Aquella muleta, aquella…
“Aquella muleta, aquella..., la mejor que hubo en Castilla, parpadeo de una estrella sobre la arena amarilla”.
Las faenas de El Viti eran modélicas por su perfección. Unos trasteos redondos, plenos, tersos, de una construcción impecable. En la obra de El Viti la improvisación no existía y menos la chapuza, tan habitual en toreros de mucho predicamento. Con El Viti nunca hay tirones ni figuras descompuestas.
El celuloide guarda dos trasteos de Santiago absolutamente impecables. La faena a un toro de Garzón en Carabanchel en 1968, al que cortó el rabo. Y otra faena a un toro de Lisardo Sánchez en la Feria de Abril de 1969. Faena muy superior a la tan comentada del toro de Samuel en 1966.
¿Qué vemos? Sorprende en primer lugar el trazo curvo de los muletazos. Santiago se metía los toros muy adentro, pero la ligazón era perfecta porque siempre estaba colocado en el sitio exacto. Series de muletazos hacia adentro muy largas y muy ligadas. Quizá nadie se haya metido tanto a los toros detrás de la cintura como El Viti.
Cuando aquél novillo en Francia le destrozó el brazo izquierdo, el Viti quedó con una lesión de por vida que le impedía extender del todo dicha extremidad. Esta limitación, al ser superada, dio lugar a un toreo muy profundo y hondo. Y hasta tal punto Santiago se identificó con este toreo, que con su mano derecha empezó a torear igual. Y fue tan bonito su toreo que otros diestros más jóvenes, como Julio Robles, asumieron este codilleo para pasarse los toros más cerca. La muleta de El Viti iba muy plana al hocico de los toros. Había mucha verdad en aquél toreo hecho siempre con la panza de la muleta. Y vuelvo a repetir: el rotundo pase de pecho rematando la serie mientras se enroscaba al toro como una pescadilla.
El toreo en redondo de El Viti ha sido punto y aparte. Pero ahí no terminaba su grandeza: toreaba a la verónica con un empaque clásicamente belmontino, y remataba con unas medias verónicas muy mandonas y quebradas.
El toreo accesorio con la muleta lo dominó con majeza y prestancia. El inicio de faena al toro de Lisardo en Sevilla, basado en ayudados por bajo, es muy torero. De vez en cuando daba también afarolados muy belmontinos... Porque Belmonte, es obvio, está en la base y raíz de toda la tauromaquia vitista. Existe en ambos la misma obsesión por la hondura:
El Viti también está emparentado con Manolete en lo que se refiere a la sobriedad, seriedad y, en general, la actitud frente al mundo. Un hombre sensato, prudente y caballeroso, alejado por completo de la jujana de las vanidades y de las frivolidades mundanas.
También tiene El Viti su parentesco con Domingo Ortega, porque aunque el proceder taurino de ambos es diferente, quietud frente a movimiento, los dos comparten un elemento: la suavidad en el traer y llevar al toro. Los dos han toreado con gran suavidad y total ausencia de enganchones. Belmonte, Ortega, Manolete, el Viti y José Tomás, o el toreo como ejercicio transcendental. Espiritualidad pura y desprecio hacia lo trivial y superficial. En eso coinciden los cinco. Tauromaquias esenciales sin elementos superfluos.
Como nada es perfecto en esta vida, el Viti también tenía alguna limitación. Y me acuerdo muy bien porque en sus últimos años de torero en activo llegué a verlo bastante. A pesar de su fama de gran estoqueador, con el estoque era eficaz, nada más. Lucía mucho más con el toro pastueño que con el toro agresivo (el caso inverso de Paco Camino). Y a veces, cuando el toro no le gustaba, abusaba de las probaturas y los muletazos de tanteo. Peccata minuta para tanta grandeza.
Ahí está su trayectoria que podríamos calificar de impecable. Durante dieciocho años fue primera figura. En las principales plazas (Madrid, Sevilla, Bilbao...) tuvo el máximo cartel y todos los toreros más jóvenes le dieron trato de maestro.