viernes, 14 de octubre de 2022

Cincuenta años de la tragedia de Los Andes / por Pla Ventura


 "...Tras la hecatombe sobrevivieron dieciséis personas de las cuarenta y cinco que formaban el pasaje; para mayor desdicha, muchos de los que estaban con vida resultaron heridos de mucha consideración y, los menos resultaron ilesos. Si de milagros hablamos, lo dicho fue todo un milagro. Que un avión impactara de lleno contra las montañas y que tras el accidente quedaran seres vivos, que cada cual califique la historia como quiera..."

 Cincuenta años de la tragedia de Los Andes

Pla Ventura
Toros de Lidia/13 octubre, 2022
Tal día como ayer, 12 de octubre, despegaba desde Montevideo un avión de las fuerzas aéreas uruguayas que transportaba al equipo de rugbi Stela Maris, el que dos días más tarde jugaría contra un equipo chileno. El aparto en cuestión, por problemas en el espacio aéreo fue obligado a aterrizar en tierras argentinas, concretamente en la ciudad de Mendoza. Solventado el inconveniente aludido, al día siguiente, 13 de octubre, emprendía su rumbo hacia Chile. Viajaban en el aparato cuarenta y cinco personas entre componentes del equipo, familiares y amigos. Lo que no sospechaban los viajeros es que, tal día resultaría fatídico para ellos puesto que, una enorme desdicha les marcaría para siempre en aquella fecha del año 1972.


Cuando el aeroplano sobrevolaba por tierras andinas, una fuerte tormenta impidió el control del aparato por parte de sus pilotos y, breves instantes después el avión se estrellaba a tres mil metros de altitud en plenas montañas de Los Andes. La aeronave partió una de sus alas, luego la segunda y más tarde el fuselaje. Lo lógico es que todos los ocupantes hubieran muerto en aquel impacto súbito pero, la tragedia, para los dieciséis supervivientes comenzó cuando se dieron cuenta de la situación y, lo que era más grave, estaban vivos.

Tras la hecatombe sobrevivieron dieciséis personas de las cuarenta y cinco que formaban el pasaje; para mayor desdicha, muchos de los que estaban con vida resultaron heridos de mucha consideración y, los menos resultaron ilesos. Si de milagros hablamos, lo dicho fue todo un milagro. Que un avión impactara de lleno contra las montañas y que tras el accidente quedaran seres vivos, que cada cual califique la historia como quiera. Eso sí, quedaron atrapados en lo que quedaba del avión, con cuarenta grados bajo cero, miles de metros de nieve por todos los costados, sin alimento alguno, sin aparato de radio para poder pedir ayuda y, a los que sobrevivieron les mantenía vivos en los primeros días la esperanza de que serían rescatados.

Un día, dos días, tres días…..una semana y, tras ese tiempo digamos prudencial no albergaban ilusión alguna para ser rescatados y, en ese preciso instante empezó la gran tragedia puesto que, había que sobrevivir y alimentos no tenían. Mucho dirimieron al respecto los que estaban con vida que, a su modo y manera, intentaban ayudar a los heridos pero, todos, sin duda alguna ya estaban desfallecidos. Hubo discusiones tremendas, pero no quedada la más mínima duda de que tenían que comer y el único alimento que tenían eran sus amigos muertos. Dura era la decisión pero, al final, todo el mundo la acató. ¡Qué remedio!

Pese a que habían decidido alimentarse con los cuerpos de sus compañeros, por momentos, les atacaba el pánico, de forma muy concreta en lo que a la incertidumbre se refiere puesto que, pasados los días, habían perdido la esperanza de que alguien les rescatara. A medida que trascurría el tiempo algunos de los heridos iban muriéndose, lo que agravaba mucho más la situación. La tragedia era dantesca y nadie aportaba la más mínima solución. ¿Qué solución tenían que aportar en aquellas condiciones infrahumanas en todos los sentidos?


Cuando habían pasado más de dos meses en aquel infierno, a la desesperada, optaron por salir en busca de reencontrarse con el mundo y, aquellos valientes se llamaban Nando Parrado y Roberto Canessa, los que tras un primer intento fallido, en aquella ocasión pasaron diez días con sus noches caminando y ni siquiera ellos sabían hacia donde iban y, de repente, encontraron un riachuelo, lo que certificaba que la civilización debería de estar muy cerca. Llegaron a la orilla del rio exhaustos, sin fuerza y, a la desesperada lanzaron un mensaje con una piedra hacia el otro lado del rio en el que divisaron a un arriero llamado Sergio Catalán, el que no daba crédito ante los personajes que tenía frente a sus ojos. Para Sergio Catalán, según sus declaraciones que hizo días más tarde, hasta estaba convencido de que eran seres de otro planeta. ¡Cómo estarían aquellas criaturas!

Aquel arriero anónimo, en un instante se convirtió en uno de los hombres más famosos del mundo porque había sido el puente entre los desdichados de Los Andes y él que, con su ayuda, les rescataron con vida, pero no olvidemos que, aquel infierno duró más de setenta días que, sin el riesgo que asumieron Nando Parrado y Roberto Canessa, todos hubieran muerto en la montaña.

Como era lógico, los supervivientes se convirtieron en los hombres más famosos del planeta puesto que, la noticia conmovió al mundo entero. No podía ser de otra manera. Una vez recuperados en sus cuerpos, como chavales que eran, cada cual emprendió su nueva vida y casi todos triunfaron en las profesiones que emprendieron para, más tarde, algunos, cuarenta años después, hasta contaron su aventura en sus respectivos libros, amén de la novela que se hizo en aquel momento, ¡Viven!, la que resultó ser el libro más vendido del mundo por razones obvias.


Los autores, Nando Parrado, Pablo Vierci, Pedro Algorta, Roberto Canessa y alguno más, todos contaron con detalle y orgullo que supuso para ellos aquella infernal aventura que, como todos confesaron, nunca la utilizaron como excusa para medrar en nada, incluso, algunos como Pedro Algorta, hasta tenían vergüenza de contar sus vivencias en público porque creían que aquello no le interesaba a nadie cuando, como era natural y lógico, dicha tragedia, la que antes había conmovido al mundo era la lectura que todos los lectores querían tener frente a sus ojos. De los dieciséis que sobrevivieron, hace pocos años murió uno de los componentes y, en la actualidad, cincuenta años después, quince seres humanos siguen vivos tras haber transitado junto a la muerte en las montañas de Los Andes. ¡Los milagros siguen existiendo! Tras saber lo de la tragedia de Los Andes, ¿quién es el valiente que pone el duda que semejante hecho no era un auténtico milagro, pese a todas las connotaciones que ello supuso durante todo el tiempo que estuvieron los supervivientes en las montañas?

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