sábado, 29 de marzo de 2014

NO ME BUSQUES, TE BUSCARÉ YO A TI / Por Antolín Castro


Croquis de uno de los posibles recorridos de Guía

NO ME BUSQUES, TE BUSCARÉ YO A TI

Antolín Castro
Existen historias de perros que conmueven por su acentuado sentido de la amistad, del cariño hacia sus dueños, los seres humanos. Muchos son los que no han abandonado al dueño en situaciones difíciles e incluso después de muertos. Hoy vamos hablar de Guía, una perra galga, protagonista de un hecho inusual y conmovedor. 

Su historia comenzó hace unos años cuando mi hija Mª Eugenia descubrió, en unas obras junto a la M-45 de Madrid, el deambular de unos cuantos perros sin control. Como persona implicada en la protección de animales, trabaja en una protectora, fijó su mirada a través de los cristales del coche en su diario acudir al trabajo. Los veía, eran cinco, y no resistió la tentación de acudir a conocer si eran de los obreros o simplemente perros callejeros. Fue lo segundo. Cierto que éstos, sabiendo de su existencia, siempre dejaban algo de comida para que se alimentaran los animales cuando dejaban el trabajo. Ese era el momento en que se acercaban los perros, ya que como tantos otros perros vagabundos suelen recelar de los humanos.

Pudo conocer que eran galgos, una madre y tres crías, más otro perro mestizo que como una familia siempre iban juntos. Centró desde ese momento su interés en la captura para llevarles al albergue e impedir que su deambular sin control pudiera ser peligroso para ellos y para los automovilistas, dada su cercanía con una autopista de gran tráfico. Su movilidad sin control, acudían a la obra solo al anochecer para comer, impedía su captura, que nunca resultaría fácil. 

Tras varios intentos, en connivencia con los guardas de la obra, lograron que tuvieran la confianza suficiente para entrar en las jaulas habilitadas como comederos y así poder conseguir que dejaran de vagabundear. Una galga, sus tres cachorros y el mestizo pasaron a formar parte del elenco de animales que mantiene la protectora de cara a ser adoptados. Los pequeños corrieron pronto esa suerte y el mestizo también, no así la galga, a la que le puso el nombre de Guía por aquella habilidad de llevar y conducir por carreteras y puentes, tras de si, a la prole.

Guía fue atacada, hace unos tres meses, en el albergue por otro perro causándole heridas de importancia en el cuello. Para poder mantener su reposo y tranquilidad, durante la recuperación, Mª Eugenia se la llevó a su casa. Allí convivió con sus dos perros, Trica y Cero, y pasado un tiempo, llegó el momento de tener que volver al albergue. Su comportamiento había sido muy bueno, aunque mantenía, como siempre, ese temor a los humanos que, seguramente, en otra época la trataron mal. Salía a la calle para hacer sus necesidades pero cualquier ruido o presencia de personas la ‘invitaban’ a querer volver de inmediato a casa. Allí se sentía segura.

La pasada semana apareció una casa de adopción en el barrio de Moratalaz de Madrid, se llama así a quienes sin adoptar mantienen un tiempo a este tipo de perros para que vayan perdiendo el miedo. Solo dos días y tres noches estuvo allí. Al sacarla a la calle el sábado a la mañana para hacer sus necesidades, en un descuido, a su jovencísima acompañante se le escapó, quizá por el alto nivel de ruidos o de gente en esa zona, llevándose la correa atada al cuello. Ni que decir tiene que se movilizaron todos los voluntarios del albergue para dar con ella. También Mª Eugenia, operada de un pie el día anterior, dejó el reposo para buscar a Guía.

La perra desapareció dejando tras de si la impotencia de quienes la tenían a su cargo y de quien en su día la rescató de la obra y le había dado tanto cariño en su casa cuando estuvo herida. Infructuosa tarea esa de buscar un perro acostumbrado a vagar a su aire. Más difícil por ese miedo a la gente. ¿Dónde podría estar?

Sábado y domingo fueron días intensos de búsqueda por todas partes. Finalmente se acudió a la antigua obra donde se la encontró por primera vez… y dijeron haberla visto por allí, con su correa al cuello. Ese hecho centraría la búsqueda en esa zona. De acuerdo con los responsables de la obra se dejó comida y ropa de Mª Eugenia para atraer su atención y olfato, manteniendo una vigilancia más acentuada en ese lugar. Pero se sabía que no se iba a dejar coger por nadie, ni siquiera daría facilidades para su captura, de ahí la vigilancia montada.

Llegó el lunes y algunos comunicantes dijeron haberla visto por esa zona y otra no muy lejana en Coslada. Entonces se llegó a pensar en que hubiera acudido al domicilio de Mª Eugenia en esa población. Nueva vigilancia en la zona y espera de que pudiese aparecer. Para ello se dejó abierto el portal y en él, de vigilia, Mª Eugenia y su perra Trica, atentas por si apareciera.

Cerca de las dos de la mañana, una de las vigilantes voluntarias, le avisó de que se encontraba frente al portal de su casa. Bastó con dejar salir a Trica y de inmediato, al encontrarse las perras, ambas se pusieron a jugar en el jardín donde tantas veces lo habían hecho estos meses. A Mª Eugenia solo le quedó dar la orden de ¡Vamos para casa! y a Trica le siguió Guía con total naturalidad. Una inmensa alegría para la perra, Mª Eugenia y todos los esforzados voluntarios.

Falta saber qué pasó en esos tres días y dos noches y cuál fue su deambular, pero lo cierto es que recorrió muchos kilómetros, atravesando calles, carreteras, autopistas y vías del tren para llegar a lo que consideraba su hogar. Más tarde alguien dijo haberla visto la primera noche por allí, ¡que celeridad en regresar! mientras la buscaban por otros lugares más cercanos a donde se perdió su pista.

Toda la búsqueda de tantas personas y los carteles que fueron pegando en unas calles y otras fueron en vano. De haber podido la perra poner un anuncio en un periódico, este hubiera sido el texto: No me busques, te buscaré yo a ti.

Guía y Mª Eugenia juntas de nuevo

Ahora puede que Guía no vuelva a separarse de Mª Eugenia. Su valor, olfato, fidelidad, agradecimiento y fe en quien, por dos veces, le hizo una protección tan personal, le ha hecho ganarse una adopción plena. Guía no solo guiaba a su prole, sino que supo guiarse a sí misma. Una historia más de la fidelidad de estos animales que nunca nos dejan de sorprender. 

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