"..la Feria ha vuelto por sus fueros de aburrimiento y desesperanza. Nuevamente por culpa del ganado. Más que mansos los seis, vacíos de la más mínima casta.."
Corrida Homenaje a la Policía Nacional
CANTO A LA MANSEDUMBRE
Juan Miguel Núñez Batlles
En plena resaca por el triunfalismo vivido en la víspera con la controvertida salida a hombros del honrado y enrazado Borja Jiménez, la Feria ha vuelto por sus fueros de aburrimiento y desesperanza. Nuevamente por culpa del ganado. Más que mansos los seis, vacíos de la más mínima casta. Un canto a la mansedumbre, sería la mejor crónica, detallando los enormes despropósitos de bravura.
Toro suavón, el primero, no obstante, sin empuje. Urdiales lo pasó sin obligarle, puesto que a la mínima perdía las manos. El trasteo transcurrió entre intentos baldíos por los dos pitones, si acaso valió la pena algún natural de buen corte pero muy aislado, perdido todo en la nada. Y otro que parecía manso sin remedio, el cuarto, cambió su condición en la muleta echándose para adelante, pero con muy feo estilo, embistiendo con las manos y soltando mucho la cara. ¿Sería posible para uno que se movía? Urdiales lo intentó, pero fue inútil.
El segundo salió dormido de chiqueros, y de nada sirvió su paso por el caballo, volviendo ancas en cuatro refilonazos en otros tantos encuentros, de los que se rebotó en huida despavorida. Se dolió en banderillas para reafirmar su alto grado de mansedumbre, y buscó la querencia con absoluto descaro en la muleta. Juan Ortega no pudo ni intentar faena. Sólo la estocada valió la pena. Tampoco aportó nada el jabonero sucio que saltó en quinto lugar, que a su nula bravura sumó una absoluta falta de fuerzas, derrumbándose a las primeras de cambio. Ortega, que tomó la espada sin pensárselo dos veces, se demoró tanto al matar que aún sin faena ni intento dio tiempo a un aviso.
Ya estaba el personal con la mosca detrás de la oreja a la salida del tercero, éste, sin embargo, menos manso aunque algo blando, sería devuelto en banderillas atendiendo a unas inoportunas palmas de tango, lo que provocó el enfado de Aguado, que lo manifestó con evidentes gestos de contrariedad dirigidos al "palco". Con el sobrero, de José Vázquez, al menos hubo oportunidad de un decoroso recibo a la verónica. En varas, se fue suelto en la primera y cumplió sin más en la otra. Y en el último tercio embistió a empellones. Otra nulidad. Y al sexto lo tiraron intencionadamente los hombres de Aguado, a ver si con el segundo sobrero cambiaba el panorama. Y sí que se notó. El de Montalvo fue un tigre bengala en el capote, echando las manos por delante. Fiero y con mal estilo en el caballo. Esperó en banderillas. Y luego no se dejó dar un pase en la muleta.
Desencanto total en la tarde cuando Aguado superó el calvario de la suerte suprema, con lluvia de almohadillas como hacía mucho tiempo no se veía en Las Ventas.
FICHA DEL FESTEJO.- Vigesimosexta de Feria. No hay billetes.
Cuatro toros de Román Sorando, aceptablemente presentados, mansos y deslucidos; uno, sobrero de José Vázquez, que hizo tercero; y otro sobrero más, el sexto, de Montalvo, ambos en la línea de los titulares. Pitados todos los arrastres.
Diego Urdiales: pinchazo y estocada (silencio); y pinchazo hondo, media y descabello (silencio).
Juan Ortega: estocada (silencio); y cinco pinchazos y un descabello (silencio tras aviso).
Pablo Aguado: estocada (silencio); y cuatro pinchazos, media defectuosa y dos descabellos (silencio).
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