miércoles, 25 de abril de 2012

LA TAUROMAQUIA NUNCA RETRATA LA CODICIA / Aquilino Sánchez Nodal



LA TAUROMAQUIA NUNCA RETRATA LA CODICIA 

Aquilino Sánchez Nodal

Madrid, 25/04/2012.-
Cada día echamos más de menos aquellas corridas que se lidiaban con tanta intensidad hace a penas unas décadas. Los aficionados estamos descubriendo con tristeza que los mayores peligros para la Fiesta no son los antis, ni los políticos de la zurda corrompida de trinque grande y cerebro pequeño, es la mediocridad profesional, la ausencia de arte profundo y puro y la pérdida de emoción en los toros. Por otro lado ha desaparecido el romanticismo y la imaginación de los "mandamases". La sanguijuela administrativa y la Seguridad Social que, en el sector taurino es lo menos social que se puede uno encontrar. Nunca, en ningún tiempo pasado se ha toreado tan vulgarmente cono ahora y por una cantidad tan grande de matadores famosos. La pureza está en desuso. Las prisas son de rally y las faenas se pierden en pegapases sin riesgo, sin fundamento y sin sentimiento, se trata de acabar con el toro con el deber cumplido. La profundidad se ha troncado en triquiñuela para la galería. La lidia es una puesta en escena sin alma. Cargar la suerte y las banderillas de fuego están en el mismo cajón. Aceptando estas reflexiones de los sinsabores por los que pasa la Fiesta, también es culpa del mal hacer de los toreros. La caída libre sin freno en la taquilla es proporcional a la pérdida de la sustancia y esencia de las actuaciones de los que cobran por torear cantidades tan desorbitadas como inmerecidas. ¿Será que no saben torear estos "sabios" matadores de hoy? o ¿quizás sea que tiene otras prioridades más interesantes?. 

Una cosa es segura que ha cambiado en los toreros de ahora y que tenían los de antaño, la imperiosa obligación de jugarse la vida y los garbanzos cada tarde. Del mismo modo los clásicos sentían necesidad de impresionar, entusiasmar y atemorizar a los públicos por el riesgo en cada lance. Los tendidos de cualquier plaza de toros rebosaban a borbotones de emoción y sentimiento. Comparar a los toreros de hoy con las figuras de hace cincuenta años es comparar a Velázquez con un encalador de retretes. 

Los mayordomos de la comunicación también tiene mucha culpa del desastre, tapan errores de bulto en la lidia, culpan siempre de cualquier petardo al noble bruto, y lo peor es que sospecho que no tiene ni idea, ni afición a los toros, son "atorrantes" a sueldo. No es nuevo el comportamiento de plumillas sin pudor, ni vergüenza torera: A propósito de la corrida de toros para la despedida de Emilio Torres "Bombita", un revistero interesado, presuntamente untado, escribió: 

- "En fin, que fue una corrida 

muy alegre y divertida 

que satisfizo al concilio; 

deja buen recuerdo Emilio", 

tu función de despedida". 

Firmado: Ángel Caamaño "El Barquero". 

Lo cierto de aquella corrida es que rayó en esperpento. Los toros fueron chicos de alarmar, los pitones pasados por Llongueras, la bravura la dejaron en la dehesa y la fuerza la llevaban en la tripa, de la casta ni hablar. No decimos procedencia por no venir al caso. Pero lo curioso es que tanto fraude y que la corrida pasara a la historia, disfrazada por los que debían juzgarla. Ya no podemos fiarnos ni de los recuerdos. 

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