domingo, 23 de septiembre de 2012

Logroño: ¿Dónde están los toreros? / Por José Ramón Márquez


Mojonero, de Victorino, negro, entrepelado, bragado
Un toro de Interior

Logroño. 
Cita con (una parte de) la tauromaquia de Interior. 
¿Dónde están los toreros?

José Ramón Márquez 

Al llamado del concurso de ganaderías y del ojo de la cerradura nos vamos a Logroño a ver toros. Hay muchos franceses en la taquilla, que da la impresión de que los galos, en general,  siempre están más atentos al toro que al torero. Luego, dentro ya de la Plaza, esa desagradable sensación de las Plazas cubiertas, ruidosas, llenas de ecos y de reverberaciones, incómoda situación incrementada por la presencia de un animal en lo más alto del tendido, con unos pulmones dignos de haber sido empleados en otra causa más noble, que metía unos alaridos monstruosos aprovechando la bocina que hace la cubierta.

 Peste de cubierta.

En el cartel toros de La QuintaPartido de ResinaVictorino MartínGuardiolaPuerto de San Lorenzo y Torrealtapara FundiAntonio Barrera y Javier Castaño.
 
Fundi está haciendo lo mismo que Rafael Molina Lagartijo y que tanto disgustaba a Frascuelo, que es ir de despedida en despedida por todas la Plazas del orbe, incluida su ‘segunda oportunidad’ en Madrid dentro de muy poco. El otro día se despidió de sus paisanos fuenlabreños y ayer les tocó a los logroñeses que, con gran afecto, le dedicaron una ovación al terminar el paseíllo. ¿Todos? No. Un enigmático espectador de pelo cárdeno ataviado de negro riguroso, sombrero negro, bastón de mimbre y anillos de colorao en las manos no sólo no aplaudía, sino que le espetaba, como quien escupe: ¡Madrileño!  No quisimos indagar en las causas de la desafección del hombre enlutado por Jose Prados, ni mucho menos entrar a explicarle que Fuenlabrada es un ente soberano en sí mismo, muchísimo más merecedor de la independencia que Cataluña entera, y que es villa que nada tiene que ver ni con Madrid ni con su alfoz.
 
Por la antigüedad del hierro sale en primer lugar Chocolatero, número 56, de La Quinta. Un toro serio y bien puesto, cárdeno, que acude con alegría las veces que le ponen al caballo haciendo una discreta pelea. El toro no es de premio, pero para estar frente a él hay que sobreponerse a su presencia y, además, tener ganas de trabajar. Fundi prefiere no meterse en líos y opta por andar a gorrazos con el toro rodeando la posición, como aquél que dice, y pintando al toro como peor de lo que era, es decir sin tratar de corregirle y tratando de justificarse, aunque se le notaban las ganas que tenía de irse a por el estoque. El toro no humillaba, por lo que su lidia habría sido imposible para festivales como el de Nimes, pero tenía su lidia, que nadie le dio.

En segundo lugar, un cárdeno oscuro de Partido de Resina,Remendón, número 29, toro de arrobas, muy serio y perfectamente en el tipo de la casa. Decimos toro, pero podríamos decir buey, pues a su salida lenta y parsimoniosa siguió una falta de interés completa por los capotes y una entrada al penco que montaba Germán González de la que salió de naja como alma que lleva el diablo y ya no hubo forma, por más que Germán, olvidándose de la cerradura, le persiguió por toda la Plaza, de que el bicho recibiese el correspondiente castigo en varas. En una de sus huidas atropelló a Antonio Barrera, pegándole un leñazo tremendo, sin reparar en él. El ignorante del Presidente, cuyo nombre no conocemos, no ordena las banderillas negras y cambia el tercio sin más. Con el toro fuerte y sin picar los banderilleros se la juegan, pero, cosas de los toros, el animal cambia  y en el último tercio se dispone a presentar la pelea que había rehuido en los dos tercios anteriores. Barrera, entre el leñazo que se había llevado y lo impresionante de la presencia del toro, se dedica a pegar mantazos esperando con ansia el momento de poder irse a por el estoque. Sin embargo, en algún muletazo que el toro se traga se descubre perfectamente que el toro, como todos los toros, tenía su lidia. El toro no hace por irse a tablas y plantea su pelea en el tercio, dejándonos con la decepción de que el matador no haya querido ni verle. Este toro no habría servido para el festival de Nimes por su presencia y por su condición abanta y cambiante.

En tercer lugar sale del chiquero Mojonero, número 158, un toro negro de impresionante arboladura de Victorino Martín. La tremenda presencia del toro por delante tapa un poco su culo de pollo, muy de Victorino, por cierto. A algunos les podría parecer de menor desarrollo este toro, sobre todo tras la presencia del anterior, pero el bicho tenía cuajo. Lo pica Tito Sandoval, y es un placer ver la forma de montar del piquero. Le agarra un buen puyazo arriba y deja que el toro empuje castigándole con mesura y luego se recrea en otros dos puyazos más moviendo al caballo con decisión, echando el palo y sin tratar de destrozar el toro, que al final del primer tercio sangra lo justo. Luego le banderillea con gran decisión y con ganas de hacer las cosas bien ese buen peón que es David Adalid. En el último tercio, Javier Castañoempieza con probaturas y el toro, que se entera de las cosas, se va haciendo cargo de la situación. Javier Castaño está bastante desdibujado, y no me extraña con lo que le han pegado los toros este año, y no se confía con el Victorino, aunque ponerse delante de esas velas y de esas intenciones ya es mérito. Nada más que consideró que su misión estaba cumplida el matador se fue a por el estoque, aunque él bien sabía que el toro se iba sin torear, y le mató a la última, cosa que le debió producir gran alivio. Este toro por su tremenda presencia y por aprender de los errores de su oponente, tampoco habría sido apto para el festival de Nimes.

En cuarto lugar y con la divisa verde botella y oro viejo que le corresponde por su estirpe, salió un toro muy serio, muy bien hecho y muy en tipo de Guardiola que atendía por Violinista, número 5. El toro no quiso líos con el caballo por lo que se le picó sin hacer caso de la cerradura. Luego, en el último tercio, Jose Prados repitió las mismas zalemas que en el primero, lo que se dice en el argot moderno ‘vendió la moto’, y como le sobran recursos para eso, a algunos les dio la impresión de que el toro no servía, mientras que a otros nos dio la impresión de que el torero no quería. El toro fue de condición más bien mansa; su presencia, su seriedad y sus pitones le hacían, también, incompatible con el festival de Nimes.
 
En quinto lugar, como homenaje a Barquerito, un lisarnasio de la rama atasardia llamado Buscaleto, número 15 del Puerto de San Lorenzo que, por su desplome generalizado y constante, y no sabemos si eso le viene por Atanasio o por Lisardo, salió al ruedo a contemplar cómo el usía le sacaba el pañuelo verde que le devolvía a morir a la oscuridad del chiquero de donde nunca debió salir. Se veía a las claras que era toro para el festival de Nimes aunque, por lo que fuese, acaso a costa de lo atasardio que era, ni siquiera había tomado ese tren.

En su lugar y fuera de concurso, salió Ladrón, número 20, negro, un Lisardo de Adelaida Rodríguez. Con este toro anduvo más suelto y confiado Barrera, sin decir nada, pero estando a gusto. A comparación del porte de cualquiera de los cinco que habían salido por delante el Adelaida era un sparring de poca categoría. El torero estuvo dando muchos pases y, la verdad, ninguno bueno y, como signo de lo Nimeño que era el toro, el matador se permitió ensayar un circular invertido de esos que se les dan a los toros que no saben hacerse respetar. Espeso y desvaído, Barrera pasó por este toro sin pena ni gloria, en lo que empató con el animal, que lo mismo.

Para finalizar, un colorado muy bonito y bien armado de Torrealta, Tolerante, número 7, en tipo del Marqués de Domecq que acudió con disposición cuatro veces al caballo que montaba Fernando Sánchez, la cuarta con el regatón, y que anduvo alegre a las banderillas que, de nuevo, volvió a poner David Adalid sobradamente. En el último tercio Javier Castaño volvió a dar la misma sensación que en su primero de torero desconfiado y a la defensiva, sin que en ningún momento el toro estuviese poniendo sobre la arena malas intenciones. El trasteo de Castaño fue bastante anodino, con la vista más puesta en la puerta de salida que en la grande y puede decirse que dejó consumir el tiempo conveniente como para irse a por el estoque y que no le silbasen. Volvió a matar mal, pero a la última lo cazó. Este de Torrealta tampoco habría servido para el festival de Nimes por su volumen y por la cabeza tan seria que portaba.
 
Al salir a la calle, la tibia tarde de Logroño nos acoge silenciosa. Mientras partimos en dirección opuesta a la de las alegres peñas, aún nos pitan los oídos del griterío y los ecos de la despiadada cubierta.
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