miércoles, 24 de mayo de 2023

Vinicius. No es racismo, es corrupción / por Itxu Díaz


A Vini Jr. no le insultan por negro, le insultan por ser el mejor jugador del mundo y por ser del Real Madrid, el mejor club del mundo y, por tanto, el más admirado fuera y el más odiado dentro de nuestras fronteras, en buena parte gracias a las campañas de odio que durante años han impulsado los del Negreira Fútbol Club, pero no quiero desviarme.

No es racismo, es corrupción
Itxu Díaz
La Galerna / 23 mayo, 2023
No es la raza. ¿A quién coño le importa la raza hoy? Si apenas quedan cuatro blancos en la Europa del suicidio demográfico y a nadie parece importarle lo más mínimo. No, no es racismo. Es antimadridismo. Es negreirismo. Solo eso. Podemos comprar la mercancía averiada de los debates ficticios posmodernos, y llenarnos de brazaletes, de spots bienintencionados, de iconitos cojoneros en las retransmisiones, y de todo lo demás, pero estaremos poniendo la solución donde no está el problema. A Vini Jr. no le insultan por negro, le insultan por ser el mejor jugador del mundo y por ser del Real Madrid, el mejor club del mundo y, por tanto, el más admirado fuera y el más odiado dentro de nuestras fronteras, en buena parte gracias a las campañas de odio que durante años han impulsado los del Negreira Fútbol Club, pero no quiero desviarme.

Se trata de un problema exclusivo de la Liga española. No de España, ni del Real Madrid, ni —por supuesto— del jugador. Antes de empezar todo este lío, los que consintieron que hubiera carta blanca para atizar a un futbolista impunemente, vaya usted a saber por qué, fueron los árbitros. Los que provocaron que partido a partido se caldeara el ambiente dentro y fuera del césped fueron ellos, negándole la protección del reglamento a nuestro crack. Los primeros en faltarle al respeto a Vini Jr. fueron los colegiados españoles, que lograron sacarlo de quicio a base de poner un listón diferente al que reciben el resto de los jugadores. Que alguien se lo repita a los del VAR, por si ven la repetición: solo le ocurre en España, solo aquí.

De Burgos Vini

Después vinieron los insultos, las protestas, las tanganas, y la sucia estrategia de muchos rivales que vieron la oportunidad de vencer a un equipo invencible a base de machacar física y verbalmente a su jugador más desequilibrante. A menudo la afición es una correa de transmisión de lo que ven en su campo, en su entrenador, y en el árbitro, que a veces también es su árbitro. Hemos visto a entrenadores basando su estrategia exclusivamente en romperle las piernas a Vini Jr y provocarle todo el partido.

NO, NO ES RACISMO. ES ANTIMADRIDISMO. ES NEGREIRISMO. SOLO ESO

En el Madrid, antes que Vini Jr. fue Cristiano Ronaldo. “Ese portugués, hijoputa es” no era un insulto racista. Ronaldo habría recibido el mismo insulto si fuera de Talavera de la Reina, de París, o de la Aconcagua. Y, al igual que nuestro 20, no habría recibido ninguna agresión verbal si no hubiera sido el mejor. Y si Vini Jr. fuera blanco como su camiseta, o hubiera nacido en Buenos Aires, o fuera el mismísimo Toni Kroos, estaríamos en la misma situación, cambiando un insulto por otro.

Sé que algunos madridistas no compartirán mi opinión. Pero estoy convencido de que reducir toda esta situación surrealista a una suerte de racismo nacional subyacente es dar la espalda al verdadero problema, y permitir que quienes tienen la responsabilidad de lo que ocurre puedan lavarse las manos, carraspear un poco, y darnos la turra con discursos grandilocuentes sobre lo intolerante que es España, y que hay que ver, en el siglo XXI y racismo, cuanto reaccionario suelto, para terminar finalmente echándole la culpa a Franco, a don Pelayo, o al sursum corda. Y problema resuelto. Los cojones.

Aficionado del Atleti con mono en la mano

Los insultos en los estadios no han empezado ahora. Desde Míchel hasta Vini Jr., hemos crecido escuchando atronadoras barbaridades en cada estadio, algunas incluso divertidas e ingeniosas, y otras llenas de odio, o de una grosería insoportable, como todas las que aluden al aspecto físico de un futbolista o a sus circunstancias personales. Pero de hecho, cosas mucho peores que lo de nuestro Vini Jr. hemos vivido, por ejemplo en el Camp Nou en los últimos treinta años. Ocurre que ahora hay más sensibilidad y supongo que eso es una buena noticia. La pregunta es dónde poner la frontera. ¿De qué vale que se pare el juego si el estadio corea “mono” y no se si el estadio corea “hijo de puta”? Es todo de una hipocresía cósmica. O se permiten todas las faltas de respeto o ninguna. Pero incluso eso es un problema aparte que tal vez deberían analizar los propios clubes, igual que en su día los decentes optaron por acabar con los ultras y los indecentes no. A propósito: en los campos que lo hicieron, hay mucho mejor ambiente y muchos menos insultos desagradables desde entonces. En los otros siguen ahorcando muñecos con figuras de futbolistas.

Pero lo de Vini Jr. es otra cosa que unos cuantos insultos. Contra él ha valido todo esta temporada, que es en la que definitivamente llamó a las puertas del Balón de Oro. Si uno de los pocos jugadores que le ponen sal al fútbol moderno, de los pocos que encara e intenta locuras con el balón, de los pocos que aún pueden entusiasmar con este deporte a las nuevas generaciones —cada vez más alejadas del fútbol, como ha dicho mil veces Florentino—, si la mayor estrella de la Liga Española está pensando en largarse a jugar a otro país, no es porque tengamos un problema de racismo sistémico en las calles. A otro perro con ese hueso. Sino porque tenemos una liga de mierda. Corrupta y devaluada. Una Liga que genera un grave problema y después intenta ocultar su responsabilidad escondiéndose detrás de las banderitas de “Stop Racismo” y que todos nos unamos de la manita, y aquí no ha pasado nada. No cuela. Están acosando a un jugador en todos los campos de España porque ustedes, los que mandan, lo hicieron primero. Asuman su responsabilidad de una vez y no nos den más el coñazo.

Getty Images.

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