sábado, 11 de junio de 2011

LA DERIVA GANADERA Y LA NOSTALGIA / Aquilino Sánchez Nodal

Ganadería de Colmenar Viejo (Madrid )

LA DERIVA GANADERA Y LA NOSTALGIA

Aquilino Sánchez Nodal

Madrid, 11 de Junio de 2011
Una vez más la Feria de San Isidro ha conseguido un contundente fracaso ganadero. Para estos resultados no necesitan consejeros, veterinarios, autoridad, ni regatear el precio a ganaderos de corretaje sumisos de toreros iluminados. Los aficionados de antiguo echamos de menos la falta de ganaderías autóctonas de Madrid. Nadie cree que puedan sobresalir a peor de entre los impresentable animaluchos que se han lidiado la mayoría de las tardes, incluso hubieran dado una justificación a los petardos que han ofrecido a los aficionados de Madrid y del mundo por añadidura los Choperillas.

Sabemos, los que estamos en esto, que en Colmenar Viejo lo taurino ha desaparecido, solo resplandece la sombra de José Cubero “Yiyo” para justificar la permanencia del pueblo en la historia.

En la época de oro del toreo, los toros de Madrid fueron los más terribles de todos los que se lidiaban en España. En especial los que pastaban en término de Colmenar. La competencia por llegar a ser primera figura obligaba a los toreros más valientes a elegir estas históricas ganaderías para dilucidar quien era el mejor. Salvador Sánchez “Frascuelo”; Rafael Guerra “Guerrita”; José Gómez “Gallito”; Vicente Pastor; Diego Mazquiarán “Fortuna”; Julián Saiz “Saleri II”; Marcial Lalanda; Manuel Mejías Bienvenida “El Papa Negro”; Domingo Ortega; Luis Miguel Dominguín y … tantos otros matadores, que demostraron su arte y valor ante las alimañas de Colmenar.

“Joselito” que de toros sabía un rato largo diferenciaba las ganaderías:

- Los más bravos, Murube; los de más arrobas, Miura; los más difíciles peligrosos y fieros, de Colmenar.

Los ganaderos estaban orgullosos de la casta de sus toros bravos. Eran animales con instinto, con “alma”. Los tiempos cambian que es una barbaridad y el romanticismo ha dejado paso al negocio, la mayoría de las veces poco limpio. En épocas pasadas, no lejanas, los toreros que más actuaban necesitan gestas ante los toros más difíciles de lidiar. Despacio, enmascarado, ha llegado nuestro tiempo y los toreros artistas ellos han conseguido hacer desaparecer o mutar las ganaderías más encastadas. Los que pueden escoger ni siquiera pronuncian sus nombres. Los que están obligados a matar, “lo que sale del chiquero” no producen el lustre suficiente que justifique la cría de los bravos colmenareños.

La solución sería el cruce con vacas menos agresivas y sobre todo, más comerciales para el toreo vulgar y mediocre que practican los toreros desde hace unas décadas. Algunos ganaderos lo han intentado con resultado inverso al esperado. Esta sangre aguada de fiera y cordero es un híbrido que ni sirve para toreros “de neón” ni para valientes expendedores de adrenalina. El fracaso ha llevado al matadero a ganaderías de histórico nombre y a la ruina a ganaderos de ilustre antecedente.

Cada temporada los amantes de las corridas de toros esperábamos la feria torista de Colmenar que era cita obligada de las ganaderías vecinas. Junto a los aficionados taurinos más exigentes, en los tendidos se congregaban algunos curiosos amantes de la tragedia y la emoción. Observando los carteles de los últimos años el aficionado de “adiario” no diferencia las ganaderías anunciadas de las que contratan en cualquiera otra plaza. Por lógica e interés local todos los carteles de corridas organizadas en ese pueblo madrileño deberían haber seguido anunciando los Toros de Colmenar aunque, las figuras no aparecieran ni por las cercanías del coso. Hubiera sido una fórmula de conservar estas apreciadas castas que consiguieron su denominación de origen y se anunciaban asiduamente en Las Ventas, algunas veces con éxito.

En Colmenar Viejo: La propiedad del inmueble, en su plaza de toros, cometió cuatro errores que están destruyendo la afición y terminaran con el negocio en quiebra.

Primero.- Aceptar carteles azucarados para ver a las figuras, con la intención de interesar a los aficionados de Madrid capital. Quieren competir con Sanse en glamur.

Segundo.- Construir una plaza fría, descomunal, monstruosa además de fea e innecesaria para la concurrencia que asiste a los festejos toree el que toree a excepción de JT. al que no verán en ese ruedo salvo milagro de Nuestra Señora de los Remedios

Tercero.- Por soberbia y lucimiento de la administración municipal, aumentar de categoría, de tercera a segunda. Más honorarios, más gastos, billetes mucho más caros, huida del público. Para asistir a lo mismo que en otros sitios no es loable pagar más.

Cuarta.- Conceder la explotación a empresarios que desconocen el gusto de la afición local, que no valoran el mito taurino de esa tierra ni respetan al toro de Colmenar. Confeccionan carteles en su feria taurina con ganaderías “facilonas” para complacer a toreros caros y atraer turistas. La afición de Madrid no necesita desplazarse, la vulgaridad taurina la tienen cerca de Manuel Becerra y el Arroyo Abroñigal.

Era de esperar que tampoco Taurodelta triunfaría como empresa en la plaza de toros de Colmenar, es su carácter. Al igual que, si fuera Zamora, confeccionó unos carteles adocenados con sobreros de la Feria de San Isidro. Matadores contratados “en lote”, como si Colmenar fuera una sucursal del cortijo grande.

Repaso los esotéricos nombres del ganado que pastan en las dehesas de Madrid: José Vázquez, Hernández Pla, Santa Coloma albaserradas de Victorino y Adolfo, don Baltasar Ibán, los Eulogios, Concha Navarro, Sotillo Gutiérrez, doña Venancia Hernández, los Herederos de Colmenarejo y por supuesto, los “hechos a medida” de don Victoriano del Río. En las crónicas taurinas del esplendor ganadero madrileño en otro tiempo: Don Manuel Aléas, después, don Manuel García-Aléas Puente; don Juan Bañuelos Fonseca, después, don Manuel Bañuelos. Por allí existían otros ganaderos con miles de cabezas que no superaron la Guerra: Elías Gómez Lloso y los curas don Pedro de la Morena y Antero López. Productos apreciados para cruces que mejoraron castas: don Salvador Gaviria; Vicente Perdiguero y Ferrer. El ganadero más famoso de todos fue don Vicente Martínez Sainz, íntimo de Salvador Sánchez, “Frascuelo”. Los toros de Colmenar eran solicitados por los mejores matadores de la Época de Oro. Solo nos queda la nostalgia y el recuerdo a los aficionados ilustrados. Observamos los escombros de esta Tierra Brava: Los Eulogios y su Pecado Mortal que bien lo están penando. El huido don Luis Antonio Carabias Bueno y los herederos de Sanz Colmenarejo y su supermercado de ganado. Otros enredan de mal en peor. Colmenar Viejo es un claro ejemplo de como lograr hacer desaparecer, por arte de “birlibirloque” los toros autóctonos nacidos de Dios y conservados durante generaciones en estado puro, de natural nobleza y bravo comportamiento en el ruedo ya ausentes en las grandes ferias y a poco, de los libros de ganadería. Con los toros de Colmenar desaparecidos, terribles augurios anuncian el fin de la cabaña brava en la sierra de Madrid.

Sálvese quien pueda.

1 comentario:

  1. Magnífico artículo el de Don Aquilino, donde su saber taurómaco y su afición nos regala una lección sobre la cabaña brava.
    Enhorabuena.

    Saludos, Virgilio H.

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