martes, 26 de noviembre de 2013

July se confiesa a la portera / José Ramón Márquez


July derecheando a un pavoroso bicorne el otro día en Querétaro

«El mundo del toro se ha quedado anclado en muchas cosas antiguas». 
Deben ser cosas como Miura, como cruzarse, como matar en corto y por derecho, como cargar la suerte... 

[Al hilo de la entrevista en Elle, donde July sería a Gallito
lo que Sara Carbonero a Agustín de Foxá]

José Ramón Márquez
En 1917, a principios del siglo XX, José López Pinillos, Parmeno, entrevista a Juan Belmonte:

-¿De modo que usted tiene afición?

-¡Enormísima! Afisión a mi ofisio y afisión a los biyetes.

Ahora, acabada la temporada, estamos en la otoñada de entrevistas en la que los mimados de la cartelería taurina, los receptores de los más elevados adjetivos de la crítica, abren sus corazones, después de la vorágine de estos meses pasados, para presentar su lado más humano ante sus seguidores. El otro día fue Morante quien explicó, como buenamente pudo, su galimatías taurino-filosófico-teológico a la revista Aplausos, ¡la revista taurina!, como la vocea Simón por esas plazas; ahora le toca el turno a Julián I el Importante, que se sincera con la esposa de un portero... la portera, en las páginas de la distinguida revista femenina Elle.

A veces decimos en los toros, en la feria de San Isidro, que hay muchos días en que los abonados regalan sus entradas al primero que se les pone a tiro, mismamente al portero, para que no se quede la localidad sin que alguien la use. Son esos días festivos y orejeros de los que se nutre ampliamente esa injustísima lista que bajo el título de «Toreros de Puerta Grande» alicata la Puerta de Madrid de la Monumental de Las Ventas. Es en ese terreno donde Julián López, el Importancias, ha labrado su leyenda, primero de eterno niño, niño de la marmota que jamás cumplía años, Peter Pan de Velilla, famoseado desde el primer momento por cierta prensa y ciertos aficionados que se entregaron a la tosquedad y a los malos modos de este July como si hubiese resucitado Lagartijo el Grande, y luego de espatarrado y malhumorado rey del temple, ávido glotón de orejas.

Claro es que de todo eso la portera no tiene ni idea, tutto questo non lo sá, como la Alice de Francesco de Gregori, porque aquí, en la amable interview en la que ella viste vestido largo de Zara, se busca otra cosa, se trata de poner unas frasecillas que suenen un poco como a cosa taurina, y echar el rato con un famosillo del que todo se ignora. Así, lo mismo que la buena señora atribuyó alegremente el verso de Machado a Serrat, aquí nos regala la humorada de que Julián «sigue componiendo un toreo profundo», no se sabe si en el sentido de Lovelace o en el de la sexta acepción de la RAE, junto a otras cuantas perlas como de frivolidad, adobadas de algún lugar común, que siempre va bien, e incluso aportando su granito de arena a la hagiografía julianesca, como cuando es capaz de tildar a Julián de «hombre de bandera», que es lo único que a sus más fieles propagandistas jamás se les había ocurrido llamarle y que ilustra sobre la idea de la entrevistadora del aspecto del «hombre de bandera».

La cosa es que entre las líneas de Elle, probablemente a causa de la confianza que da el verse frente a frente dos netos hijos del pueblo, que eso ninguno de ambos lo puede negar, manan de los labios julianescos frases de desusada franqueza, como cuando reconoce que se ha sobrevalorado su capacidad, puesto que él mejor que nadie conoce la insinceridad de tantos ditirambos como ha recibido, de tanto incienso como se ha derramado a su alrededor para tratar de cegar los ojos de los que en él no vemos más que malos modos, ventajismo o vulgaridad suprema; de tantísimos recortes de prensa, radio y televisión como se han producido con el fin de ensalzar la tauromaquia de tiovivo y de Tío Vivo que algunos blasfemos malintencionados han llegado a poner porque sí como heredera de la del mismísimo Gallito.

Entre tanta frescura salta a las líneas de Elle también la juventud rebelde de este indómito Julián: «El mundo del toro se ha quedado anclado en muchas cosas antiguas». Deben ser cosas como Miura, como cruzarse, como matar en corto y por derecho, como cargar la suerte... esas deben ser las antiguallas a las que se refiere, que ya han sido superadas merced a la tauromaquia juliana en la que impera el toro doméstico, en la que no es necesario cruzarse, en la que se mata atléticamente con el julipié, en la que la suerte descargada sirve para alargar el telonazo hasta el infinito guiado por el temple, que es el valor supremo de esta escuela terminal que representa Julián López. Nuevo toreo en el que se ha superado el toreo antiguo gracias a que el toro moderno ha devenido de enemigo en colaboracionista que no necesita ser toreado, porque como bien dice el hijo de don Julián, la gente no sabe «el esfuerzo que cuesta conseguir que el animal salga como sale», que en eso lleva más razón que un santo.

También la pareja es capaz, un poco perversamente, de meternos el susto en el cuerpo. Dice él: «Lo único que me asusta es que llegue el día que no toree». Tantos que estamos pensando que ya se merece el reposo, que ya es hora de que se vaya a disfrutar de su familia o meterse a ganadero, salir del lío de andar yendo por esas ferias... y el hombre da a entender que le queda mecha para rato. Acaso porque a su carrera jalonada por igual de los éxitos merecidísimos, a decir de sus seguidores, como de los injustos robos de que ha sido objeto por parte de muchísimos presidentes empeñados en no reconocer sus méritos, dice que no va a estar en Madrid «hasta que se den las circunstancias», que no se sabe muy bien si se refiere a que se debe profundizar aún más en la creación de un toro de mucha mayor estupidez, que sea capaz de seguir sin rechistar sus telonazos a los que la bedela no duda en tildar de «trazo largo perfectamente afinado», o que está preparando el gran bombazo de presentarse en Madrid con las ganaderías que meten miedo, con Miura, con José Escolar, con Conde de la Maza, con Partido de Resina, con Victorino Martín, con Carolina Fraile...

En 2007, casi diez años después de haber tomado la alternativa, July salió por primera vez como matador de toros por la Puerta Grande de Madrid. En 2013, a principios del siglo XXI, Sara Carbonero ha buceado en su interior, como Parmeno con Belmonte: «No me gustan las personas excéntricas», dice él con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones Levi’s y su chaqueta beige tipo gabardina de Dsquared...

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