martes, 25 de junio de 2024

Sobre la Fundación Francisco Franco (y Franco propiamente dicho) / por José Javier Esparza


"..el verdadero pecado de la Fundación, lo que tanto irrita a la izquierda española, es su mera existencia. Porque la existencia de la Fundación Franco, el simple hecho de que esté ahí, es un recordatorio perpetuo de que la gran transformación social y política de la España moderna, esa que nos acercó a lo que la cursilería política llama «los países de nuestro entorno»se debió precisamente al régimen de Franco.."

Sobre la Fundación Francisco Franco (y Franco propiamente dicho)

José Javier Esparza
La Gaceta/Junio 25, 2024
El Gobierno pretende «extinguir» la Fundación Nacional Francisco Franco. Quiere hacerlo en aplicación de la ley de «memoria democrática», que condena cualquier exaltación o enaltecimiento del franquismo con menosprecio de las víctimas. Es interesante la redacción de la ley: deja la interpretación del enaltecimiento y la exaltación al criterio del intérprete, y le añade una coletilla, la del menosprecio a las víctimas, que en principio debería salvar a la Fundación Franco, pues ésta nunca ha menospreciado a nadie, pero que también puede retorcerse en beneficio del intérprete, porque, para nuestra izquierda, el mero hecho de «exaltar» el franquismo ya es un menosprecio a las víctimas. En definitiva, el Gobierno hará lo que le dé la gana, quepa o no en la ley. Y si no cabe, siempre habrá una adecuada mayoría en el Tribunal Constitucional para convertir el atropello en «justicia».

La verdad es que la Fundación Franco siempre se ha comportado de manera exquisitamente prudente. Ha permitido consultar sus fondos documentales a quien se lo ha pedido, se ha abstenido de promover fuerza política alguna, se ha mantenido esencialmente con donaciones privadas y, por cierto, con una encomiable frugalidad (digna del propio generalísimo). En lo demás, el verdadero pecado de la Fundación, lo que tanto irrita a la izquierda española, es su mera existencia. Porque la existencia de la Fundación Franco, el simple hecho de que esté ahí, es un recordatorio perpetuo de que la gran transformación social y política de la España moderna, esa que nos acercó a lo que la cursilería política llama «los países de nuestro entorno», se debió precisamente al régimen de Franco. Una dictadura, sí. Un sistema que restringió drásticamente las libertades públicas (no mucho más boyantes, cierto es, en los años de la II República) pero que, a cambio, permitió un grado sensiblemente amplio de libertades privadas. Un régimen que modificó el país hasta el punto de terminar siendo inapto para la España que él mismo había creado.

Eso, en todo caso, terminó hace casi medio siglo. Es —o debería ser— Historia: hechos pasados sobre los que el estudioso se inclina para entender lo que somos hoy. Por eso el papel de la Fundación Franco es capital: sus documentos permiten entender la realidad de lo que fuimos, sin «resignificaciones» que sólo aspiran a hacer del pasado una cosa ininteligible. Se quiera o no, Franco fue el personaje decisivo del siglo XX en España, tanto por la duración de su mandato como por la transformación que su régimen obró. Querer ocultar eso para otorgarle un significado distinto es una operación estrictamente totalitaria. A este respecto, todo sea dicho, resulta escandaloso el silencio cómplice de la Universidad, una institución que, en España, se está prestando a restricciones de la libertad de investigación absolutamente bochornosas. Y en un plano puramente humano, es echar tierra sobre el esfuerzo de millones de españoles —partidarios o detractores del régimen, lo mismo da—, que a lo largo de dos generaciones cambiaron definitivamente la faz de su nación.

La líder ultraizquierdista Ione Belarra ha recordado en un comentario en la red social X el esfuerzo y los logros de aquella España: «Queremos ser —escribía— la generación que deje a nuestras hijas e hijos un sistema público de vivienda, igual que el que nos dejaron nuestros abuelos y abuelas en sanidad, educación y seguridad social»Ione Belarra nació en 1987. O sea que sus abuelos y abuelas forman parte de esas generaciones de españoles que levantaron literalmente este país nuestro durante los largos años del franquismo. Hay quien, impermeable a toda evidencia, sostiene que el extraordinario desarrollo de España en el periodo 1940-1970 no se hizo gracias a Franco, sino a pesar de él. En todo caso, es algo que no podrá decirse de los avances que tan candorosamente consigna Belarra, porque precisamente la sanidad, la educación y la seguridad social fueron políticas deliberadamente desplegadas por el régimen de Franco y, por cierto, con excelente tino.

El único «sistema público» que va a dejarnos la casta política a la que pertenece Belarra es el sistema del olvido forzoso, la damnatio memoriae y la falsificación de la Historia. ¿De verdad cree doña Ione que es una buena herencia?

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