domingo, 17 de diciembre de 2017

Los autores intelectuales del brutal asesinato de Víctor Láinez están en la calle



Rodrigo Lanza ofreciendo una rueda de prensa en el Colegio de Periodistas de Cataluña.


La izquierda no ha digerido el tsunami de banderas españolas en todos los rincones de España y buscaba cobrarse venganza. Víctor fue el elegido. Y los autores intelectuales de su asesinato andan sueltos.La facilidad con que estos «colectivos sociales» han recibido la compresión y amparo de grupos como Podemos y Barcelona en Comú ha legitimado las actuaciones antisistema y el uso de la violencia. Resuenan ahora las terribles palabras de Pablo Iglesias hace cuatro años, cuando llamaba a “cazar fachas” o a poner en marcha la “justicia proletaria”.




Los autores intelectuales del brutal asesinato
 de Víctor Láinez están en la calle


A.D.
Con su voz impostada de trilero de feria, el pancatalanista valenciano Javier Ruiz, conductor de “Las mañanas de Cuatro”, alcanzaba el paroxismo al difundir la noticia de que un grupo de “ultraderechistas” habían quemado una bandera de ERC en Barcelona. “La extrema derecha eleva la tensión en las calles”, clamó el farsante con fingido alarmismo. A esa misma hora, un hombre bueno de nombre Víctor Laínez se hallaba en muerte cerebral en un hospital de Zaragoza tras la brutal y cobarde agresión sufrida unos días antes por parte de un ultraizquierdista en la órbita de Podemos. La razón del ataque fueron los tirantes con los colores de la bandera española que llevaba la víctima. Javier Ruiz no fue el único. Toda la progresía periodística ocultó la noticia hasta que la reacción social dio visibilidad al suceso.

De no haber sido por el periódico Heraldo de Aragón, posiblemente a estas horas no sabríamos nada de este crimen político. A la mañana siguiente del fallecimiento de Víctor, la mayoría de los medios progresistas dieron al crimen el tratamiento de reyerta pendenciera, sin motivación política alguna. Los principales rotativos catalanes ocultaron la naturaleza del crimen en sus titulares y se refirieron al asesino como el “okupa de ‘Ciudad morta'”, en referencia al suceso ocurrido unos años antes, cuando dejó tetrapléjico a un agente de la Guardia Urbana, que recibió una pedrada el 4 de febrero del 2006 durante el desalojo de una fiesta okupa en la calle Sant Pere Més Baix de Barcelona.

Afortunadamente la tormenta social no tardó en desatarse, tanto por el espantoso crimen como por el doble rasero de la prensa vinculada a la izquierda y el separatismo. Fue la evidencia más clara de la enfermedad moral que sufre un sector de la prensa española. ¿Qué ciclogénesis explosiva televisiva se hubiera montado si en vez de un ultraizquierdista ‘okupa’, la víctima lo hubiese sido a manos de un ultraderechista por llevar un símbolo republicano? Se oculta, se silencia, todo lo que no ayude a victimizar a la izquierda y al separatismo, tanto monta, síntoma inequívoco de que nos enfrentamos a una prensa encanallada y a una izquierda criminosa y enferma. Gracias a medios como éste y otros muchos, se fueron conociendo detalles de la relación que el asesino mantenía con algunas preminentes figuras de la izquierda bolivariana española. Tras reunirse con la madre de Rodrigo Lanza en 2015, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, denunció que se estaba criminalizando la protesta social disfrazándola de problema de orden publico. Se refería al gravísimo suceso que acabó con el humilde policía barcelonés postrado para siempre en una silla de rueda. Nos preguntaríamos por qué tantos dirigentes de la izquierda han amparado, protegido y alentado a un criminal si los antecedentes históricos no fueran tan claros.

Una de las movilizaciones en Zaragoza en defensa de Rodrigo Lanza, cuando fue encarcelado por dejar tetrapléjico a un agente. Vídeo: Fallece un hombre de 53 años que recibió una paliza por llevar tirantes con la bandera española

Como casi siempre que se produce un crimen de odio en España, la ‘conexión catalana’ nunca falta. Rodrigo Lanza ofreció hace meses una rueda de prensa en la propia sede del Colegio de Periodistas catalanes para verter acusaciones contra la justicia y la policía española. Algunos de estos canallas son los que incluyeron a Alerta Digital en la lista de digitales encargados de promover el odio a Cataluña. Ni siquiera han tenido la decencia de respetar al fallecido, mostrándolo vestido de legionario, como una forma subliminal de prejuiciarle ideológicamente.

España se ha convertido en un país donde una agresión tiene diferente grado dependiendo del color político del que la sufre. La jerarquización durante años de los delitos de odio por parte de la izquierda española ha sido una de las razones fundamentales de que Víctor no se encuentre entre nosotros. Si hay países donde se mata por unas zapatillas deportivas, en España ya se mata por el color de unos tirantes.

Es una apelación a la reflexión sobre la anomalía de este país, una de las pocas democracias, por no decir la única, que estigmatiza su propia bandera con tanta saña. Los nacionalismos, en alianza con la ultraizquierda, han impedido su normalización. En Zaragoza, una mente perturbada ha identificado sus colores en unos tirantes como el enemigo a patear.

Si hay partidos que apoyan a los sicarios proetarras de Alsasua, al matón de Bódalo o al filoterrorista de Alfon, lo lógico es que surjan criminales como Lanza. La degradación democrática de la extrema izquierda es tan notoria que debe preocupar al Estado. Quien da cobertura ideológica y social a un criminal no debe desentenderse de sus actos.

Ralea de odiadores henchidos de buena conciencia son los podemitas que ampararon a este sujeto violento cuando cumplió su primera condena por dejar tetrapléjico de una pedrada a un guardia urbano de Barcelona que trataba de llevar a cabo un desalojo. Cinco años de prisión le cayeron. Poco, muy poco tiempo de reclusión, considerando que su víctima vive atada a una silla de ruedas. Por aquel entonces Pablo Iglesias se emocionaba (sic) al ver cómo la turba agredía a un policía antidisturbios de Madrid. Le conmovía esa «expresión de rabia», sabiamente agitada por él, y salía lógicamente en defensa del rabioso barcelonés venido de tierras chilenas, brindándole todo el apoyo de su formación política.

La facilidad con que estos «colectivos sociales» han recibido la compresión y amparo de grupos como Podemos y Barcelona en Comú ha legitimado las actuaciones antisistema y el uso de la violencia. Resuenan ahora las terribles palabras de Pablo Iglesias hace cuatro años, cuando llamaba a “cazar fachas” o a poner en marcha la “justicia proletaria”.

Entre los agitadores contra un estado de conciencia que crece en la proporción que decrece el conformismo suicida de nuestros compatriotas, no sería nada descabellado apuntar a políticos y periodistas. El odio a España, incrementado por los acontecimientos en Cataluña, actúa en todos ellos como un resorte emocional que pretende conducir a muestra patria al basurero de la historia. La izquierda no ha digerido el tsunami de banderas españolas en todos los rincones de España y buscaba cobrarse venganza. Víctor fue el elegido. Y los autores intelectuales de su asesinato andan sueltos.

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