ADRIÁN PERDONA, YO NO
Fernando García Terrell Madrid,
9 de Noviembre de 2010
No tenías un apellido rimbombante, no fuiste hombre que acaparara, ni en tu último trance, la atención de los medios de comunicación. No eras un torero mediático pero sí un buen subalterno. Tu vida fue ordenada, unida a la de tu esposa Sandra e hijo de cuatro años. Un día quisiste llegar a ser a ser matador de toros pero tuviese que conformarte, como tantos, con vivir los toros desde cerca en una cuadrilla, la del “Fundi”, y así matar el gusanillo y de paso llevar algún duro a la familia.
Honrado a fuerza cabal, una mala tarde de junio de 2008 te cogió en la plaza de Torrejón de Ardoz,- no en las Ventas, ni en la Maestranza, eso hubiese cambiado -, un toro, de manera tan fea y con tanta gravedad que desde aquella tarde te quedaste postrado en una silla de ruedas, color plata como el de los ternos que usabas.
La historia se repite y mi coraje se encumbra pues todavía no he escuchado en ningún informativo de las televisiones, la noticia de tu muerte con un broche tan bello como el de tu testamento en el que incluso perdonas al toro que tan lentamente te ha matado. Solamente periódicos y revistas especializadas han dado el trato que merece tu ejemplar muerte. Si hubieses tenido otro apellido, si te hubieran enganchado por el cuello o muerto en un encierro en la calle de un pueblo, todo España se habría enterado de la desgracia y nos hubiesen repetido tu tragedia a cada momento, pero tu apellido era vulgar, tan solo Gómez y además no eras, ni matador de toros como los Cayetanos o Riveras, sino simplemente ADRIÁN, ese gran profesional que se ha pasado dos años y medio, después de aquella tarde lidiando una muerte que al final te ha vuelto a llevar p’alante. Descansa en paz.
El silencio informativo no solo ha imperado en la muerte de Adrián Gómez. ¿Alguien ha contemplado en los telediarios el desastre que ocasionaron los antitaurinos de las Juventudes de Ezquerra Republicana de Cataluña (según rezan las siglas de las pintadas que dejaron) tras el asalto a la finca del ganadero tarraconense de Rogelio Martí, de Alfara de Carles, tras ser asaltarla hace dos fines de semana por los abolicionistas, cebándose con un lote de añojos que se encontraban apartados para ser herrados en los próximos días?. Ellos, que tanto aman a los animales, los pintarrajearon, soltaron del corral donde se encontraban y causaron daños cuantiosos en la plaza de tientas y restaurante colindante donde, eso sí, nos tildaban de “Asesinos”. Ellos aun no lo son, pero si delincuentes que sin permiso invaden propiedades ajenas con nocturnidad y alevosía e incluso se permiten el lujo de jugar al toro. Ellos, no
La historia se repite. No hace tanto tiempo hicieron lo mismo en la plaza de la Glorieta de Salamanca y en las esculturas de los diestros que la adornan. Antes destrozaron el panteón del matador Julio Robles o abordaron el coche de la cuadrilla de Javier Castaño, o… cada tarde de feria se juntan en las puertas de los hoteles donde se alojan los diestros, o en las plazas de toros para provocar a los legales aficionados, insultarles y vejarles.
La paciencia tiene un límite y si Adrián y hasta su mujer e hijo perdonan al toro que ocasionó la muerte del padre, yo no encuentro tan fácil hacerlo con esos energúmenos intransigentes que, con consentimiento tácito, coartan la libertad, perturban un espectáculo, una tradición, que harto demostrado está es un bien cultural de ahora y de siempre, pese a que las cadenas de televisión y mucha parte de los medios informativos traten de ocultarlo, como lo han hecho con estos lutos y esas trasgresiones a la pacífica convivencia.
Yo no les perdono.
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