miércoles, 27 de julio de 2016

PONCE CAUTIVA EN SANTANDER. Desde la otra orilla / por Marco H. Hierro




"...Ponce se permite el lujo de torear con paciencia, de haberse ganado el derecho de dictar una vez más otra lección, de erigirse en catedrático del trazo, del pulseo para que no pare el toro, de la muñeca de goma que no pega ni un tirón porque le resulta obsceno al temple someterse a la prisa del mundo. Y esa forma de dibujar, de enamorar, de acariciar vino a la otra orilla desde el mismo cielo. Y Santander se emocionó..."

  • Ponce sublima la belleza al son de Morricone en una obra de arte que cautiva Santander; vuelta para Juan del Álamo y ovación ara Roca Rey con la mediocre corrida de Miranda y Moreno.

LA CRÓNICA DE SANTANDER
Desde la otra orilla

Si el continuo aprendizaje que lleva a la evolución de una carrera y una vida sirve para engrandecer, se hacen gigantes las mentes preclaras que aprovechan lo vivido para llegar a la otra orilla. Al otro lado del río, donde la perspectiva y los años dan serenidad al ansia, aplacan los instintos y las urgencias y saborean cada lance de la vida porque quedan atrás las dentelladas que quiso darle la juventud.

Desde la otra orilla se contempla la vida que antes sólo se vio pasar. La margen correcta del río la conoce Enrique Ponce porque rezuma felicidad. Y tiene el corazón tan grande y el alma tan llena de vida que el artista que se le derrama en cada poro de la piel ya no pugna por gritar su obra; la susurra y la medita, la mima y la tararea porque se sabe lleno de voz. Hoy cautivó Cuatro Caminos con cuarto y mitad de arrancada.

Porque no mereció la repetición del cuarto con fondo el honor de la vuelta al ruedo, pero es tan grande el de Chiva que compartió con sus despojos el calor de la ovación. No tenía la condición, ni la clase, ni la bravura, pero fue pareja de baile perfecta para cumplir La Misión. Así, bañado en las notas de Morricone, creciendo en pureza y verdad la belleza de la obra, fue enamorando Ponce cada trocito de cielo que pareció abrirse entonces para dejar ver al sol.

Todo desde la otra orilla, la que permite bañarte en dulzura y construir con sapiencia, la que reposa el corazón desbocado para que lata mejor, para que baje el diapasón a cero cuando se cambia la mano, cuando se traza muy lento con el beneplácito de la eternidad. ¡Y cómo ruge el toreo cuando se susurra tan alto! Porque el empuje del fondo de ese cuarto repetidor fue el que encontró Ponce se permite el lujo de torear con paciencia, de haberse ganado el derecho de dictar una vez más otra lección, de erigirse en catedrático del trazo, del pulseo para que no pare el toro, de la muñeca de goma que no pega ni un tirón porque le resulta obsceno al temple someterse a la prisa del mundo. Y esa forma de dibujar, de enamorar, de acariciar vino a la otra orilla desde el mismo cielo. Y Santander se emocionó.

Tanto como no logró hacerlo Juan del Álamo con los dos toros asperones y deslucidos que le tocó bregar, siempre desde esta orilla. Porque se le quiere al charro en el escenario de su borla, y responde Juan cada vez que atisba este ruedo, pero de nada sirvió el asiento, la serenidad y la madurez que le van dando poso a su ansia, porque aún no ha cruzado el río y necesitaba el triunfo. Lo necesitaba para volver a esta y a las demás ferias, para no ver cómo debe justificar cada tarde, arrimarse como un perro, torear las embestidas, las arrancadas y los empellones como si fueran los últimos que le tocara ver. Para alcanzar de una vez la orilla buena y sacar entonces el torero tal vez ni él sepa que esconde.

Quizá tampoco sepa Roca Rey dónde se ubica su techo, pero sí sabe desde hoy que hasta su tozuda voluntad de descerrajar puertas grandes se estrella sin remisión cuando se niegan los toros. Valor a raudales le derrochó al tercero, mortecino y vencido por Andrés y por su ausente raza. La del toro, por supuesto, porque sabe el peruano que debe ganar o morir, aunque no siempre lleve premio la victoria. Es lo que tiene esta orilla cuando se pone caprichosa.

Lo ha sabido siempre Enrique, por eso ha llegado a la otra y le dedica piropos, la acuna y la mima como si no hubiese fin. Porque momentos como el de hoy y vidas como la suya se resumen en un trazo. Pero sólo sucede cuando se está en la otra orilla…

FICHA DEL FESTEJO

Plaza de toros de Cuatro Caminos. Tercera de la Feria de Santiago. Corrida de toros. Dos tercios de plaza.

Seis toros de Miranda y Moreno, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre el cuarto.

Enrique Ponce (sangre de toro y oro):oreja y dos orejas.

Juan del Álamo (marino y oro):ovación y vuelta al ruedo.

Andrés Roca Rey (sangre de toro y oro):ovación y palmas.


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