viernes, 28 de marzo de 2014

Busquets / Por Ignacio Ruiz Quintano


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"...Como ocurre con la Izquierda Digna que este fin de semana, coincidiendo con el Clásico, se marcó en Madrid unos cuántos “busquets”..."

Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Busquets, pivote del Barcelona, pisando (aquel “¡pisalo, pisalo!” de Bilardo en Sevilla) la cabeza de Pepe, central del Madrid ya con cara de cascabel pisado, en el Bernabéu: no impresiona la agresión, sino la impunidad.

Como ocurre con la Izquierda Digna que este fin de semana, coincidiendo con el Clásico, se marcó en Madrid unos cuántos “busquets”.

El “interiorismo” mariano tiene a los tricornios de Ceuta luchando sin brazos, como los Monty Python tenían al Caballero Negro de “Los Caballeros de la Mesa Cuadrada”; en Melilla, a la “pestañí” sin vacunar; y en Madrid, a los antidisturbios “despelotados”, para no herir las sensibilidades de la Izquierda Digna (“¿Habéis visto la violencia inherente al sistema? ¿Eh? ¿La habéis visto? ¡Mirad, me están reprimiendo!”, denuncia Dennis en “Los Caballeros…”) y sus observadores de la OSCE, mientras la gobernadora Cifuentes contempla el espectáculo desde un despacho con vistas, como el de Del Bosque, el seleccionador que, si fuera jugador, le gustaría parecerse a Busquets.

¿A quién se le ocurre ser fraile, habiendo epidemia en Madrid? ¿Y a quién se le ocurre ser policía, habiendo manifestación en Madrid?

Pero esto no es ir de manifestación; esto es ir de venadeo. Así, no tardará la policía española en arrebatar al periodismo venezolano el título de profesión más peligrosa del mundo, que aquí querría yo ver a Gandhi con su “satyagraha”, un método de recibir palos a base de negarse a hacer lo que el adversario quiere que hagas.

El éxito del método “satyagraha” depende de la fuerza moral del agresor: llegados a un número de “busquets”, a los matones debe repugnarles seguir maltratando a quien no hace nada para defenderse. Bertrand Russell vio en el método dos limitaciones: una, que no funciona “contra nazis o comunistas”, y la otra, la posibilidad de que las masas excitadas pierdan el control dando lugar a lo que Gandhi llamó un “error himalayo”.

El error himalayo de Madrid.

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