lunes, 28 de julio de 2014

México: Sin Temor a los Temores / por Bardo de la Taurina




 SIN TAPUJOS BARDIANOS
‘Sin Temor a los Temores’

Bardo de la Taurina 
La progenitora de aquel toreador de la legua que lo fue Paco’ Cruz (Lo llamaban El Suave) damisela que por línea consanguínea cual flecha directa le tocaba llevar el apellido de un mentado General Cruz al que se le indigestaban los cristeros con su padre Pro y su madre Conchita, entre sus diabluras que olían a pólvora y sus linduras de las que se destacó el gusto por la Fiesta Brava de la cual le llegó para su cobijo un chaval de gallega nacencia llamado Juan Orol el que terminó viéndoselas con ese personaje azufrarado que lo fue Maximino Ávila Camacho, ese que pretendía que la Plaza México llevaría sus apellidos, el que quiso saciar su vanidad de ganadero y le quemaron un toro de lo manso que era en pleno ruedo con una pira que se formó con los cojines que en tropel cayeron de las alturas y pa’ rematar cuenta uno de los renglones torcidos de las leyendas negras que a raíz de que el hermano tirano del presidente Manuel Ávila Camacho, quiso correrle la mano, alborotarle el pelambre zaino y adjudicarse el rabo de la rumbera María Antonieta Pons, que tenía quereres con Orol y este largaba que enveneno al tirano, lo cual parecería no fue del todo exacto, pues en lo particular el Bardo, no considera que los alcances del fantasioso ‘Johnny Carmenta’ nombre gansteril del todólogo Juan Orol, dieran para tanto, el caso es que cuando este escribano escuchaba las ligas del abuelo el mencionado General Cruz quien decía ‘que él no mataba curas, solo los mandaba al infierno’, con ese mundo sórdido la neta que los ‘Temores a los Temores’ le aparecían a este escribano desde siempre.

Aquello fue por parte de la descendencia materna, más por la paterna las cosas no se entonaban mejor, pues imagine usted que en el hacienda ‘Sombretillo’ de la familia del toreíllo allá en Durango se dio el incidente ese que registra la historia en el que quedó involucrado un hijo del hacendado con la hermana del tal Doroteo Arango, quien mató al lagartijo López Negrete, que porque dizque le había hecho la faena a la hermana del que se convertiría en Pancho Villa, el cual juró acabar con toda la descendencia de los del apellido pomadoso de ahí que el abuelo, el padre, los hijos, la tía Lolita, que no era otra que la mismísima Dolores del Rio, tuvieron que emigrar a tierras lejanas para que la ira y las balas del que había asesinado no alcanzaran a la familia lo que si alcanzó fue a intensificar los ‘Temores a los Temores’ de este escribano quien había sido advertido que cuando se apareciera por las duranguenses laderas se pusiera abuzado, primero a quien le dirigía la palabra, pues no sea que se fuera a topar con algún descendiente de Villa y usted sabe que cuando la sangre es resabiada permea en los encastes a pesar del paso del tiempo.

Ante esas vivencias resulta cuando menos pa’ mi menda lógico que por muchos años en mi espuerta cargara los reductos de los ‘Temores a los Temores’, hasta que un día como caídos del cielo vía la mano afortunada de Doña Silvita Pérez Domínguez, quien es hija de un ‘Príncipe’, de un ‘Monarca’, de un ‘Compadre’ amo de Pentecostés e ídolo mayor del México Taurino, como solo el maestro Silverio Pérez lo ha sido, hizo llegar hasta mi los ‘Temores’ del genial Ernest Hemingway, el galardonado con el Premio Novel, por esas cosas del destino que es el devenir de los acontecimiento ese genial director hollywoodense que lo es Robert Richardson, el de los tres ‘Oscares’ estatuillas por cierto para las que posó el ‘Indio’ Fernández, me honro obsequiándome la obra primera edición 1927 ‘Muerte en la Tarde’ de Ernest Hemingway, ante tales joyas e impulsado por lo que el escritor norteamericano significó como impulsor de la Fiesta Brava española y en particular de Pamplona con sus San Fermines, el Bardo de la Taurina en calidad autoral decidió homenajear al autor de ‘Viejo y el mar’ a través de de lo cual se germino el ensayo ‘Sin Temor a los Temores’.

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