El “llongueras” de mi barrio
Por Pedro Javier Cáceres
4 de Abril de 2011
Castellón es lo que es. Una feria amable, simpática, en una ciudad en fiestas donde ir a los toros es un accesorio.
Una más, una de tantas, de segunda; administrativa y taurinamente.
Con un protagonismo oscilante, por este orden (de mayor a menor), según que abra calendario, no se solape con Fallas, o coincida total o parcialmente con Valencia, con lo cual pasa desapercibida. Grandezas y miserias, ad hoc.
Un público mediterráneo, pero tirando al norte levantino. Correcto sí, pero acostumbrado a jugar, o ver jugar, al toro, de gratis, por las calles a paisanos molientes y corrientes, en alpargatas y jeans, sin el “chispeante”.
Quizá todo ello haga de ese público un elenco un punto frío, o al menos poco pasional, que necesita de un plus: bien emocional, de riesgo, o una coreografía que les levante la pasión por la vía de la estética. No es espectador, en general, que se quiebre la cabeza en busca de honduras o profundidades. Tampoco se le ha acostumbrado a estos registros.
Y en este punto el toro es fundamental. Para aliciente de esta afición, para los toreros (en trámite de suma y sigue) y para, en consecuencia, que ese público muestre entrega a los artistas.
Los que por nuestra profesión nos vemos más de un centenar de corridas al año, con lo cual ya llevamos sobre pecho y espalda más de 3.000 espectáculos de toda clase y condición, en España, Francia y América, y tenemos la responsabilidad de contar lo que ha pasado de forma descriptiva, sí, pero analítica también, no debemos orillar, si queremos ejercer el periodismo de forma responsable, asimilar la ubicación y el escenario; su contexto, su casuística y sus circunstancias, sin demagogias ni mentiras piadosas.
El toro de Castellón es el que es. Punto. Pero una vez compulsado todo hay que pedir a la Empresa, a los ganaderos y a los toreros que no abdiquen de sus mínimas obligaciones con este público aún a sabiendas que lo que pase, para bien o para mal, no tiene mayor trascendencia. Que el triunfo o el fracaso son puntuales. Generalmente se produce indiferencia, que es el peor de los estatus.
Repito que el toro de Castellón es el que es. Sólo se pide si no escrupulosidad, sí esmero a la hora de seleccionar las corridas.
Es terreno propicio, por las parcas exigencias, para presentar encierros igualados, en edad, dignidad y gobierno y no un muestrario de retales o un surtido variopinto de etnias y hechuras tipo cola del paro. Y a partir de ahí cumplir con los cánones que marca la zootecnia.
Bajos sí, pero no enanos. Ligeros de carnes, pero no el espinazo y poco más de relleno. Estrechos de sienes pero no cejijuntos. Agradables de pitones pero no dos plátanos, uno de Canarias y el otro “banana caribeña”. La cara breve, si se quiere, pero con expresión de “macho”; que le distinga de una “avileña”. Un poquito de morrillo, tal que una pelota de balonmano y no una de golf o tenis, como mucho. Y la culata de un toro, no la de “la Ramona” de Fernando Esteso, tampoco de púber anoréxica. Y el rabo, pues el de un “tótem”(normalito), no hace falta que sea de película XX.
Esa es la primera obligación de los que intervienen en este negocio. Luego, que se mueva, que embista, etc. etc.
Puede que no sea fácil pero el hábito, por poco contestado que sea, genera vicios que el conformismo hace costumbres y si se les da visa continuada se convierten en leyes que nos instalan en normalidad aviesa y se lidia lo que se ha lidiado.
Como le ocurría al “llongueras” de mi barrio.
¿El qué? Les cuento…
Llegué un día de buena mañana y el “estilista” (diplomado en Vicálvaro) me preguntó cómo quería el corte de pelo.
Tras titubeos y balbuceos, con voz firme le dije, señalando: “el flequillo me lo hace en W, los temporales, uno con media melena y el otro al 2. En el occipital (yo muy culto y puesto), me dejas dos calvas, como un doble pivote, y que del extremo izquierdo (así bordeando la oreja) salga una coletilla larguita y en el derecho una más corta. Por arriba, aquí en todo el parietal me dejas dos crestas, una de gallo, ¡mona! y otra, tipo quiquiriquí, ¡informal!…”
El hombre, visiblemente ofendido me interrumpió… “¡Oiga, amigo!, yo soy maestro peluquero —estilista-, no esquilador”
Le estaba esperando: “¡hijoputa!, entonces ¿por qué la otra vez que vine me lo hiciste así, tal cual, sin preguntar? ”
Lo hundí.
Se permite el uso pero no el abuso.
Nota.- Ha pasado, pasa, en Castellón. Pero es generalizable a cualquier feria de su rango.
Castellón, una feria 0’0
Concluyó, hoy, la feria de Castellón con pocas o ninguna aportación de previsiones y especulaciones que hacer sobre el inicio de la temporada.
La monotonía fue su carta de naturaleza. Ha sido una feria de las “de pereza”.
Ninguna tarde se acabó el papel; ni siquiera el jueves ante el reclamo de lo que se vendía como un ensayo del domingo de Resurrección de Sevilla con el que, para muchos, es el mejor cartel posible, en estos momentos: Morante, Juli, Manzanares.
“Jandillas” melifluos, manejables, sí, pero para la terna en la élite hace falta más toro, en todo: presencia, pujanza, transmisión.
Si queremos sacar algunas conclusiones en positivo, no tenemos más opción que ubicar el festejo en un “tentadero”.
Con esa mentalidad flexible se pudo testar la evolución de Manzanares en autoestima : dar importancia a algo que tiene poca. Su llenar el escenario por sí mismo, a falta de toro (la apostura, la forma de ir y salir de la cara del animal), sus progresos con el capote y su afán de superación en la suerte de matar una vez casi tocado techo al volapié, ir ensayando la suerte de recibir o al encuentro. Era el lugar idóneo para probaturas y le salió bien. Asumió el riesgo y abrochó con dos orejas una actuación autosuficiente.
La actitud, y el triunfo de Manzanares, propiciaron un plus de motivación en El Juli para sacar la raza de no dejarse ganar la partida, al menos empatar, y aflorar una gama variada de recursos como el cambio de mano, la espaldina sin enmendar terrenos y todo pasándoselo muy cerca.
Y Morante en profesional, quizá una disposición que le sitúa en una disyuntiva, ajena al torero.
Sentido y pulcro en el primero, empalagoso y tímido de embestida, encogido, nadie le echó cuentas. En el segundo, toro voluntarioso pero torpón, le quiso hacer de todo, y al final le pegó pases, muchos, para saldar indiferencia.
Hay plaza, que por lo que sea, no son los escenarios de toreros con el sello de “diferentes”, y Morante lo es. Cuando se equipara en disposición por agradar, estas plazas, lo contemplan como uno más; puro vulgo torero.
Hay veces y sitios, en que la bronca es el hecho diferencial que marca la idiosincrasia de un torero “distinto” y en Castellón no ocurrió. Todo fue corriente, estándar.
Más hueca fue la corrida de Lagunajanda con la que Castella y Perera no encontraron motivación, tampoco la buscaron por la variante y la periferia (tal que Manzanares). Sólo El Cid tuvo ráfagas de gustarse y buscarle las vueltas a su segundo.
Lo hizo Daniel Luque, ayer, con los de Manolo González. Primero ansioso y precipitado, pero pidiendo guerra. Luego, con el sosiego llegaron los mejores pasajes de la tarde en la que ni Fandi pasó más allá del rubicón habitual del segundo tercio ni Cayetano anduvo inspirado con el toro más propicio.
El comienzo de la feria supuso la decepción, una tarde más, de los “fuenteymbros” (nada que ver con la de Valencia) con Tejela sumando una oreja de las de estadísticas, el “seguro al portador” de la corrida de rejones, con Cartagena y Leonardo en hombros en buena tarde de Sergio Galán (gustó a todo el mundo menos a la presidencia) y el buen debut con caballos de la novillada de “El Parralejo” en la que juan del Álamo salió en hombros.
Hoy los “victorinos” han devuelto la fe. Al aficionado, al ganadero y al sector que andaba con la escopeta cargada. Buena corrida. Mejor dicho, una corrida de toros. Y con toros toreros, Rafaelillo, Bolívar y Alberto Aguilar lo aprovecharon y cortaron su oreja, que pudo ser algo más en el caso de Bolívar, se la quedó el palco, de recuerdo.
Tan sencillo, toros. Ni más, ni menos. Tuvo que ser Victorino el que vino “al rescate” de Castellón. “Los viejos ganaderos nunca mueren”.
Castellón una feria 0’0; como la cerveza. “Igualica” que el Aeroport inaugurado por Camps y Fabra, que no tiene aviones… ni se les espera.
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