miércoles, 25 de octubre de 2017

El habitante / por Ignacio Ruiz Quintano


Desengáñate. En España lo que falla es el habitante.
(Manolo Cano)

Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Decíamos ayer que nuestra política, como nuestro teatro, está lleno del “complejo” personal de cada autor: a Alarcón, dice Pemán, se le nota la amargura de su joroba; a Tirso, su inferioridad de hijo natural de un duque; y a Lope, la melancolía del rapto de su hija por un Tenorio.

Tenemos delante un Estado de Partidos que ni en su apoteosis puede desprenderse de su “complejo” personal: no parecer franquista. ¿Qué al franquismo le iba la unidad? A nosotros nos va la variedad. Por eso el sueño de reforma constitucional consensuada (el consenso es de tribus primitivas) por los partidos es el de la España variada del año mil, con reyes en Galicia, León, Castilla, Navarra y Aragón; condes de Pallars, Solsona, Cerdaña, Rosellón, Ampurias, Besalú y Barcelona; y taifas en Zaragoza, Lérida, Albarracín, Valencia, Denia, Murcia, Lorca, Almería, Granada, Córdoba, Sevilla, Badajoz y Toledo, en cuyos Anales de 1207 leemos: “E murieron las gentes de fambre… e duro la fambre en el regno hasta el verano… e comieron las bestias e los perros e los gatos e los mozos que podían furtar”.

Los partidos, ahora, se ven todos mal, pero se dejarían matar antes de, entre bomberos, pisarse la manguera, y sólo quieren elecciones: volver a repartir cartas, por ver de mejorar la mano.

Nadie ha definido la tiranía mejor que Hamilton: “donde todo está en una mano”.

Si a los partidos les importara la Nación, establecerían el único sistema representativo, que es el mayoritario; y si les importara el Estado, saldrían corriendo de su panza, donde nunca debieron haberse alojado.

No toda la culpa es de María Soraya, que tampoco es doña Urraca. (A comienzos del XII fracasa la fusión de los reinos peninsulares porque, según Albornoz, chocan “la aspereza de carácter y la debilidad sexual de Alfonso el Batallador y la versatilidad y la libido exaltada de doña Urraca”).

–Desengáñate –decía en estos casos Manolo Cano, apoderado de Curro Romero–. En España lo que falla es el habitante.

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