viernes, 10 de septiembre de 2010

BURRICIEGOS DE PRIMERA CLASE / Por


Enrique Calvet Chambon ***

Burriciegos de primera clase

El insigne maestro Pepe Hillo escribió que de los toros burriciegos (con defectos en la vista) se distinguían tres clases, siendo la primera la de los que ven muy poco de lejos y mucho de cerca, yendo al trapo ante todo lo que tengan próximo. Y, una vez más, como siempre en toda España, como bien dijo el gran filósofo, la metáfora de los toros da que pensar, o permite valorar, lo que tal vez acaezca en el solar patrio.

La liberticida prohibición de las corridas de toros en la Cataluña española, o cis-pirenaica, está sirviendo de distracción, no sólo ante los problemas fundamentales que nos asuelan, sino ‘per se’, confundiendo los conceptos. No vamos aquí a utilizar ni una sola tecla para platicar sobre los aspectos morales o ‘animalistas’ de la tauromaquia. Personas muchísimo más doctas y cualificadas que este plumilla ya han dicho casi todo lo que hay que decir. Aunque no deja de ser reseñable que la gran mayoría de muy ilustres filósofos, literatos y pensadores de España como de acullá, y desde decenios, o siglos, jamás hayan apoyado la prohibición. Tampoco vamos a invertir muchas líneas ante la evidencia: se ha producido una maniobra política anti-española debidamente, y muy eficazmente, pergeñada, construida y engrasada (euros). Reclamarnos a todos, tanto a ‘los anti’ como a ‘los pro’, que no politicemos la prohibición regional, que raya en la auténtica tomadura de pelo y que no puede aceptar nadie que se precie con un coeficiente intelectual cercano a la normalidad. Ha sido un eslabón político dentro de una estrategia política separatista y ‘prou’.

Pero el tema es mucho más grave, y nos dio la pista nuestro presidente del Gobierno, señor Rodríguez -le tengo mucho respeto a los primeros apellidos y a los zapateros-, cuando afirmó que debía -y debíamos- respetar las competencias cedidas a las regiones en materias de cultura. Personalmente opinamos que las políticas culturales son en las que más techo competencial pueden alcanzar los gobiernos regionales. Es de sentido común que quien está cerca de las tradiciones, vivencias y legados históricos de los ciudadanos gestionen la mayor parte de las políticas culturales. Es normal que el gobierno de la Generalidad evalúe cuánto y cómo apoyar la sardana y el gobierno gallego la muñeira, y no un gobierno central. Igualmente, un gobierno regional debe poder decidir si ayuda al fútbol regional más que al rugby, si prefiere diccionarios de bable que financiar más el teatro, o lo que sea. Y hay que respetarlo. Pero no se trata de eso, porque el asunto cambia totalmente de concepto cuando de lo que se trata es de prohibir y erradicar. Y más tratándose de un bien cultural común de todos los españoles.

Para dar un ejemplo palmario alejado de las arenas: el gobierno canario puede subvencionar o no la lucha canaria, pero no puede prohibirla porque de pronto le entre la vena de pensar que es un espectáculo violento. Porque, como españoles, sometidos a una Constitución -y casi diríamos como simple ciudadano del mundo- tenemos derecho a poder elegir disfrutar de ese precioso deporte ancestral cuando vayamos a las islas. Y nuestro Gobierno, el de España, tiene el inexcusable deber de proteger nuestras libertades y nuestros derechos civiles en todo el solar patrio. Si no nos contentamos con entrar al trapo y vemos un poco más allá, hacia lo esencial, percibiremos que, otra vez, lo que se ha atropellado son nuestras libertades. Y eso, señores, es harina de otro costal. Es un concepto gravísimo y, desde luego, exige la intervención del Gobierno de España, si éste admite que su primordial deber ante cualquier otro es el de proteger las libertades y los derechos civiles de los ciudadanos, todos, y si no, en democracia, de la mayor mayoría. ¿Lo admite?

Claro que es fácil disimular esa agresión esencial cuando se centra en un arte o espectáculo, según opiniones. ¿Cómo nos vamos a rebelar contra esta prohibición si ya se impide ‘de jure’ o ‘de facto’ educar hijos en la lengua común de los españoles a muchos padres españoles -¡qué monstruosidad!-? ¿Va a ser esta prohibición regional más indignante que la persecución gestapiana por rotular en castellano? ¿Nos va a soliviantar más el tener que ver corridas fuera de la Cataluña ibérica que someter a nuestros hijos de las clases humildes -los otros van al colegio alemán, por ejemplo- a libros de textos mentirosos, manipuladores y enemigos de la convivencia y la inteligencia? Y tantas y tantas muestras de libertades y derechos civiles agredidos.

Pues reflexionemos al menos sobre lo sustancial que se esconde tras cada atropello político, reflexionemos al menos sobre cómo quedan nuestros derechos. Despreciando el señuelo a la distancia corta, pero oteando los abismos del horizonte, no vaya a ser que en ellos se precipiten nuestras libertades. Y decidamos si queremos sólo atender al señuelo. Pero no olvidemos que los toros bravos, que ven lo que hay que ver, pueden ser indultados y siempre son magníficos, dignos y admirados. En cambio a los burriciegos, inútiles, les espera el matadero y sólo dan pena.

***Licenciado en Lengua y Literatura Hispana, Ciencias Físicas y economista. Miembro del Consejo Político de UPyD

Cope.es

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