viernes, 17 de agosto de 2018

5ª de feria en Málaga. Gran tope de Ventura, colosal Ponce sin espada e increíblemente “asustado” El Juli / por J. A. del Moral

ENRIQUE PONCE RECIBIÓ EL CAPOTE DE PASEO AL TRIUNFADOR DE LA FERIA 2017 DE MANOS DEL ALCALDE DE MÁLAGA.


Ayer no pude por menos que recordar – siendo yo un neoaficionado bien enseñado por mi señor padre – una memorable tarde celebrada aquí mismo, Málaga, en la que Luís Miguel Doninguín y Antonio Ordóñez cotaron doce orejas y tres rabos con una extraordinaria corrida de Juan Pedro Domecq. De haberse celebrado ahora con estos mismos toros, no pocos aficionados y la mayoría de la crítica, habrían calificado a aquellas seis reses de ratitas. Eran los tiempos de los llamados “chanquetes” con los que tanto los toreros como el público de entonces lo pasaban en grande. Hablamos de hace 59 años…



Gran tope de Ventura, colosal Ponce sin espada e increíblemente “asustado” El Juli

Málaga. Plaza de La Malagueta. Jueves, 16 de agosto de 2018. Sexta de feria en tarde muy calurosa con casi lleno.

Dos toros despuntados para rejones de Guiomar, manejable el que abrió plaza y excelente el que hizo cuarto. Dos de El Vellosino (gigantesco el segundo y muy cuajado el sexto). Dos de La Palmosilla (tercero y quinto), grandes y con genio, endemoniado el último. 
Diego Ventura (de corto con chaquetilla gris): Rejonazo muy trasero, oreja. Medio rejonazo y dos descabellos pie a tierra, gran ovación.
Enrique Ponce (blanco y oro): Dos metisacas y estocada trasera, ovación. Pinchazo y estocada trasera, petición insuficiente y enorme ovación negándose a dar la vuelta al ruedo. 
El Juli (marino y oro): Pinchazo hondo y tres descabellos, división de opiniones. Pinchazo y estocada, pitos.

A caballo destacaron José Palomares y Salvador Núñez, En la brega, Jocho, Mariano de la Viña y Álvaro Montes. Y en banderillas, también de la Viña, Jocho y Montes.


Pasado tanto tiempo y mientras yo viajaba en dos aviones (San Sebastián-Barcelona-Málaga), los veterinarios de La Malagueta hicieron una escabechina y de los toros que se iban a lidiar, solo quedó un par. Dos más que respetables y cuatro mastodontes pasados de edad porque los hubo de cinco y uno de seis años. Vamos, como para salir corriendo y que atoree San Isidro…

Con los que mató mal el prologuista de a caballo, Diego Ventura, en este mano a mano entre Enrique Ponce y El Juli, no hubo problemas. Mató los que estaba previsto. Y si Diego no cortó un par de rabos fue por sus fallos con el rejón de muerte. Aunque no sé casi nada de rejones y, además, no me gusta el toreo a caballo con reses mochas de Guiomar, me limito a decir que Ventura estuvo verdaderamente impresionante. Pero…


Pero hay tantísima diferencia entre el toreo a caballo y el de a pie, que estas mixturas deberían estar prohibidas. Yo lo paso fatal viendo como la gente se entusiasma con los caballeros y como con los matadores de a pie se aplican en exigirles tanto como si sus toros estuvieran tan groseramente afeitados como los de los rejoneadores. Así pues, solamente decir que Diego Ventura estuvo como suele, cumbre.


La plaza estaba casi llena y la verdad es que no era para menos. Las dos máximas figuras del toreo actual frente a frente. Ambos recién llegados triunfantes y gloriosos de San Sebastián.


No me chocó que Enrique Ponce estuviera como estuvo salvo con la espada que ayer para nada dio en la diana. Pero antes, tanto con el gayumbazo primero de la ganadería El Vellosino – había sido sobrero en la corrida de Ponce en San Isidro – como con el quinto de La Palmosilla que fue otro “tío” cuasi inviable y peligrosísimo por el el pitón izquierdo, Enrique estuvo como siempre y, actualmente, mejor que nunca en su ilimitada carrera absolutamente triunfal.


Su primera faena, brindada a Javier Conde y a su esposa Estrella Morente, fue una lujosa colección de bellísimas estampas del toreo sobre ambas manos y de todas las clases del clasicismo que en sus manos adquieren rango celestial. La Maestría se unió a la delicadeza. El temple a la dulzura. El clasicismo a un sueño hecho realidad. Y eso que el mastodonte siempre embistió como dormido, despertándose solamente en cada muletazo del gran maestro valenciano con la pega de sus repentinas caídas, feos instantes que, pese a su inoportunidad, apenas paliaron la magnífica composición. De no haber matado Enrique tan mal, habría cortado una oreja. Y de no haberse caído varias veces el toro, las dos. La ovación que recogió, entusiasta y agradecida.

Pero faltaba el quinto, de La Palmosilla, y con este pudimos gozar aún más aunque francamente asustados porque ver a Ponce jugarse la cornada como si fuera un principiante sin contratos, al tiempo de ir resolviendo magistralmente todos los inconvenientes que presentó el morlaco, fue ocasión de superlujo. La absoluta entrega del maestro en pos de su ilimitada categoría y especialísima clase, la guardaré en mi memoria para siempre. Que un señor que lo tiene todo hecho y todo ganado en el toreo y en todas las plazas del mundo se exponga como se expuso ayer Enrique es algo tan inaudito como histórico. Porque una cosa es “resolver” y otra torear a este bruto ejemplar como si fuera un sumiso colaborador.


Muy al final de la faena, oímos una inoportuna voz desde el tendido que acusó a Ponce de no haber usado la mano izquierda. Enrique se volvió hacia quien se lo había afeado y le dijo: “Ah, pero es que no ha visto usted como es por el izquierdo?, mírelo ahora mismo...” Y Enrique citó tres veces por el criminal pitón, dejando al vocinglero en el mayor de los ridículos.

Tras fallar a espadas, la ovación fue grandísima y muchos le rogaron que diera la vuelta al ruedo. Con un gesto determinante se negó a recoger el capote que le estaba ofreciendo Mariano de la Viña para que la emprendiera.

Al otro maestro, don Julián López, le vimos ayer desconocido por su falta de interés en resolver la papeleta con el mal tercero de La Palmosilla y como nunca le habíamos visto de asustado y hasta diría que aterrodizado con el barrabás de El Vellosino. Hasta se tiró de cabeza al callejón por el peligroso acoso que sufrió junto a las tablas en el arranque del trasteo muletero. Ayer vimos a un desconocido Juli a la deriva. Increíble pero cierto. Acabábamos de verle glorioso y mejor que nunca con la muleta en San Sebastián. Pero en este duelo sin orejas con Ponce, el valenciano arrasó al madrileño. Quede dicho.

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