sábado, 29 de marzo de 2014

Almas bellas vs. policía / Por Jorge Bustos



Tampoco está nada claro que la imagen de una margarita saliendo del cañón de un fusil sea estéticamente superior a la imagen de un energúmeno reeducándose en su celda.

 Almas bellas vs. policía
  • Todo el mundo se pone de parte de los estudiantes, pero yo voy con los policías, porque yo siempre estaré del lado del proletariado.
  • Puedo imaginar a Cifuentes y Fernández poniéndose de acuerdo para dar orden al mando de aguantar y apretar los dientes, que tenemos muy vivas las imágenes de Ceuta

Pier Paolo Pasolini nació de teniente y campesina, combatió a los nazis y fue capturado en campaña, se afilió al Partido Comunista y le expulsaron bajo acusación de una homosexualidad incontinente que pervertía a los cándidos cachorros de Gramsci. Todo ello sin dejar de declararse cristiano. Dando tumbos siempre personalísimos acabó en el cine, donde continuó haciendo travesuras. Era un tipo difícil de alinear. Por eso volvió a sorprender a la intelligentsia la postura antigregaria, insobornable, de una coherencia ofensiva, que Pasolini adoptó durante los disturbios del mayo del 68:

–Todo el mundo se pone de parte de los estudiantes, pero yo voy con los policías, porque yo siempre estaré del lado del proletariado.

A los guevaritas de bate y cantazo que salieron a cazar maderos el sábado por la noche no se les podrá gritar, ciertamente, lo que Ionesco a los pijiprogres del mayo francés:

–¿Adónde vais, insensatos? ¡Mañana seréis todos notarios!

Lamentablemente, para llegar a notario y disfrutar de los placeres bien ganados de la condición burguesa se precisa una porción fértil de cerebro que no encontrarán las ondas P300 del escáner neuronal en las mentes vírgenes de los pobres milicianos que le pusieron al 22-M el consabido broche de la violencia criminal con coartada política.

–Oiga, que la inmensa mayoría del 22-M dio ejemplo de civismo. No desacredite toda la movilización por culpa de unos radicales.

Lo que quieras, pero cuando cuatro fachas arman un jaleo bobo en la librería Blanquerna aquí sale medio Gobierno corriendo a condenarlo, no vaya a ser que mezclen al PP entre los comensales de la paella de Tejero; mientras que a esta hora ni sindicatos ni partidos de izquierda con suave escaño de terciopelo parlamentario han querido desmarcarse de sus revoltosos hijos bastardos, no vaya a ser que las bases nos acusen de aburguesamiento por exceso de moqueta. Que don Cayo es republicano y se sabe al dedillo la letra de La Internacional, ojo.

Vamos a creernos que los convocantes del 22-M se desvelaron por localizar y extirpar a los elementos borroka que pretendían adherirse a su iniciativa y que aun así se les colaron; que han leído lo suficiente como para sospechar que romper lunas de bancos no ayuda a la causa de la redistribución de la riqueza; que se han convencido íntimamente de que en democracia la única lucha se libra con palabras, manifas, banderas anacrónicas, lemas pueriles, sonrojados tópicos y las dosis de demagogia de que sea capaz cada cual. Pero el caso es que hubo medio centenar de policías heridos, 166.000 euros en destrozos y solo un terrorista callejero en el trullo. La secuencia de los hechos que cuenta aquí Manu Marlasca, quien como jefe de investigación de La Sexta no creo que resulte sospechoso de afinidades precisamente lepenianas, es escalofriante.

Puedo imaginar a Cristina Cifuentes y a Jorge Fernández poniéndose de acuerdo para dar orden al mando de aguantar y apretar los dientes, que tenemos muy vivas aún las imágenes de Ceuta, a ver si nos van a llamar fascistas. El eterno complejo pepero de hacerse perdonar el poder que mayoritariamente le ha sido entregado, cuando a Rubalcaba no le tembló la mano para militarizar Barajas un día que los controladores se pusieron chulos. Ahora todos quieren ser Suárez; pero el Suárez de las necrológicas, no el que decidió reservarse siempre para sí las competencias de orden público a fin de mantener la calle lo más serena posible.

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