jueves, 28 de julio de 2016

Adiós a Canito, el fotógrafo amigo de las estrellas de Hollywood / por Andrés Amorós

 Fotografía de Paco Cano, conocido como «Canito»

"...El destino quiso que fuera el único fotógrafo profesional presente en Linares, la tarde en que murió Manolete. Eso le hizo famoso, en el mundo entero. Me lo contaba con toda sencillez: «Iba yo entonces con Luis Miguel. Me debía dinero y me dijo: “Vente a Linares y liquidamos”...


ABC, 28/07/2016 
La noticia no nos ha sorprendido (tenía 103 años, había sufrido un infarto) pero sí apenado: ha fallecido Paco Cano, «Canito», el más popular de los fotógrafos taurinos. Logró una verdadera hazaña: ser querido por todos los profesionales y aficionados a los toros.

Formaba parte del paisaje habitual de las Plazas de España. Al sonar el clarín y abrirse el portón, asomaba una figura menuda, que llevaba una gorrilla blanca –su seña de identificación–, con su firma, a bolígrafo: «Canito».
Sus orígenes

Había nacido en Alicante, en 1912. Ayudaba a su padre en el alquiler de sillas y toldos cuando dió el primer capotazo a una becerra, que se había escapado. Intentó ser boxeador, en el peso mosca, por su escasa altura (igual que Pepito Aguayo, que llegó a ser el cámara de Luis Buñuel).

También quiso ser torero, me contaba: «En Linares, estuve con Manolete, en su habitación. Me preguntó: “¿Cómo has sido tú, como torero?” Le contesté: “He sido el más torpe del mundo, porque me cogían siempre los toros”. Él replicó: “Si te cogían, sería porque te quedabas quieto...” ¡Me puse más ancho!»

Durante la guerra, en Madrid, le enseñó el oficio de fotógrafo su amigo Gonzalo Guerra. Usó, primero, una Brownie; luego, una Leica, a la que él, como en los inventos del TBO, le unió un tubo. Al acabar la contienda, decidió ser fotógrafo taurino. Como conocía los dos oficios y sabía disparar en el momento justo, se fue haciendo un nombre: hacía reportajes a algunos toreros, colaboró en varios medios (en ABC, entre otros).
El 29 de agosto de 1947

El destino quiso que fuera el único fotógrafo profesional presente en Linares, la tarde en que murió Manolete. Eso le hizo famoso, en el mundo entero. Me lo contaba con toda sencillez: «Iba yo entonces con Luis Miguel. Me debía dinero y me dijo: “Vente a Linares y liquidamos”. Por eso pude hacer aquellas fotografías, que dieron la vuelta al mundo. Tenía colas de gente en casa, para comprarlas. Abusaron un poco de mí pero fueron las que más fama y dinero me han dado... ¡Pobre Manolo ¡Lo he llorado toda la vida: más que a mi padre...» Luis Miguel era su gran amigo: «Ese “tío largo” de Quismondo era un “pájaro”, una “prenda”: orgulloso, inteligente...»

No sólo hizo fotos de toros. Fotografió toda una época, desde la posguerrahasta ayer mismo. Vivió un ambiente único, fue amigo personal de Ava Gardner, Lucía Bosé, Ernest Hemingway, Orson Welles, Grace Kelly y Rainiero, Deborah Kerr, Bing Crosby, Charlton Heston, Concha Piquer, Lola Piquer y Manolo Caracol, Juanita Reina, Juan Valderrama...
«No solo hizo fotos de toros. Vivió un ambiente único»

Siempre confesaba su debilidad por Ava (que, en broma, le llamaba por el apellido, cambiando una vocal y la ene por una eñe): «Era la mujer más bonita del mundo. Como algunos son muy beatos, no quieren que la compare con la Virgen. Yo le dije a mi mujer: “Asunto arreglado: para tí, la Virgen; para mí, Ava Gardner”». Su cara, en primer plano, es la cubierta del libro «Mitos de Cano», que logré hacer, con él, no sin trabajo: el orden no era su especialidad y su archivo fotográfico, que no debe perderse, comprende más de dos millones de instantáneas.

A Soraya, a la que llamaban «la princesa de los ojos tristes», logro retratarla sonriendo, en una fiesta flamenca. A Fleming, el descubridor de la penicilina, en el campo, con sombrero cordobés. A Charlton Heston, en el callejón de la Plaza de Pamplona. A Bing Crosby, delante de una sombrerería de la calle Sierpes. A Gary Cooper, toreando una becerra: como era tan alto, el animal parecía más chico. En el libro, usamos un pie de foto irónico, «Solo ante el peligro»: «Me dijo: “Si te vienes conmigo a Hollywood, haces un papel, en una película mía” A lo mejor, quería que yo hiciese de vaquero malo...»

Era, sobre todo, amigo de sus amigos, pero sabía distinguir: «El más simpático era Hemingway, don Ernesto, y no es porque yo me emborrachara con él. Pero todavía más genio era Orson Welles, y muy cariñoso». Siento debilidad por una fotografía de Cano: en una plaza de tientas, torean al alimón un joven muy moreno, en traje campero, y un señor de pelo escaso, vestido de chaqueta y pantalón. Sostiene cada uno una punta del capote. El más mayor se llama don José Ortega y Gasset; el más joven, don Domingo Ortega. No cabe resumir mejor la unión de toros y cultura.
Homenajes

Desde que cumplió los cien años, recibía muchos homenajes. Hace dos años, el Premio Nacional de Tauromaquia: «Mi mayor orgullo es que, por donde quiera que voy, la gente me quiere, me abraza...». Después de romperse el fémur, siguió yendo a las Plazas. Lo eché de menos, la semana pasada, en el enchiqueramiento de Valencia, donde siempre se sentaba, junto a la puerta, repartiendo abrazos.

Para hacerle rabiar, le preguntaban si tenía carrete en la máquina, si era verdad que sacaba movidas hasta a las estatuas... Él me gastaba la misma broma: «Yo, a Ud., le conozco desde antes de venir al mundo», y me contaba historias de viajes, con mis padres.

Descanse en paz, Canito, excepcional testigo de una época. En las Plazas de toros, al iniciarse los paseíllos, echaremos de menos su gorrilla blanca, sus abrazos y su sonrisa de buena persona.

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