lunes, 3 de mayo de 2010

SOBRE LA BOHEMIA DE TOMÁS / Por José Ramón Márquez

ALEJANDRO SAWA
Con estas cosas de la bohemia la injusticia es casi siempre la misma:
se cuenta lo que se pide y se calla lo que se da.- César González-Ruano
José Ramón Márquez
La literatura taurina, que en general es a la literatura lo que la música militar es a la música, nos ha legado centenares de obras hagiográficas dedicadas a los más diversos matadores de toros. Desde Fabrilo hasta el Guerra, pasando por Frascuelo, los Gallo, Lagartijo o Ruiz Miguel, una gran multitud de personas han puesto su pluma o su plumero al servicio de sus ídolos para componer obras orientadas a la glosa de las virtudes del torero, al estilo de las vidas de los santos que edita en México la editorial Verdad y Vida.
Viene esto a cuento porque el biógrafo de José Tomás, que se llama Carlos Abella, ha publicado en la prensa un artículo de fondo en loor -¿o era en olor?- de su biografiado que pasa superficialmente por los temas espinosos de la biografía del llamado ‘dios de piedra’ y tergiversa otras facetas de su personalidad para intentar meterla en el cesto que a él le conviene y para tratar de crear su particular ‘Leyenda del indomable’. Nada sería importante, si este hombre, el tal Abella, fuese un hombre anónimo y desconocido, pero es que resulta que es uno de los integrantes de la ’banda de los cuatro’ -o de los catorce- que componen esa innecesaria institución denominada Consejo Taurino de la Comunidad de Madrid, y entonces ahí la cosa cambia.
Si arranca el buen hombre su faena diciendo que José Tomás ‘no usa ni abusa de los medios de comunicación’ ya está colocando el nivel muy bajo en la credibilidad de lo que viene debajo. Efectivamente, el pétreo tiene el buen gusto de no andar por los platós de televisión basura y, además, se niega a hacerle el negocio al fenicio del canal plus, pero eso no quita su marketing, su estudiada presencia interesada y constante en los medios sea totalmente constatable, de tal manera que puede seguirse a la perfección la manera en que sus campañas de publicidad, camufladas como noticias, van produciéndose con una precisión y una planificación dignas de la cocacola.
A continuación, el tal Abella se marca otra con que este hombre no ha salido en un periódico ‘presumiendo falsa o publicitariamente de ser solidario ante tal o cual problema’. Otra bola, porque, si así fuese, ¿cómo es que conocemos cada una de sus acciones ‘solidarias’? La última, sin ir más lejos, la de las quinientas becas en México. Pues porque, a diferencia de otros toreros que están haciendo solidaridad verdaderamente callada y secreta, éste se encarga perfectamente de que cada euro de su solidaridad sea conocido por todos, que para eso se lo gasta. Y hace muy requetebién, por cierto.
Dice el buen hombre éste que a algunos les molesta la ‘bohemia’ de José Tomás. No sé que entenderá este señor por bohemia, porque yo creo que de eso hay poco en un tío que está millonario y que, como es natural, frecuenta la amistad de otros bohemios tan pobres y antisistema como él tales como son el cantante Sabina, el presentador Dragó y el guitarrista Amigo. Tonterías. ¿Conocerá Abella a algún bohemio de verdad? Lo dudo.
Antes de llegar a Manolete, que es donde les interesa acabar a los del tomate, el buen hombre se despacha con el lugar común de que al pétreo le encanta pasarse los toros muy cerca. Somos muchos los que no sabemos si los toros van por donde ellos mismos quieren o por donde les dice su matador, pero supongo que esa propensión a la cercanía que cita el biógrafo debe ser la explicación que, veladamente, da al hecho de que los toros cojan sin cesar a su torero.
Luego, como no podía ser menos, hay que sacar a pasear a Manolete, que ya aburre el asunto, como si acaso Tomás tuviese algo que ver con el IV Califa, que, además de un torero que dominaba admirablemente el oficio -hoy los cursis a eso le llaman ‘la técnica’-, fue, dentro y fuera de la plaza, un auténtico héroe popular; acaso el último que el toreo ha dado en la forma antigua de la popularidad de los toreros.
Bueno, pues un tarrito de miel y un pastel es lo que nos trae Abella en su cestita de Caperucito Tomatero, y una gran verdad: dice que ha hablado con su biografiado un par de veces. Si quieres hacer la biografía de Julio César, aportar una entrevista con él es cosa de un gran mérito. Si haces una biografía de uno que está vivo y charlas un par de veces con él, pues eso…

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