miércoles, 18 de agosto de 2010

Más que los toros, yo prohibiría (III) / Por Antonio Burgos

( Imagen de masaborreguera.com)


Más que los toros, yo prohibiría (III)
"...Que la ministra de Igual Da esté de Belinda cuando los moros
se están hartando de vejar a nuestras mujeres policías..."


ANTONIO BURGOS

Día 18/08/2010
QUE cuando aprovechando como siempre la debilidad del Gobierno de Madrid los moros nos forman la habitual, cíclica y recurrente pajarraca con Melilla y Ceuta, el ministro de Asuntos Exteriores ni esté ni se le espere, y ande de vacaciones. (¿Descansando de qué, se puede saber? ¿Será por la parte mora de Moratinos por lo que no da la cara, o es por la alianza de civilizaciones?).

Que la feminista profesional que pusieron de becaria del Gobierno como ministra de Igual Da esté de Belinda cuando los mentados moros se están hartando de vejar e insultar a nuestras mujeres policías en la frontera de España con Marruecos.

Llamar la cursilada de «reino alauita» a lo que toda la vida de Dios ha sido la morería del romance de Abenámar.

Los centros de interpretación de todo lo interpretable, ya que al paso que vamos necesitaremos centros de interpretación sobre quiénes se lo llevan calentito con la chorrada de los centros de interpretación.

Los presuntos músicos ambulantes que cuando estás en una terraza hablando tan ricamente con unos amigos sobre la crisis, llegan los tíos con sus acordeones y te fastidian la charlita, antes de meterte por la cara el mendicante platillo.

Las inspecciones técnicas de vehículos, vulgo ITV, pues si ya le abono un dineral a un taller de la marca por el mantenimiento de mi coche, ¿por qué debo volver a pagar a otra empresa apañada con la Administración la revisión del mismo vehículo, cuando en muchas ocasiones quienes lo hacen no tienen ni idea de los mantenimientos de las diversas marcas de automóviles, cada vez más complicados?

La posesión de los autos llamados Cuatro Por Cuatro por parte de quienes no tienen ni cortijo ni dehesa, ni actividad alguna relacionada con el campo, así que no sé para qué quieren la tracción en las cuatro ruedas en los embotellamientos urbanos.

Decir la palabra «ciudadanía», qué horror.

Llamar «restaurador» a todo vulgar cocinero que se dé un poquito de cuento para pintar la mona de la nueva cocina, de los platos cuadrados y de los camareros vestidos de luto riguroso, ¿será por la muerte de la cocina tradicional española?
Los niñatos de los coches tuneados que van con las ventanillas abiertas y con la música del superequipo a toda castaña, con el pum, pum, pum de la música tecno, y que te dejan sordo si te tocan al lado en un semáforo.

Vestir a un bebé de cinco meses con zapatillas de deporte, sudadera y vaqueros, con lo bien que están los niños de pecho vestidos de niños de pecho, no disfrazados de adultos.

La entrada a la playa al «padre comprometido» que juega con sus hijos haciéndose ver, gritando mucho, dejándose ganar por «su campeón» mientras la mamá mira plácida desde la toalla.

Los animadores de los hoteles de costa, que siempre tienen ocupada la piscina con la sesión de aeróbic acuático para las señoras precisamente cuando nosotros vamos a pegarnos un bañito antes de bajar a la playa.

El «pienso de que», el «han habido», el «sacarse la chaqueta» y tantos feísimos catalanismos que se están colando en nuestra lengua.

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