viernes, 21 de octubre de 2022

Yo no soy un golfo / por Pla Ventura


Todos, si fuéramos nuestros abogados defensores diríamos que somos inocentes. ¿Conoce alguien a un solo ser humano que se declare culpable por las buenas? Yo no he conocido a nadie. Por dicha razón, en semejante tesitura se encuentra Simón Casas que, para auto defenderse sigue siendo el mejor.

Yo no soy un golfo
Pla Ventura
Toros de Lidia/20 octubre, 2022
Así se pronunciaba Simón Casas ante la prensa, esgrimiendo que él no es un golfo, algo que nos dejaba perplejos con rotundidad porque de toda la vida de Dios, nadie tiene derecho para hacer juicios de valor sobre uno mismo; cualquiera puede cantar misa pero, que le crean eso ya es harina de otro costal. Y, para su desdicha, Simón Casas lleva “siglos” tratándose de defenderse de acusaciones que, según él son totalmente inciertas. Pero lo dice él, no lo demás y es ahí donde radica la gravedad del asunto.

Todos, si fuéramos nuestros abogados defensores diríamos que somos inocentes. ¿Conoce alguien a un solo ser humano que se declare culpable por las buenas? Yo no he conocido a nadie. Por dicha razón, en semejante tesitura se encuentra Simón Casas que, para auto defenderse sigue siendo el mejor. La cuestión está en que le crean, raíz auténtica del problema que arrastra este hombre famoso, rico, empresarios de muchas plazas, entre ellas la primera plaza del mundo como es la de Madrid, amén de ostentar el rango de ser presidente de los empresarios taurinos.

Yo no soy un golfo, dice Simón Casas. La pregunta es obligada, ¿por qué se defiende usted de algo que no lo es? La gente honrada no va por las calles con pancartas presumiendo de su honradez porque, ante todo, es algo que se le presume a cada ser humano; la cuestión empieza por complicarse cuando uno mismo trata de defenderse de críticas que le llueven por todos los costados. Para colmo, Casas, exige que todo el mundo hable bien de la fiesta, refiriéndose a todo aquel que ostente una tribuna en la que pueda pronunciarse.

Analicemos. ¿Qué es hablar bien de la fiesta? Según Casas, hablar bien no es otra cosa que secundar a los empresarios en sus tropelías, a los toreros que matan el burro afeitado y transigir ante todo lo que ellos quieran. ¿Esa es la doctrina que pretende el productor francés que en muchas ocasiones, tras escucharle parece que es un espectador más sin darse cuenta de que es el auténtico protagonista de todo aquello que huela a discordia? ¿Hablar bien es callar y no denunciar que, por ejemplo, en Madrid, cuesta una entrada el mismo precio en San Isidro para ver a Morante que a Gómez del Pilar, será que ambos cobran lo mismo?

Mucha carga emocional debe de pesar sobre este hombre que, insisto, rico y famoso, es incapaz de soportar la menor crítica puesto que, por ejemplo, en el tema de los apoderamientos de los toreros los ha tenido por decenas y con todos ha terminado de mala manera. ¿Será que los diestros no le comprendían y que todos son muy malos y el bueno era él? Simón Casas tiene la suerte de que en el mundillo de los toros, los toreros, la inmensa mayoría, por cobardía, todos callan y mucho más desde que él es el empresario de Madrid porque, como es notorio, el que se le ocurra decir esta boca es mía deja de torear en el acto. Así, apoyándose en esa fuerza que le da el poder que ostenta logra que calle todo el mundo pero, aunque sea sin difusión alguna por el miedo aludido, las críticas sobre su persona tienen un fundamento inenarrable.

¿Qué pasaría, por ejemplo, si pudiéramos reunir en una sala a todos los toreros que Casas ha apoderado y que de forma libre expusieron los motivos de su ruptura, lo digo porque algunos, como Paco Ureña, le duraron un suspiro? ¿Todos los toreros son malas personas? Lo digo porque, ante las declaraciones del productor los malos son siempre los demás. Recordémosle a Simón Casas que, las buenas personas jamás han tenido que defenderse de lo que él llama bulos infundados porque no han existido en sus vidas. ¿Acaso Vicente Ferrer tuvo que defenderse alguna vez de calumnias infundadas? ¡Jamás! Es la prueba evidente de que todo aquel que camina por el sendero de la honradez no es nunca objeto de crítica alguna.

Taurinamente dicho, ¿alguien ha criticado la faena de Fernando Robleño en Madrid frente a aquel encastadísimo toro de José Escolar? Rotunamente, no. ¿Por qué? Porque fue un acto bellísimo y lleno de verdad. Por el contrario, todo el mundo criticó con dureza el aumento del precio de las entradas sueltas en Las Ventas porque, aunque estén en su derecho de hacerlo, aquello resultó una barbaridad que dejó perplejos a todos. ¿Se puede hablar bien, entre otras muchas cosas, de los toros aborregados que lidia a diario Juan Pedro para uso y disfrute de sus lidiadores? ¿Se puede hablar bien del colectivo empresarial cuando dejan en la cuneta a muchos triunfadores que, amparándose en sus éxitos quieren lanzar sus carreras? ¿Se puede hablar bien de aquellos empresarios que les pagan una miseria a los toreros, causa y motivo de todas las rupturas que existen a final de año al respecto y del que dicho asunto Simón Casas sabe más que nadie?

Eso sí, para vender humo, Simón Casas es único en su género. En su primera temporada en Madrid se dejó entrevistar por Federico Arnás, confesando que había perdido dinero, que no habían ganado un duro y que todo había sido una ruina. ¿Y quería el productor que le creyésemos? O sea que, tras la organización de su primera temporada en Madrid dijo haber perdido dinero y que para colmo, como gestor, no cobró un solo euro. Tras aquellas sandeces pretendía Casas que le creyésemos. Por declaraciones como la descrita es por lo que Simón Casas perdió el crédito entre la afición. Pero él sigue insistiendo en su honradez, en sus gestiones maravillosas y, por encima de todo, de que todos caigamos rendidos antes sus pies. Alabado sea Dios.

Si de golfos hablamos, observemos la foto

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