lunes, 7 de marzo de 2011

El toro fuera de tipo y de contexto / Pedro J. Cáceres

 
-El tipo de Vistalegre- / Fotografía d Ricardo Relvas

El toro fuera de tipo y de contexto

Pedro Javier Cáceres
El pasado fin de semana el desarrollo y resultados artísticos de la II Feria de Invierno en Vista Alegre fue de éxito rotundo con el 99% del elenco anunciado saliendo en hombros por obra y gracia de 17.000 paganos, entre las dos tardes, que así lo quisieron y salieron encantados y con el ánimo de volver al día siguiente si hubiera programación.

La prensa, por su parte, la seria, ha matizado la euforia triunfalista pero con mesura. Sin obviar que los encierros fueran manifiestamente mejorables en cuanto a presentación pero poniendo en valor tres toros encastados y dos pastueños de buena condición que supusieron el argumento para la poesía, el debate o la polémica.

Verdad es que a El Juli le faltó toro, para lo que el espectador quiere ver en Juli y su capacidad. De ahí que su triunfo fuera de intensidad media.
Pero Talavante impresionó, Morante apasionó y El Cid dividió porque los toros que les cupieron en suerte fueron esos con los que Talavante y Morante pueden hacer lo que el público quiere que hagan y El Cid dejó la duda si pudo hacer más, con ese toro, de lo que se espera y se sabe de él.

Los ataques desaforados como enmienda a la totalidad de esta Feria casi neonata, ella, y de inauguración de ejercicio, de algún medio más las descalificaciones de llamados aficionados a la obra de Morante y ridiculizar las orejas de El Cid, favorecido en una tarde de viento en popa, en base a la pobreza de presencia de los toros, sin más, son simplistas; cuanto menos.

Entre todos estamos haciendo del toro un accesorio en La Fiesta antes que un coprotagonista.
El toro ha pasado de ser elemento principal en el análisis de una corrida al chivo expiatorio propicio para intentar argumentar, en diferentes direcciones, la intencionalidad de una crónica periodística o comentario de cualquier aficionado en la barra de la taberna -ahora blogs y redes sociales, etc. — con un objetivo preconcebido: hacer de un torero héroe o villano según la bandería en que se milite y alimentar una reyerta de pandilleros entre supuestos aficionados y críticos, “primus inter pares”.

El toro les importa nada, lo utilizan. El torero por el que emprenden la cruzada, diría que menos; pero es el señuelo. A veces, este, ni ha actuado o en otras es el damnificado de un triunfo masivo.
Desde Joselito, el madrileño, y Ponce para acá esta “religión” está revuelta. Todos contra todos: los “opustomasistas”, “propagandistas de la acción morantista”, “legionarios del poncismo” etc.
Siempre hubo, en la historia de la “profesión taurómaca”, partidarios de unos, más que de otros. Pero todos militando en la misma fe. Sana rivalidad antes que el navajeo actual.
Los de Joselito (el de Gelves) y Belmonte. Los de Manolete y Pepe Luis. Los de Ordóñez, Camino y El Viti. De “El Cordobés” y “Palomo”. Curristas y paulistas. De Ojeda, pero también de Manzanares.

Convivían y se estimulaban mutuamente con sus cuitas. Pero admiraban, todos, al uno y al otro. Se retroalimentaban y daban vida a la Fiesta. Hoy dan vómitos.
Al toro, hace mucho tiempo, se le sacó de tipo, y de aquellos polvos estos lodos.

Más tarde se le ha sacado de texto para ignorarle.
Ahora toca sacarle de contexto por intereses bastardos.
Sin el “todo vale”, ni que cualquier fin justifique los medios, lo de Vista Alegre, lo de Morante, Talavante y compañía con enemigo menor (similar al roto del Madrid al Málaga o el abono de la manita de goles del Barca en competición doméstica) comporta una brizna de ilusión - si se quiere una pequeña mentira piadosa, pero no nociva por inocente- ante el panorama de una Fiesta con profunda crisis interna dentro de un país en bancarrota.

Supone, respecto de la continuidad de esta Feria de Invierno, el mayor aval para insuflar oxígeno al empresario y vislumbrar que una feria balbuceante no se queda muda con dos ediciones y sí asegurar su continuidad aunque sea con logopeda.

Todo es posible. Ahí está el Oscar a “El discurso del Rey”.

Un “tartaja” (con perdón) sin complejos; “en tipo” y “en contexto”.

El Imparcial.es

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