lunes, 26 de agosto de 2013

EL PANA EN SERIO / Por Antolín Castro


Tras ejecutar la veleta, especie de farol antes del embroque, 
llega la verónica

EL PANA EN SERIO

Antolín Castro
España
Opinión y Toros
Tras de la actuación de ayer en Cuenca, segunda de sus actuaciones en España, del torero mexicano Rodolfo Rodríguez ‘El Pana’, será bueno sacar algunas conclusiones.

De la propia actuación digamos que fue muy digna, solvente, aunque no llegara la magia deseada. Contrariamente a lo que muchos pudieran pensar mató la corrida sin sobresaltos y con buena nota. No teniendo el mejor lote pudo mostrarse, aunque en pequeña medida, tal como es. El no es ni Belmonte ni Curro Romero, ni siquiera El Cordobés, es El Pana, que no es poco. Un torero diferente a todos y cuya personalidad rebasa en casi todos los casos, su actuación torera.

El Pana, o quizá Rodolfo, se encarga de que el torero capte la atención del público de inmediato, desde el mismo paseíllo. El no utilizar capote de paseo, usa a modo un sarape de Saltillo, y el hacer el paseíllo fumándose un puro induce al público, no enterado de su carrera, a pensar en que asiste a un festejo diferente, más cercano al bufo, pero no es así en modo alguno.

Como torero antiguo que es, y que aparenta incluso mucha mayor antigüedad por sus canas, sus vestidos en plata o azabache, su larga coleta natural y su parsimonioso caminar, hace pensar que delante del toro actuará de broma y luego eso en nada es verdad. Confunde también al personal con su tauromaquia diferente, basada en la amplia variedad de pases que ejecuta y que fuera de México nadie conoce, y a muchos les da por pensar que su toreo no es serio; sin embargo podemos matizar que es serio, aunque muy diferente.

El lance de la veleta, con el que recibió por dos veces con el capote a su primero, además de complicada ejecución por su marcada precisión, termina en un lance a la verónica con mucha quietud, mecido y templado, lejos de tantas figuras del toreo que han hecho del paso atrás su ortodoxia. Y como esa interpretación torera otras muchas de su repertorio. Y es que para enjuiciarle en serio hay que ser serio también. Si el patrón a observar y medir es el toreo que ejecutan, unos y otros, todos los días, El Pana no encaja en él. Por tanto yerran quienes quieren meterle en un zapato en el que no cabe su pie.

Otro asunto muy distinto sería que no hubiera podido matar la corrida, también lo hicieron sus compañeros de tarde, a los que incluso aventajó en la habilidad para con sus dos casi enteras estocadas certeras. Tema diferente también es que se le hubiera visto correr o regatear, con movimientos acelerados de pies, en sus trasteos. Nada de eso sucedió. 

Aquí le vemos toreando al natural

Lo que no hubo fue toreo moderno ni del montón, no se dedica a imitar a nadie. Precisamente sus armas, grandes o pequeñas, radican en la total diferencia. Además de la edad y las facultades, que siempre habrá quien las pueda discutir, delante del toro, al menos en Cuenca, ni una espantá. Total solvencia dentro del concepto torero que aplica. A quien le gusten otros conceptos se le hace difícil, a bote pronto, asimilar otras formas de torear. Fijándonos solo en las zapatillas, podemos afirmar que estaban asentadas y ese no es mal principio.

No fue un triunfo para cantarlo, ni lo pretendo ni quiero confundir al lector, pero tampoco quiero que le confundan por no tratarle como un torero diferente, que lo es y mucho. Si quieren, y gustan, de un toreo más previsible y rutinario, hay montones de matadores dispuestos a hacerles pasar las tardes. Es más, actúan más que él con lo que pueden quedar satisfechos durante la temporada, del mismo modo que otros quedan hastiados de ver siempre lo mismo.

El tratar a El Pana en serio es un capítulo que todavía está por llegar.

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