sábado, 28 de noviembre de 2020

PSOETA / por Jesús Laínz

 La portavoz de Bildu en el Congreso, ante Sánchez y Calvo

 ¿A cuántos socialistas conoce usted, indiscreto lector, que brindaran con champán cada vez que ETA asesinaba a un policía o un militar, por no hablar de Carrero Blanco? El que suscribe confiesa conocer a unos cuantos, con nombres y apellidos, que siguen recordándolo con orgullo.

PSOETA

Jesús Laínz
El Manifiesto - Noviembre/2020
La actual alianza de Sánchez y el muy filoetarra Iglesias con el brazo político de ETA no es más que la lógica consecuencia de todo lo anterior.

¡Qué escándalo por el acuerdo entre el Gobierno y los criptoetarras! ¿Qué pesará más, la ignorancia o la hipocresía? Empeñándonos en ser benévolos y, por lo tanto, en suponer que pesa más la primera, recordemos brevemente algunos datos.

El primero es de 1934. Porque cuando los socialistas se encontraban ultimando los preparativos revolucionarios, Indalecio Prieto se reunió con el PNV en una dependencia de las Cortes para hacerles la oferta que uno de los presentes, Telesforo Monzón, peneuvista y futuro dirigente batasuno, recogería en sus memorias:

Los abertzales fuimos, también en aquella ocasión, insistentemente invitados a sumarnos a la revuelta anticonstitucional, y fue el propio Indalecio Prieto quien pidió hablar con nosotros apremiantemente en una de las salas del Congreso para ofrecernos, de forma poco velada, la independencia de Euskadi a cambio de nuestra ayuda al levantamiento: “Yo no he sido partidario de este levantamiento –nos dijo–, pero acepto la disciplina de mi partido. Si ustedes nos ayudan, nos podríamos entender. Yo prefiero una Euskadi independiente a una España retrógrada y de derechas”.

Con la Guerra Civil, el proceso de asimilación del ideario separatista por parte de la izquierda española se acentuó. Un desorientado Julián Zugazagoitia, veterano dirigente del PSOE vizcaíno, lo explicó así en Guerra y vicisitudes de los españoles, escrito pocos meses antes de morir fusilado en la España de Franco:

Los comunistas, siguiendo instrucciones de su comité central, acentuaron su nacionalismo euzkadiano, y algo parecido, aun cuando con mayor mesura y timidez, hicieron los socialistas. El proceso de este mimetismo colectivo necesitará ser estudiado con detalle.

Su camarada Miguel Amilibia, diputado socialista guipuzcoano, confirmaría lo advertido por Zugazagoitia. Porque se alegró mucho del nacimiento de ETA y tras la reinstauración de la democracia se incorporó a la recién nacida Herri Batasuna, de cuya dirección formó parte hasta su fallecimiento.

En vida de Franco, los socialistas celebraron los crímenes de ETA por considerar que era la vanguardia de la lucha antifranquista. ¿A cuántos socialistas conoce usted, indiscreto lector, que brindaran con champán cada vez que ETA asesinaba a un policía o un militar, por no hablar de Carrero Blanco? El que suscribe confiesa conocer a unos cuantos, con nombres y apellidos, que siguen recordándolo con orgullo.

Tampoco es de extrañar, pues, al fin y al cabo, ETA siempre se definió como “organización independentista, socialista y revolucionaria” y ha declarado tener por objetivo “la creación en Euskal Herria de un Estado socialista independiente de España y Francia”. En su asamblea de 1963 se definió explícitamente como socialista. Trece años más tarde, la denominada izquierda abertzale estableció un programa político básico, origen de Herri Batasuna, bautizado Alternativa KAS: Koordinadora Abertzale Sozialista. Y bien claro lo dejaban en la firma de sus cartas de extorsión:

 “Organización militar socialista revolucionaria vasca de liberación nacional. Gora Euskadi askatuta. Gora Euskadi sozialista. Euskadi ta askatasuna”.

Hablando de goras, durante los años electorales hasta su llegada a la Moncloa, Felipe González siempre terminó sus mítines en tierra vasca con el mismo “Gora Euskadi askatuta!” de peneuvistas y etarras. Y prometió la convocatoria de referendos de autodeterminación para que los vascos y otros pueblos oprimidos pudiesen decidir su permanencia o salida de España, ya que, como proclamó la Declaración Socialista de Guernica de 10 de julio de 1977, la Constitución que proponía el PSOE se basaba en la plurinacionalidad del Estado español y en que la soberanía nacional de los españoles no existía, sino que “el poder emana de cada uno de nuestros pueblos”.

La visión izquierdista establecía su naturaleza de organización antifranquista, por lo que ETA tendría que haberse disuelto una vez instaurada la democracia. Paradójicamente, los 34 asesinatos cometidos por ETA en vida de Franco supusieron el 4% del total. El 96% restante (863), fueron asesinados durante el régimen democrático. Esto demostró que la ensoñación izquierdista fue un error: el enemigo de ETA no había sido el franquismo sino España, fuese cual fuese su régimen. Pero todo esto fue indiferente para la gran mayoría de unos socialistas que siguieron viendo con buenos ojos los crímenes de ETA. Juan Carlos Girauta, por ejemplo, ha explicado en numerosas ocasiones que abandonó el PSOE al contemplar estupefacto cómo los militantes socialistas presentes en la sede barcelonesa estallaban en aplausos ante la noticia televisada del asesinato de unos militares en 1986, con su partido sentado en la Moncloa.

La recta final de la alianza PSOE-ETA comenzó cuando el Tribunal Constitucional, controlado en 2011 por el Gobierno de Zapatero, desautorizó a un Tribunal Supremo que había sentenciado que Bildu forma parte de la estrategia terrorista de ETA, con lo que posibilitó su participación en las instituciones. La actual alianza de Sánchez y el muy filoetarra Iglesias con el brazo político de ETA no es más que la lógica consecuencia de todo lo anterior.

Además, ¿qué distingue al PSOE del brazo político de ETA? ¿No son ambos partidos izquierdistas en los que se saludan puño en alto? ¿No se distinguen ambos por su furioso antifranquismo? ¿No promueven ambos la Ley de Memoria histórica y el reavivamiento de los rencores de la Guerra Civil? ¿No se definen ambos como izquierdistas, progresistas, feministas, antifascistas, partidarios de la ideología de género, de las cuotas igualitarias, de la inmigración desbocada, del aborto, de la gretofilia, del chavismo, del indigenismo, del antirracismo, de la cristianofobia, de la islamofilia, de la derrota de Trump, del Black Lives Matter y de cualquier otra bandera de enganche del pensamiento único progresista? ¿Dónde está la diferencia? La única habría podido ser su distinta adscripción nacional: la voluntad de unos de destruir España y la de los otros de conservarla para por lo menos tener algo que gobernar. Pero claro está que ni siquiera esto puede alegarse.

En resumen: lo sorprendente no es que el PSOE haya alcanzado un acuerdo con el brazo político de ETA. Lo sorprendente es que todavía haya alguien que se sorprenda.

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