martes, 14 de abril de 2020

¿PACTOS? CON EL NECIO SEPULTURERO ¡¡NO!! / por Luis Ibáñez



Conociendo a Sánchez, un tipo sin escrúpulos ni más ideología que su propio ego y su psicópata afán por permanecer en el poder, cabe preguntarse si en el fondo persigue la consecución del pacto que ofrece o si es una mera operación de distracción de la sociedad española víctima del altísimo coste de su pésima gestión. 

¿PACTOS? 

CON EL NECIO SEPULTURERO ¡¡NO!! 

Luis Ibáñez
Madrid, 12. 04.2020 
En la rueda de prensa de ayer tras el Consejo de Ministros extraordinario, la portavoz del Ejecutivo con su desparpajo habitual aprovechó su comparecencia para hacer proselitismo de un nuevo pacto, que tratan de impulsar como una necesidad perentoria y de sentido de Estado, presentándolo poco menos que como una renovación de los Pactos de la Moncloa. Es algo bastante descabellado desde el punto de vista de las circunstancias existentes en 1977 y las actuales. Pero hay que reconocer el gancho propagandístico de la cita, y es que en esta materia el PSOE es un consumado maestro. 

Conociendo a Sánchez, un tipo sin escrúpulos ni más ideología que su propio ego y su psicópata afán por permanecer en el poder, cabe preguntarse si en el fondo persigue la consecución del pacto que ofrece o si es una mera operación de distracción de la sociedad española víctima del altísimo coste de su pésima gestión. Yo me inclino por lo primero, un pacto amplio requeriría unos plazos de ejecución que los fontaneros de Moncloa dilatarían a lo largo de la legislatura y con ello estarían logrando mutualizar las responsabilidades políticas y a la vez abriendo una posibilidad a la continuidad de la legislatura (hoy parece que de muy poco recorrido). Pero creo son conscientes de la inviabilidad de alcanzarlo dado el antagonismo y la disparidad de intereses de los interlocutores invitados, puede tratarse de una mera operación más de propaganda y de desgaste de la oposición, lo cual parece concordar bastante con las intervenciones en el Congreso que vimos por parte de la inefable portavoz del PSOE, Adriana Lastra, y todos los representantes de los partidos coaligados, que fueron un ataque despiadado a la oposición. Es decir, la operación de renovar los Pactos de la Moncloa, ante su manifiesta inviabilidad, sea simplemente una maniobra de distracción y su previsible fracaso un argumento para que los medios de desinformación perfectamente engrasados por este Gobierno desaten una campaña contra la oposición, principalmente contra el PP que parece está en pleno ascenso. 

Un esfuerzo del aparato mediático del PSOE que, posiblemente, resulte infructuoso ante la calamitosa imagen que ha dado Sánchez por su incapacidad e irresponsabilidad. Hoy la OMS pone a España como el mejor ejemplo de mala gobernanza de la pandemia: mayor número de muertos por habitante (eso sin contabilizar los muertos reales por carecer de diagnóstico) y el escandaloso número de infectados entre los heroicos profesionales sanitarios obligados a trabajar en condiciones tercermundistas. Ayer los medios recogían una crítica lapidaria a Sánchez y su Gabinete firmada por la prestigiosa investigadora Soeren Kern del Gatestone Institute de New York a quienes acusa de haber minimizado la pandemia por mero interés de su política de partido que primó sobre la salud de los españoles. 

Parece claro que cuando amaine la intensidad de la pandemia y se vaya recuperando la normalidad, será inevitable que la sociedad española haga balance de lo sucedido y se inicie un sinnúmero de acciones de reclamación contra el incompetente Gobierno Sánchez. De hecho ya están surgiendo iniciativas al respecto y aparecen las primeras querellas ante los tribunales de justicia e incluso denuncias ante los organismos internacionales como la que acaba de presentar el Sindicato de Enfermería ante la OMS

La oposición está actuando de forma responsable al permitir el estado de alarma y confinamiento de la ciudadanía, pues es la única forma de frenar la pandemia y de reducir el pavoroso número de víctimas. Pero tan pronto se vaya recuperando la normalidad solo cabe una opción de higiene democrática: Sánchez no puede seguir como presidente del Gobierno. Es una cuestión de exigencia de su responsabilidad política y de la dignidad de las miles de víctimas y sus familias consecuencia de su torpeza y sectarismo. 

El pasado jueves, tras los fracasos de las anteriores reuniones maratonianas del Eurogrupo, se alcanzó un acuerdo que queda lejos de las pretensiones de Sánchez de mutualizar entre los países miembros el coste brutal que va a suponer paliar los efectos del coronavirus sobre las economías mediante la emisión de eurobonos. El acuerdo se ha alcanzado tras ceder nuestros aliados de los países del norte a liberar de forma inmediata los fondos del MEDE por 540.000 millones de euros y otros 200.000 millones de fondos europeos, suprimiendo los controles sobre su empleo. Es de suponer que se podrán arbitrar algunas ayudas adicionales más a través del BEI, el FMI y que el BCE continuará expandiendo su balance comprando deuda soberana y privada. Pero no nos engañemos: las deudas hay que pagarlas. Y tengamos en cuenta una premisa fundamental, España debe tratar de endeudarse lo menos posible si quiere mantener su soberanía y no incrementar hasta la temeridad su vulnerabilidad. Un exceso de endeudamiento nos deja a la merced de las compras de Deuda por parte del BCE, un cambio en su política de compras nos llevaría a una prima de riesgo disparada y a la quiebra del Reino de España con lo que ello conlleva (Grecia es un buen ejemplo). 

Así que aviso para navegantes. Claro que hace falta un gran pacto patriótico. Es urgentísimo y de extrema necesidad sentarse en una mesa todo el arco parlamentario, como lo es recortar de forma drástica todo el gasto superfluo, que es muchísimo. Sería un suicidio pretender seguir como si nada estuviese pasando. Tras cinco años con un crecimiento superior a la media europea hemos sido incapaces de doblegar el déficit público. Nuestro exacerbado gasto ineficiente es insostenible. Hay que abordar cambios profundos en la fallida organización territorial del Estado, replantearse una disminución radical en el número de políticos, y hay que suprimir, bisturí en mano, todas las subvenciones y chiringuitos que parasitan en los presupuestos de las diferentes administraciones, sea la general del Estado o las autonómicas y locales. 

Continuar endeudándonos más sin hacer estos deberes elementales sería un ejercicio de irresponsabilidad. ¿Es consciente nuestra abducida sociedad de la gravedad de la situación económica? ¿Habrán entendido algo nuestros partidos políticos? ¿Sabrán estar a la altura? 

Permítanme les exprese mi pesimismo al respecto y que emule a mi manera a los británicos: ¡Dios salve a España!

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