lunes, 26 de julio de 2010

FE, IGLESIA Y REVOLUCIÓN / Por Fortunato González

FE, IGLESIA Y REVOLUCIÓN


Fortunato González Cruz (1)
Por la calle real

Diario Frontera
Mérida-Venezuela, Lunes 26 de Julio de 2010
No es la primera vez que un gobierno arremete contra la Iglesia Católica en Venezuela: basta recordar dos épocas: En los tiempos de Guzmán Blanco la confrontación fue dura y frontal, mientras que cuando Jaime Lusinchi se bajó al chantaje y a los intentos de corromperla. En aquellas y en la presente situación no faltaron obispos y sacerdotes, ni se diga laicos, que siendo personas activas en la Iglesia, optaron por guardar silencio o cuadrarse con el gobierno sobre unas argumentaciones rebuscadas para tratar de ocultar la cobardía o la sumisión al poder y sus deleites. También es lógica una actitud prudente que asegure la comodidad y no meterse en problemas. No todos tienen la madera de los obispos Roberto Luckert León o Baltazar Porras Cardozo, por ejemplo.

Otro aspecto es el tipo de afrenta que ahora apela a un lenguaje insolente y soez, absolutamente irrespetuoso de las personas que la integran y de la institución en su conjunto. No hay consideraciones éticas ni se guardan formas ni modales, y cabe esperar que de la grosería se pase al asalto, en la medida de los cálculos políticos del gobierno. Estos ataques se inscriben en el proceso de destrucción de todo tipo de institucionalidad, de valores y de principios que se consideren no propios de la revolución. Hay como una suerte de molienda de todo cuanto adorna nuestra nacionalidad forjada en 500 años para montar el “hombre nuevo” acrítico, obediente, sumiso, dependiente del Estado, agradecido de su “Gran Hermano” del que depende para sobrevivir. George Orwell con su “1984” hace años y recientemente Federico Andahazi con “El Príncipe”, lograron pintar la dramática situación que jamás los venezolanos creímos que padeceríamos como una amenaza tangible.

¿Hasta dónde llega el compromiso de los venezolanos con su Iglesia Católica? La fe en Dios y la fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia, en general, se mantienen, lo que no significa necesariamente una reacción contundente en defensa de la institución eclesiástica. La mayoría tratará de deslindar los aspectos que tocan a la fe de los que tienen más contenido político, sin advertir que el modelo que se trata de imponer en Venezuela es radical y totalitario, peor que el modelo cubano. Cuando los católicos caigan en cuenta de que su voto tiene mucho que ver con los valores de su fe católica, entonces será demasiado tarde. Es la debilidad propia de una sociedad que no ha logrado cimentar los valores y por tanto es anómica, light, con el agua al cuello y la cerveza en la mano. Hay algo torcido aquí que debe aclarar la ciencia. No obstante, es un pueblo que trabaja, que es alegre y que no carga a cuestas morrales de rencor ni de odio.

La Iglesia Católica es la institución mejor valorada por los venezolanos. No en balde se ha ocupado siempre de cuidar los más sagrados valores como el del amor, la solidaridad, la educación y la familia. Es ella la que ha cuidado de los indigentes, de los enfermos, de los tristes, de los abandonados y despreciados por la sociedad. Es ella la que imparte la mejor educación en sus colegios, en particular de Fe y Alegría y los colegios de religiosos y religiosas que forman e instruyen. Sus oraciones son el bálsamo que alivia, sus ritos mantienen tradiciones que unen e identifican, sus enseñanzas forjan la cultura y sus denuncias alertan a los poderes políticos y económicos cuando sus errores y sus abusos golpean al pueblo. Por todo ello es envidiada, perseguida y ofendida como lo fue Cristo, Monseñor Romero, Juan Pablo II y muchos, muchísimos más.

Con sus particularidades, la Iglesia seguirá ocupando un lugar de privilegio en el corazón católico de Venezuela. Pasará la pesadilla que hoy se abate como una sombra maloliente sobre nuestro país. Pasará, sin asomo de duda, como permanecerá la Iglesia, con sus llagas y sus heridas como muestrario de su compromiso con el hombre y sus derechos.
(1)
Fortunato González Cruz es Catedrático de Derecho de la Universidad de los Andes, y Director de la Cátedra de Tauromaquia "G. Briceño Ferrigni".
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