lunes, 30 de noviembre de 2009

FORTUNATO GONZÁLEZ: POR LA CALLE REAL

Del puente de Boyacá
a los puentes colgantes
del río Táchira
Fortunato González Cruz
Por la calle real

Mérida-Venezuela
Lunes 30 de Noviembre de 2009
A partir de la Epopeya de la Libertad en la que tremoló el glorioso Pabellón Nacional desde el Istmo de Panamá hasta el misterioso reino de Satsahuamán, nunca jamás nuestro Glorioso Ejército Libertador había podido demostrar su valor, su heroísmo y su arrojo en cruentas batallas y ardorosos combates. Amagues si los hubo, como cuando El Cabito, alzando su clamorosa voz, pronunció frente a los barcos de las grandes potencias surtos en La Guaira la lapidaria frase: “ La planta insolente del extranjero ha profanado el sagrado suelo de la Patria”. Y Lusinchi a quien no le tembló la voz para darle 5 minutos al gobierno colombiano para desalojar el Caldas de las aguas del Golfo de Venezuela. En el primer caso se movió la diplomacia y en el segundo reculó el Caldas. También luchó contra la invasión cubana, las FARC, el ELN y los paramilitares, pero esa historia es parte de la oscura noche del reino de los escuálidos que hay que borrar de la memoria colectiva.

Ahora vuelven los tiempos heroicos y la oportunidad para que nuestro ejército con todo el pueblo entero atrás, riegue con su sangre el suelo del extranjero amenazador. Por lo pronto no fue, como lo dijo el Comandante en Jefe, el puente de Brooklyn, sino dos puentes construidos bajo las rebuscadas tácticas de la guerra asimétrica, por una población que el enemigo ha ido asentando sigilosamente en la frontera: niños y niñas, jóvenes y jóvanas, adultos y adultas, comerciantes y comerciantas, traficantes y traficantas, paracos y paracas, curas y monjas, guerrilleros y guerrilleras que a la chita callando ocupan el sagrado suelo de la patria para introducir en él la felonía y la traición, aparte de miles de toneladas de cocaína, marihuana, papas criollas, almojábanas, arroz, carbón mineral, obleas con arequipe, maíz, aguardiente Extra y ron viejo de Caldas, bocadillos de guayaba, automóviles y repuestos, sobrebarriga, pollos, huevos, azúcar, papel toilette, leche Klim, zapatos, lulo, pan de bono, gas doméstico, fríjoles, chorizo cervecero, panela en cuadritos, toda la línea de productos Alpina y de dos lacayos del Imperio con los que pretenden destruir la patriótica y bolivariana industria textil: Pat Primo y la señora Leonisa. La penetración cultural es mucho peor porque los venezolanos han sido sometidos sistemáticamente a un lavado de cerebro por reconocidos agentes de la CIA como Celedón, Juanes y el Binomio de Oro cuya música infernal produce convulsiones y espasmos. ¡Dígame Shakira!

La inteligencia castrense ha establecido que los puentes Las Naves y Chicoral, que comunicaban la aldea nortesantandereana de Ragonvalia con la tachirense de Las Delicias, sobre el río Táchira, fueron construidos con la asesoría de expertos ingenieros del imperialismo que trabajaron en el Puente sobre el río Kwai; también que Juan Valdez, de la más rancia oligarquía de La Berraquera, era uno de los usuarios del puente y está señalado de introducir por años un polvo que imita al café bajo la denominación Sello Rojo, que produce un raro efecto en la población patriótica masculina de la frontera que se van como locos a buscar muñecas en Cúcuta, aunque se ven compelidos a votar por ese color. En fin, ha sido una sostenida y permanente penetración enemiga que ha contado con la asesoría de los cerebros más diabólicos del Pentágono.

Dicho esto, la Fuerza Armada denominada así, sin calificativos partidistas, siempre gozó de prestigio y se ganó el respeto de los venezolanos; pero según los sondeos recientes la opinión positiva ya no es la de antes. Algo ha pasado y no es solo las tranquilas aguas del río Táchira. Cuando colocaron en los cuarteles la frase: “Patria, Socialismo o Muerte”, desde que los cubanos ningunean a nuestros oficiales y batallones enteros los destinaron a repartir pollos y panfletos, aquel sentimiento ha menguado. Se tiene la percepción de que en la Fuerza Armada se han producido cambios que la desnaturalizan, pero la exposición al ridículo es un riesgo mucho mayor. Creo, no obstante, que hay reservas morales e institucionales que cuidarán para conservar algo de sus esencias.

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