lunes, 29 de enero de 2024

El Barça, una institución en ruinas / por Pepe Kollins

"..Y, en medio de esta decrepitud, una legión de medios (la mayoría a sueldo) negando cualquier atisbo de realidad, refiriéndose a sus posibilidades en cualquier ámbito (deportivo, económico o mercado) como si nada hubiera cambiado, alentando a una afición que mayoritariamente se entrega a esas mentiras y que, cuando chocan contra la cruda realidad, culpan a los anteriores, como si no fueran ellos mismos los que los pusieron ahí y los jalearon, como si los de ahora no estuviesen haciendo las mismas barrabasadas.."

El Barça, una institución en ruinas

Pepe Kollins
La Galerna/28 enero, 2024
El Barça es una institución en ruinas, con unas deudas y obligaciones inasumibles, dirigida por un tipo que no disimula sus excesos en cada una de las bochornosas exhibiciones a las que nos tiene acostumbrados, como si en vez de presidente de una gran institución fuese el Lobo de Wall Street.


Un tipo, totalmente incapacitado en su desmesura, cuya mayor virtud ha sido siempre la de ser un agitador, que precisamente se sirve de su verborrea para ocultar que ha entregado la política deportiva a un elenco de representantes que priorizan sus intereses.

Un propagandista que también delega las grandes decisiones y gestiones institucionales al cuñado franquista, gran conseguidor, que años atrás tuvo que dimitir, no por franquista sino por mentir, y que ahora ha vuelto de tapadillo para mandar en el club. Pero mandar solo en estos momentos, que no para siempre, porque ese privilegio se lo ha arrogado el gran magnate de la comunicación que espera a que llegue el colapso para quedarse con el ansiado botín, haciéndose pasar, nuevamente, por salvador.


Luego, un entrenador que nunca demostró méritos para ocupar ese banquillo, comido por el personaje desde su época de gran jugador, al mando de una plantilla que ya no forma parte de la élite europea. Un equipo sin apenas margen de mejora (por la angustia económica), carente de talento y, sobre todo de físico, y al que solo el temor a las consecuencias de la caída del gigante (por parte de clubs, entidades futbolísticas y gubernativas), evita que otros equipos terminen de dar el sorprasso y lo desplacen también de la española.


Y, en medio de esta decrepitud, una legión de medios (la mayoría a sueldo) negando cualquier atisbo de realidad, refiriéndose a sus posibilidades en cualquier ámbito (deportivo, económico o mercado) como si nada hubiera cambiado, alentando a una afición que mayoritariamente se entrega a esas mentiras y que, cuando chocan contra la cruda realidad, culpan a los anteriores, como si no fueran ellos mismos los que los pusieron ahí y los jalearon, como si los de ahora no estuviesen haciendo las mismas barrabasadas.


Por ejemplo, las que les han llevado a los tribunales a todos, por comprar al vicepresidente del CTA durante, por lo menos, 20 años, "con ánimo de manipular la competición" según dicta el sentido común y el propio juez.

Una afición, que es la verdadera culpable por haber votado siempre la opción más populista y que son el germen del verdadero problema: el de no aceptar que la Arcadia feliz se ha terminado. El de no asumir que lo que ocurrió fue consecuencia de un cúmulo de hechos (algunos meritorios, otros producto de conjunciones astrales y no pocos no confesables) y no de una pretendida esencia, concretada en un estilo, en el que siguen depositando, ingenuamente, sus esperanzas de revivir el sueño, cuando en realidad aquello no fue más que la forma de todo lo demás.

Al final, no obstante, no tienen de qué preocuparse. Disponen de la enorme fortuna de su eterno comodín, que ese sí y no el estilo, resulta sustancial y por tanto imperecedero: la culpa de cualquier cosa mala que les suceda no es de ellos sino de Madrid.

Mientras no se hagan adultos, les servirá.

Getty Images

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