Manuel Mejías "Bienvenida"
Las preocupaciones de un hombre que ha dedicado toda su vida al toro, se agrandan cada día más por las inquietudes pretéritas de la profesión de sus tres hijos que sortean el peligro de los toros por esas plazas de Dios.
Siempre a tiempo pasado los recuerdos pierden su frescor pero aumenta el deseo de hacer partícipes a los demás de aquellos acontecimientos ocultos, secretos y personales en que resumen y justifican toda una existencia.
Habla “El Papa Negro”:
–“Mi padre, al principio, fue banderillero suelto. Se hizo matador de novillos con generales alabanzas. Dos cornadas graves le quitaron el sitio y volvió a coger las banderillas y el capote de brega. Por su finura fue solicitado en cuadrillas de importantes matadores de su época, la de Antonio Carmona, “El Gordito”; Manuel Domínguez, “Desperdicios”; Diego Prieto, “Cuatrodedos” y el mejicano, Ponciano Díaz. Después volvió al campo en pueblo que nos dio el apodo y en donde nací yo. Habían pasado pocos años cuando Ponciano le reclamó para torear varias corridas en Brasil. Allí consigue que me contraten para una cuadrilla de niños toreros, tenía nueve años, para actuar en la plaza de toros de Lisboa”.
– Manolito destaca del grupo infantil y le contratan para veinticinco corridas seguidas a razón de 1.000 pesetas cada una. El dinero lo cobraba el avispado que había organizado la expedición y se lo guardaba íntegro. Manolito Mejías regresa a Sevilla con el alma llena de aplausos y sin una perra en los bolsillos. El padre del niño torero sale en busca del promotor para ajustarle las cuentas. Es inútil, se lo ha tragado la tierra.
- La alternativa en Zaragoza, la de usted y la de su hijo Manolo, ¿fue por casualidad?.
-“No. Toda la familia somos muy devotos de la Virgen del Pilar. Para aquel día tan señalado, mi padre había hecho todas las gestiones para que fuera en esa plaza. No pudo asistir por su avanzada edad, pero antes de partir me pidió dos encargos: el primero, que depositara 1.000 pesetas en el Camarín de la Virgen, el otro, que al término de la corrida, independiente de la suerte, comprara otras mil en un ramo de azar para que no volviera a pisar una casa de juego, a lo que era muy aficionado”.
“El Papa Negro” cumplió los dos encargos hechos por su padre, depositó el dinero antes de la corrida. Una vez finalizada, puso el mismo importe en un sobre y lo entregó con el ruego de que fuera gastado en azar para ofrenda a la Virgen. El dinero que le sobró lo repartió entre su cuadrilla y nunca volvió a pisar un salón de juego. El primer toro se lo cedió, José García, “Algabeño”.
-“Mi pobre Manolín quiso imitarme en todo lo que hice. El día de su alternativa puso su óbolo a la Madre de Dios y se probó a la suerte. Visto lo que le pasó después, no le reportó éxito”.
“El Papa Negro”, recuerda una tarde muy especial en la que hizo, la mejor y la peor faena. Fue en Bogotá, en su cuadrilla actuaban un español, un peruano, un venezolano y un cuarto que era ecuatoriano. Aquello parecía la ONU del toreo. No tenían vestido de torear y don Manuel los vistió de cabeza a pies. Los dejo hospedarse en la misma fonda que lo hacia él. Y los ajustó a 50 dólares por corrida. Todo perfecto en la primera. Se negaron a torear la segunda si no doblaba el jornal. El matador se niega al chantaje y se anuncia en los carteles: “Manuel Mejías, “Bienvenida”, esta tarde actuará de peón, banderillero, matador y si hace falta, de puntillero”. El paseillo lo hizo en un carro para disimular tanta soledad. En un palco observa a los cuatro huelguistas felices previendo el fracaso. Al llegar frente al presidente, echa pie a tierra y pide que le empiecen a echar toros de uno en uno hasta el último que tenían en chiqueros. Acabada la corrida se dirige a la fonda, en la puerta, los cuatro amotinados, arrepentidos le piden perdón.
Pregunto a don Manuel por las diferencias que existen entre su época y la actual.
-“No tienen nada que ver, son tiempos diferentes. Actualmente, los ganaderos crían los toros para que sean bravos y nobles. En mi tiempo era más complicada la lidia, si bien es verdad que, si saltaba un marrajo el público comprendía e incluso aplaudía que se despachara con la mayor brevedad y de cualquier manera. Hoy los toreros parecen estatuas, llegar a este dominio sin apenas mover los pies, requiere mucha técnica y entrenamiento. Nunca podríamos haber imaginado en nuestra época que se pudiera llegar a hacer así el toreo”.
En las tardes en que sus tres hijos torean, don Manuel Mejías, “El Papa Negro”, rezuma sufrimiento por todos los poros de su cuerpo. Si la corrida es en Madrid, se da una vuelta por Las Ventas, se tapa ocultándose en un tendido alto junto a una escalera. Si es en provincia, no encuentra la forma de distraer su pensamiento. Permanece en casa sentado junto al teléfono. Sale a su jardín en la calle del General Mola número 3, contempla los gorriones, hace que cuida de alguna planta y espera la caída, inacabable, de la tarde.
“El Papa Negro”, vive en el recuerdo de los apasionados aficionados, hoy, es don Manuel Mejías, “Bienvenida”, matador retirado y padre de tres toreros famosos.
Manuel Mejías "Bienvenida"
Festival de Arganda de 1944
Portada de "Nuevo Mundo"
Camino de Las Ventas
(23/XI/1887 - 14/X/1964)
Martes 21 de Septiembre de 2010
Envío este documento de hemeroteca de Manuel Mejías Rapela "Bienvenida", por ser el más noble representante de los aficionados admiradores de una Dinastía irrepetible, en arte, sacrificio, sufrimiento y la valentía de toda esa familia. Conocer a los "Bienvenida" debería ser texto obligado para todos los que quieren ser toreros, conferenciantes, críticos o entendidos y, hasta para abonarse en una plaza de toros.
Saludos de Aquilino Sánchez Nodal
De "Napa Negro" a Don Manuel Mejías
El semanario, “El Ruedo”, nº 5, del año 1.944, dedica unas palabras a los comienzos de don Manuel Mejías, “Bienvenida”, es el principio de un relato desconocido para la mayoría de los que sentimos devoción por la más importante Dinastía Torera de todos los tiempos.
Las preocupaciones de un hombre que ha dedicado toda su vida al toro, se agrandan cada día más por las inquietudes pretéritas de la profesión de sus tres hijos que sortean el peligro de los toros por esas plazas de Dios.
Siempre a tiempo pasado los recuerdos pierden su frescor pero aumenta el deseo de hacer partícipes a los demás de aquellos acontecimientos ocultos, secretos y personales en que resumen y justifican toda una existencia.
Habla “El Papa Negro”:
–“Mi padre, al principio, fue banderillero suelto. Se hizo matador de novillos con generales alabanzas. Dos cornadas graves le quitaron el sitio y volvió a coger las banderillas y el capote de brega. Por su finura fue solicitado en cuadrillas de importantes matadores de su época, la de Antonio Carmona, “El Gordito”; Manuel Domínguez, “Desperdicios”; Diego Prieto, “Cuatrodedos” y el mejicano, Ponciano Díaz. Después volvió al campo en pueblo que nos dio el apodo y en donde nací yo. Habían pasado pocos años cuando Ponciano le reclamó para torear varias corridas en Brasil. Allí consigue que me contraten para una cuadrilla de niños toreros, tenía nueve años, para actuar en la plaza de toros de Lisboa”.
– Manolito destaca del grupo infantil y le contratan para veinticinco corridas seguidas a razón de 1.000 pesetas cada una. El dinero lo cobraba el avispado que había organizado la expedición y se lo guardaba íntegro. Manolito Mejías regresa a Sevilla con el alma llena de aplausos y sin una perra en los bolsillos. El padre del niño torero sale en busca del promotor para ajustarle las cuentas. Es inútil, se lo ha tragado la tierra.
- La alternativa en Zaragoza, la de usted y la de su hijo Manolo, ¿fue por casualidad?.
-“No. Toda la familia somos muy devotos de la Virgen del Pilar. Para aquel día tan señalado, mi padre había hecho todas las gestiones para que fuera en esa plaza. No pudo asistir por su avanzada edad, pero antes de partir me pidió dos encargos: el primero, que depositara 1.000 pesetas en el Camarín de la Virgen, el otro, que al término de la corrida, independiente de la suerte, comprara otras mil en un ramo de azar para que no volviera a pisar una casa de juego, a lo que era muy aficionado”.
“El Papa Negro” cumplió los dos encargos hechos por su padre, depositó el dinero antes de la corrida. Una vez finalizada, puso el mismo importe en un sobre y lo entregó con el ruego de que fuera gastado en azar para ofrenda a la Virgen. El dinero que le sobró lo repartió entre su cuadrilla y nunca volvió a pisar un salón de juego. El primer toro se lo cedió, José García, “Algabeño”.
-“Mi pobre Manolín quiso imitarme en todo lo que hice. El día de su alternativa puso su óbolo a la Madre de Dios y se probó a la suerte. Visto lo que le pasó después, no le reportó éxito”.
“El Papa Negro”, recuerda una tarde muy especial en la que hizo, la mejor y la peor faena. Fue en Bogotá, en su cuadrilla actuaban un español, un peruano, un venezolano y un cuarto que era ecuatoriano. Aquello parecía la ONU del toreo. No tenían vestido de torear y don Manuel los vistió de cabeza a pies. Los dejo hospedarse en la misma fonda que lo hacia él. Y los ajustó a 50 dólares por corrida. Todo perfecto en la primera. Se negaron a torear la segunda si no doblaba el jornal. El matador se niega al chantaje y se anuncia en los carteles: “Manuel Mejías, “Bienvenida”, esta tarde actuará de peón, banderillero, matador y si hace falta, de puntillero”. El paseillo lo hizo en un carro para disimular tanta soledad. En un palco observa a los cuatro huelguistas felices previendo el fracaso. Al llegar frente al presidente, echa pie a tierra y pide que le empiecen a echar toros de uno en uno hasta el último que tenían en chiqueros. Acabada la corrida se dirige a la fonda, en la puerta, los cuatro amotinados, arrepentidos le piden perdón.
Pregunto a don Manuel por las diferencias que existen entre su época y la actual.
-“No tienen nada que ver, son tiempos diferentes. Actualmente, los ganaderos crían los toros para que sean bravos y nobles. En mi tiempo era más complicada la lidia, si bien es verdad que, si saltaba un marrajo el público comprendía e incluso aplaudía que se despachara con la mayor brevedad y de cualquier manera. Hoy los toreros parecen estatuas, llegar a este dominio sin apenas mover los pies, requiere mucha técnica y entrenamiento. Nunca podríamos haber imaginado en nuestra época que se pudiera llegar a hacer así el toreo”.
En las tardes en que sus tres hijos torean, don Manuel Mejías, “El Papa Negro”, rezuma sufrimiento por todos los poros de su cuerpo. Si la corrida es en Madrid, se da una vuelta por Las Ventas, se tapa ocultándose en un tendido alto junto a una escalera. Si es en provincia, no encuentra la forma de distraer su pensamiento. Permanece en casa sentado junto al teléfono. Sale a su jardín en la calle del General Mola número 3, contempla los gorriones, hace que cuida de alguna planta y espera la caída, inacabable, de la tarde.
“El Papa Negro”, vive en el recuerdo de los apasionados aficionados, hoy, es don Manuel Mejías, “Bienvenida”, matador retirado y padre de tres toreros famosos.
Manuel Mejías "Bienvenida"
Festival de Arganda de 1944
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