domingo, 24 de febrero de 2019

La Maestranza anclada en el siglo XIX / por Paco Mora



Pues mire, se lo voy a decir: Ponce no va a su Feria porque le ha exigido tratamiento de figura en ganaderías, dinero y fechas, y en eso ni usted ni los señores maestrantes están dispuestos a ceder, porque significaría una reducción de ganancias para ustedes.

La Maestranza anclada en el siglo XIX

Paco Mora
“...Ya sé que faltan algunos, pero ¿a quién quito?”, ha dicho Ramón Valencia sobre los carteles de la Feria de Abril que acaba de hacer públicos. Vamos don Ramón, no nos infravalore tomándonos por tontos a los que escribimos sobre las cosas del toreo. Habría quedado mejor diciendo; “La guitarra es mía y la toco como me da la real gana”. Y “tutti contenti”. ¿Qué a quien podría quitar para hacer justicia con algunos que se han ganado en el ruedo de su plaza el derecho a estar anunciados en la Feria de este año? Pues mire usted, mismamente a varios de los que figuran en los carteles gracias al cambio de cromos con otras empresas que manejan toreros que no pueden exigir, y se han de conformar con lo que les den o quedarse sentados.

Y como resulta que no es con las figuras con quienes ustedes -los caciques del empresariado taurino- se enriquecen porque con ellas tienen que retratarse y repartir, aquí paz y después gloria. Por eso prefieren carteles más modestos, aunque no tiren de la taquilla, porque con esos todo son ganancias para ustedes. Está más claro que el agua clara, que aquí todo se sabe y el mas necio hace relojes de madera, y además le funcionan, don Ramón. ¿Cómo puede usted decir que todavía no sabe bien porqué Enrique Ponce no está anunciado en Sevilla? ¡Vamos hombre! ¿Quiere que se lo diga un servidor? Pues mire, se lo voy a decir: Ponce no va a su Feria porque le ha exigido tratamiento de figura en ganaderías, dinero y fechas, y en eso ni usted ni los señores maestrantes están dispuestos a ceder, porque significaría una reducción de ganancias para ustedes.

Lo de Curro Díaz es más sangrante; a él y a su apoderado ni les ha descolgado el teléfono. ¡Qué dirían los vecinos si usted se rebajara a tales menesteres! ¡Ay don Eduardo y don Diodoro! Bajen y llévense a sus sucesores, porque están convirtiendo La Maestranza que heredaron de ustedes pimpante y llena de prestigio, en el último reducto decimonónico del negocio taurino.

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