sábado, 16 de octubre de 2010

Toros a cultura y cine a Interior / Por I. Ruiz Quintano

Rubalcaba lleva la vara....

"Ahora, para convencer a alguien de 
ir a los toros, en vez de «Torea El Cid», 
diremos: «Preside Gamoneda»

 Toros a cultura y cine a Interior

IGNACIO RUIZ QUINTANO
Día 16/10/2010 -
UNO apoyaría el pase de los toros a Cultura sólo tras el pase del cine a Interior. La idea de este trueque es de un amigo taurino licenciado en Imagen por la Complutense, cuyos temores —los de mi amigo, no los de la Complutense— ante el anuncio de la tauromaquia como nuevo ramo ministerial de la Cultura son compartidos por todos los que pagamos para entrar en una plaza: si con un guardia civil delante el taurineo embarca los peluches que venimos viendo, con un poeta municipal en el puesto del guardia civil acabará embarcando al perro de la finca.
 Que por eso, digo yo, la perra de las figuras para que los metan en Cultura.

Cuando, acosado por los nazis, Thomas Mann abandonó Europa para establecerse en Nueva York, dijo: «Donde yo estoy, está la cultura alemana». Que es lo que hasta hoy podía decir un torero en cualquier parte del mundo: «Donde yo estoy, está la cultura española.»

¿Cuántos toreros hay entre las figuras?
Las figuras quieren en el palco, en vez de policías, poetas. En Madrid está don Julio Martínez, que viene a ser un policía poético o un poeta policial, y por ahí, Dios nos asista, iría la transición.
—¡Es Mallarmé! —le decía Salvador Rueda a Rubén Darío que era El Guerra, para convencerlo de ir a los toros.
Ahora, para convencer a alguien de ir a los toros, en vez de decir que torea Mallarmé diremos: «Preside Gamoneda.» O García Montero, claro. Y en esto va a consistir el cambio de los toros de Interior a Cultura.

Es verdad que los cuernos seguirán en Interior, pero eso sólo significa que habrá plazas de Interior (Madrid, Sevilla —con reparos—, Bilbao y Pamplona)... y las demás. Toros de Interior (victorinos, miuras, gracilianos, pablorromeros, cebadas, cuadris...) y toros de Cultura: los de las figuras. Y todo, ay, gracias a Rubalcaba.
A Rubalcaba le ha caído el conflicto taurino Interior-Cultura como le cayó a Girón, que era de Herrera de Pisuerga y sólo entendía de cangrejos, el conflicto taurino México-España:
—Mire usted —le dijo Girón a un periodista mexicano-: yo no entiendo nada de toros, pero veo un juego concreto de intereses y pasiones. Los toreros forman un grupo especial como el de los gitanos. Ellos viven en su medio, y en él se sienten contentos. Pero yo tengo otra forma de vida.

¡Ah, la cara de Rubalcaba!
¿Qué hacía Rubalcaba entre Cayetano y Julián López como si fueran Gallito y Belmonte? Tampoco sé qué ventilaban ahí El Cid, con lo que lidia, ni Ponce, con su historial. Ni siquiera sé qué pintaba ahí el señor Arauz de Robles, un «abogado de las figuras» que dice «recepcionar» por «recibir» y, sin embargo, está como loco por pasar a Cultura. Desde luego, esta tauromaquia cultural no es la que promovía, a lo grande («¡kulturkampf!»), Joaquín Moeckel.

ABC

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