José Ramón Márquez
Unos que se presentan como El Refugio, que yo creo por los domicilios que acreditan que son dos parejas que viven en sus dos chalets, como corresponde a los bienpensantes de principios del siglo XXI y que se llaman J. Ignacio, Cristina, Milagros y Miguel Ángel, han presentado a la Comunidad de Madrid una ‘Iniciativa Legislativa’ (?) para ver de meterle mano al tema de los toros. Estos no van por la discusión apasionante entre la Cultura o el Interior de los últimos días, sino por la cosa de la prohibición, que por si alguien no se había dado cuenta, lo del tal ‘refugio’ debe ser una especie de hotelito de esos donde recogen diversos bichos que andan sueltos o heridos por los campos o las ciudades para curarlos y hacerles mimos y carantoñas.
A uno estas cosas siempre le llaman la atención, porque creo yo que, aunque los bichos -incluidas las palomas de Manuel Becerra, las ratas y los insectos del hogar- sean para ellos casi como sus hermanos, digo yo que todos los días de camino al trabajo me cruzo al menos con cuatro seres humanos devorados por la incuria y la suciedad, alcoholizados algunos de ellos, lo mismo que esos bodegones que pone Ignacio en los Salmonetes… a la puerta del Teatro Real, enfundados en cajas de cartón para pasar la noche, y ahí está esa miríada de pobres que nos contaba la prensa anteayer, de personas que están en el umbral de la pobreza en España viviendo como aquél que dice del aire, como para andar gastándose la pasta, el jabón y los mimos en el gatito, en el perrito, el canario flauta, el rocín flaco y el pobre galgo corredor.
Bueno, pues además de la estupefacción que produce esta tontuna contemporánea con los bichos, hay dos cosas que llaman la atención de la tal ‘Iniciativa legislativa’ de marras. Una es que sus palabras están tomadas tal cual del famoso preámbulo de la Ley 28/2010 en la que el Parlamento de Cataluña, con el subterfugio del amor a los animales escenificaba su desamor a España, con esas cosas tan peregrinas como lo del ‘reconocimiento de los derechos de los animales’, el ‘impacto negativo sobre los menores’, el ‘dolor y padecimiento’ de los toros y la proximidad genética y emotiva del toro con el hombre (?). En segundo lugar, una disensión importante entre las huestes animalistas, pues mientras que el cargante Parlament(o) defiende al ‘Bos taurus’, los benéficos matrimionios de El Refugi(o), estiman que el objeto de sus desvelos es el ‘Bos primigenius taurus’, que, si no me falla la memoria, se deben referir al uro o auroch, animal que fue cazado por Julio César en las Galias y que fue visto por última vez en los bosques de Polonia en el siglo XVI. Bueno, pues una vez más quedamos a la espera de que el profesor Mosterín se defina sobre este particular, que la cosa pinta como un debate apasionante de alta cultura, que no sé qué pasa, que lo de los toros siempre acaba enfangado en lo de la cultura.
Unos que se presentan como El Refugio, que yo creo por los domicilios que acreditan que son dos parejas que viven en sus dos chalets, como corresponde a los bienpensantes de principios del siglo XXI y que se llaman J. Ignacio, Cristina, Milagros y Miguel Ángel, han presentado a la Comunidad de Madrid una ‘Iniciativa Legislativa’ (?) para ver de meterle mano al tema de los toros. Estos no van por la discusión apasionante entre la Cultura o el Interior de los últimos días, sino por la cosa de la prohibición, que por si alguien no se había dado cuenta, lo del tal ‘refugio’ debe ser una especie de hotelito de esos donde recogen diversos bichos que andan sueltos o heridos por los campos o las ciudades para curarlos y hacerles mimos y carantoñas.
A uno estas cosas siempre le llaman la atención, porque creo yo que, aunque los bichos -incluidas las palomas de Manuel Becerra, las ratas y los insectos del hogar- sean para ellos casi como sus hermanos, digo yo que todos los días de camino al trabajo me cruzo al menos con cuatro seres humanos devorados por la incuria y la suciedad, alcoholizados algunos de ellos, lo mismo que esos bodegones que pone Ignacio en los Salmonetes… a la puerta del Teatro Real, enfundados en cajas de cartón para pasar la noche, y ahí está esa miríada de pobres que nos contaba la prensa anteayer, de personas que están en el umbral de la pobreza en España viviendo como aquél que dice del aire, como para andar gastándose la pasta, el jabón y los mimos en el gatito, en el perrito, el canario flauta, el rocín flaco y el pobre galgo corredor.
Bueno, pues además de la estupefacción que produce esta tontuna contemporánea con los bichos, hay dos cosas que llaman la atención de la tal ‘Iniciativa legislativa’ de marras. Una es que sus palabras están tomadas tal cual del famoso preámbulo de la Ley 28/2010 en la que el Parlamento de Cataluña, con el subterfugio del amor a los animales escenificaba su desamor a España, con esas cosas tan peregrinas como lo del ‘reconocimiento de los derechos de los animales’, el ‘impacto negativo sobre los menores’, el ‘dolor y padecimiento’ de los toros y la proximidad genética y emotiva del toro con el hombre (?). En segundo lugar, una disensión importante entre las huestes animalistas, pues mientras que el cargante Parlament(o) defiende al ‘Bos taurus’, los benéficos matrimionios de El Refugi(o), estiman que el objeto de sus desvelos es el ‘Bos primigenius taurus’, que, si no me falla la memoria, se deben referir al uro o auroch, animal que fue cazado por Julio César en las Galias y que fue visto por última vez en los bosques de Polonia en el siglo XVI. Bueno, pues una vez más quedamos a la espera de que el profesor Mosterín se defina sobre este particular, que la cosa pinta como un debate apasionante de alta cultura, que no sé qué pasa, que lo de los toros siempre acaba enfangado en lo de la cultura.
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