909 a veintiocho. El año de la hecatombe, 1.910, llevaba toreadas hasta el día 10 de Julio veinte corridas pero tenía firmadas más de cuarenta. Su reaparición fue dolorosa pero contra todo y todos, lidió treinta y una corridas. Todo era dolor, sentía que su prestigio y sus fuerzas decaían y no podía soportar las infamias. En 1.915 torea sus últimas seis corridas de toros vestido de luces.
Entre los “mal pagaos” de la pluma y tintero con tinta “aguá” sobre salía un diablillo que desapareció del espectro taurino y de la vida española que escribía en la gacetilla “La Fiesta Brava” publicada en Barcelona y que se llamaba, Juan Gallardo (¿) creo, es difícil encontrar datos de este “mojón” y que firmaba “Punto Y Coma”. El día 19 de Agosto de 1.930 esa revistilla publica un artículo suyo bajo el título, “A cara y cruz”:
- ¿A que viene pues de seguir llamándole Papa Negro? ¿No es ridículo aplicarle ese nombre de tanto prestigio? De cualquier manera, no le durará más que un suspiro ya que muchos ya no nos acordamos de ese título, ni los que estamos en esto, ni casi ningún aficionado”. No me extraña que se exiliara y suicidara este plumífero de “pan y melón” después del petardo.
La lectura taurina siempre es enriquecedora aunque se lean babas de despreciables. Un detalle me alivia, en modo despectivo escribe en otra frase:
- “Recuerden sus lágrimas recientes, cuando vestido de paisano se presentó en el ruedo acompañando a sus hijos que recogían una gran ovación”.
Además de todos los adjetivos que adornan la vida profesional y civil de don Manuel Mejías Rapela, “Papa Negro” para la Eternidad y de toda la Dinastía hay que añadir la de hombres de sensibilidad infinita.
Aquel desaparecido canalla ¿cómo definiría a José Luis Bote, cuando en su reaparición, aún convaleciente, recibía una oreja cortada con dolor, barro y viento en Las Ventas, el día 17 de Mayo de 1.999? Las lágrimas no le dejaban pronunciar palabra, lloraba “a moco tendido” cuando se acercó al burladero. Todo un poema de sentimiento taurino justamente apreciado por todos los aficionados.
El prestigio de “Bienvenida” resultaba común en la crítica de los periodistas taurinos. En estos tiempos de nuestros pecados es extraño conceder apodos rimbombantes a las figuras del toreo pero en aquellos pasados, fueron muchos e importantes las hipérboles con que se divinizaba la calidad de los toreros. “El Califa”, nombre supremo con el que distinguió a Rafael Molina “Lagartijo” el periodista don Mariano de Cavia, “Sobaquillo”. Mucho más osadon fueron Velázquez y Sánchez que nombraron a Francisco Montes, “Napoleón del Toreo”. Incontables … K-Hito le llamó “Monstruo” a Manolete, Vicente Zabala, “Torero de Plomo” a José Tomás, “El Pasmo de Triana”, “El Divino Calvo” … interminables. Pero ningún torero llegó a ser distinguido con el poder supremo de “Papa Negro” y no piensen que la época estaba sin figuras, además los que se incorporaban al escalafón de matadores eran “tejones”, Vicente Pastor, Rafael Gómez “El Gallo” … los que ya estaban y los que vendrían apretando. Los profesionales del sector y las gacetillas no creían que aquella ocurrencia genial de Don Modesto pensaban que sería moda pasajera ¡Que equivocados estaban!.
Las temporadas de las figuras no eran previsibles, Manuel Mejías “Bienvenida” en sus años de matador de toros que comenzó en 1.906, toreó treinta y cinco corridas de toros. Veintinueve en 1.907. Treinta y tres en 1.908. Descendieron en 1.909 a veintiocho. El año de la hecatombe, 1.910, llevaba toreadas hasta el día 10 de Julio veinte corridas pero tenía firmadas más de cuarenta. Su reaparición fue dolorosa pero contra todo y todos, lidió treinta y una corridas. Todo era dolor, sentía que su prestigio y sus fuerzas decaían y no podía soportar las infamias. En 1.915 torea sus últimas seis corridas de toros vestido de luces.
Entre los “mal pagaos” de la pluma y tintero con tinta “aguá” sobre salía un diablillo que desapareció del espectro taurino y de la vida española que escribía en la gacetilla “La Fiesta Brava” publicada en Barcelona y que se llamaba, Juan Gallardo (¿) creo, es difícil encontrar datos de este “mojón” y que firmaba “Punto Y Coma”. El día 19 de Agosto de 1.930 esa revistilla publica un artículo suyo bajo el título, “A cara y cruz”:
- ¿A que viene pues de seguir llamándole Papa Negro? ¿No es ridículo aplicarle ese nombre de tanto prestigio? De cualquier manera, no le durará más que un suspiro ya que muchos ya no nos acordamos de ese título, ni los que estamos en esto, ni casi ningún aficionado”. No me extraña que se exiliara y suicidara este plumífero de “pan y melón” después del petardo.
La lectura taurina siempre es enriquecedora aunque se lean babas de despreciables. Un detalle me alivia, en modo despectivo escribe en otra frase:
- “Recuerden sus lágrimas recientes, cuando vestido de paisano se presentó en el ruedo acompañando a sus hijos que recogían una gran ovación”.
Además de todos los adjetivos que adornan la vida profesional y civil de don Manuel Mejías Rapela, “Papa Negro” para la Eternidad y de toda la Dinastía hay que añadir la de hombres de sensibilidad infinita.
Aquel desaparecido canalla ¿cómo definiría a José Luis Bote, cuando en su reaparición, aún convaleciente, recibía una oreja cortada con dolor, barro y viento en Las Ventas, el día 17 de Mayo de 1.999? Las lágrimas no le dejaban pronunciar palabra, lloraba “a moco tendido” cuando se acercó al burladero. Todo un poema de sentimiento taurino justamente apreciado por todos los aficionados.
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