jueves, 11 de abril de 2024

SEVILLA/ 4ª. Perera Puerta del Príncipe / porJorge Arturo Díaz Reyes

Perera oculta su emoción tras la lidia del del 5º Fotograma, OneToro.

Miguel Ángel Perera con dos lidias de distinto corte abre la Puerta del príncipe. Una gran faena de Ureña es ignorada y Borja Jiménez recibe oreja y ovación. Generoso encierro…

Perera Puerta del Príncipe
Jorge Arturo Díaz Reyes
CrónicaToro/IV 10 2024
Otra tarde para torear a gusto. Sol y los parralejos con su moderada catadura sobrándose en embestidas de distinta intensidad, pero casi todas por derecho y con la nobleza como factor común.

Miguel Ángel Perera, mostró los galones de sus veinte años de alternativa. Con dos toros de contrapuesto talente que de conjunto ponían a prueba la tauromaquia de cualquiera. El que abrió plaza, “Panadero”, negro, terciadito en sus 502 kilos, desplego una prontitud y acometida digna de mejores hechuras. Iba y venía vehemente, exigiendo e imponiendo con aspereza y cabezadas. No permitió confiancitas con los capotes y solo vino a convencerse de quien mandaba tras dos domadoras tandas diestras. La primera de seis genuflexos por bajo y la segunda de cuatro idem en redondo uno de costado, cambio de mano y pecho. El sometimiento que se impuso a la enervante acometida convirtió la faena en una demostración de para que sirve el toreo. Como la música para endulzar el carácter de las bestias. Por las dos manos fluyó sin perder emoción hasta el epílogo en redondo y circular, para un lado y para el otro que precedió a la gran estocada, y la oreja, premio a la lección.

Otro cantar fue con “Oloroso” el cuarto, número 66, castaño, de 528 kilos. Lo que llaman “clase”. La bravura que no roza la fiereza. Que va con lealtad, de largo, hasta allá. Que viene con son, besando la arena. Que no ve sino muleta, pero que la ataca con suficiente convicción para crear ansiedad y emoción.

Miguel, como si lo presintiera, brindó al público y se hincó de rodillas en los medios, lejos de todo, esperó el largo galope pasando el primero por la espalda y los otros seis en derredor suyo con impecable temple. Sí temple, fue la marca de la obra. De una vez la banda, y la franela planchada dibujándole los viajes al estupendo toro. Capeínas, de su suegro, que con toda la familia le acompañaban. Mas perfección por la diestra que por la siniestra es cierto, pero sin desentonar, ni el uno ni el otro en la prolongada sinfonía. Las cuatro bernadinas finales, impecables, parecieron sobrar. Sin embargo, un gran volapié, una estocada hasta los gavilanes, letal y las dos orejas que don Gabriel Fernández Rey concedió a sabiendas que con ellas abría la gran Puerta, y también el pañuelo azul de la vuelta para el arrastre.

Lo que hizo este medio público de la Maestranza con Paco Ureña tras su desgarrada y conmovedora lidia del segundo, rematada con una estocada de padre y señor mío, fue inentendible. Imperdonable mejor. Que pase en otra plaza, vaya y venga. ¿Pero ahí, en La Maestranza? 

Un hondo homenaje al pase natural, con toda su verdad podría titulársele, y cuando “Turulato” rodó fulminado, con la espada en la cruz, se quedaron callados. Como si no hubiesen entendido, como si no les hubiese llegado, como si les hubiese importado un pito. Su señoría miraba desde el palco buscando un pañuelo cómplice para premiar la gran faena, seguro una de las grandes de esta feria, aunque fuera con una sola oreja y no lo halló. Ni tampoco se atrevió a sacar el pañuelo de oficio como lo faculta la ley. Después, un sentimiento colectivo de culpa brotó en el soso quinto, aplaudiendo cualquier cosa, pero ya para qué.

A Borja Jiménez se le notan más las ganas que el sentimiento, y su bien aprendida tauromaquia queda por eso a veces empantanada por la vehemencia. Por esa sensación de que triunfar es más importante que torear. Que la cosa es recorrer el camino del éxito, como sea y al paso que sea. Eso abarata el contenido. Le da tono prosaico. Sí, están bien la ambición y el arrojo, pero cuando parecen utilitarios desvirtúan el poner la vida como apuesta. Por lo demás, quizás habría justificado la oreja del tercero si no le hubiese matado defectuosamente. Con espada incompleta, desprendida y suelta. Y pensar en lo que acababan de negarle a la canónica de Ureña.

Los dos últimos toros fueron sosos, insulsos, quitapasiones. Los esfuerzos de Paco y Borja se diluyeron en esa espesura boba. Así acabó una tarde que iba camino de ser tan plena como la de ayer.

FICHA DEL FESTEJO
Miércoles 10 de abril 2024. Sevilla, Plaza de La Maestranza. 4ª de temporada. Sol. Media plaza. 
Seis toros de: El Parralejo, de moderado trapío, encastados y nobles, al 4º “Oloroso” Nº 66, castaño cuatreño de 528 kilos se le dio vuelta al ruedo.

Miguel Ángel Perera, oreja y dos orejas
Paco Ureña, palmas y silencio.
Borja Jiménez, oreja y saludo

Incidencias: Saludó Agustín de Espartinas tras parear al 5º. Terminado el Festejo, Miguel Angel Perera salió a hombros por la Puerta del Príncipe.

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