lunes, 19 de diciembre de 2011

MÉXICO. DESPUNTA UN JOVEN DE FINO TOREO: FERMÍN RIVERA / Por Jardinero de San Mateo

Fermín Rivera cortó la primer oreja de la tarde a su enemigo de nombre ‘Don Juan’ en la corrida dominguera de la Plaza México. 

SÉPTIMA DE LA TEMPORADA EN PLAZA MEXICO.

DESPUNTA UN JOVEN DE FINO TOREO: 
FERMÍN RIVERA 

Jardinero de San Mateo 

México, 18 de Diciembre de 2011.-

Séptima corrida de la temporada. Aforo semivacío en tarde fría. 

SEIS TOROS DE “VILLA CARMELA”. Bien presentados, acusaron falta de fuerza, aunque no de calidad. Pesos 480, 470, 473, 495, 490 y 478 Kilos. 

FERMÍN RIVERA (azul rey y oro) silencio y una oreja. 

DANIEL LUQUE (marfíl y oro) silencio y pitos. 

MARIO AGUILAR (azul marino y oro con aguilitas) silencio y oreja. 

Se dio un minuto de aplausos a Don Pablo Labastida, distinguido ganadero y apoderado que se ganó el cariño de quienes lo conocieron. 

No era necesario ser un profeta para señalar que en esta temporada se podrían destapar varios jóvenes que renovaran la vieja, conocida y repetitiva plantilla de toreros mexicanos (por ejemplo El Zotoluco, Mejía) y le dieran un sólido impulso a la fiesta que se debía traducir en una nueva época de oro del toreo mexicano. 

Hasta el momento y transcurrida poco menos de la mitad de la temporada han destacado, por una parte esos nuevos “Tres Mosqueteros” –Saldivar, Silveti y Sánchez- que con lecciones y disciplina bien aprendidas en España, han dado muestra ya de su personal estilo y de sus capacidades taurinas que los deben llevar a un singular combate intercontinental festinado por la afición mexicana que se había acostumbrado a las vacaciones invernales de los españoles en México, con ganado pequeño y seleccionado y unas muy pocas tardes de ilusión, como las que nos dieron recientemente Arturo Macías, El Zapata y El Payo. Este cronista que bien prefiere la discreción de un tendido alto y pagado y la independencia absoluta de todos sus trabajos, que observa, pero no se inmiscuye en la vida de la gente de los toros y que difícilmente lo verán en reuniones con taurinos ni en actos con presencia de toreros o ganaderos ni menos de empresarios y que gusta entonces, como dice Juan Antonio Arévalo que era el maestro Joaquín Vidal, de la libertad, del respeto a los lectores, que no escribe para dar coba, ni siquiera dar gusto a los más exigentes, sino que escribe lo que cree que tiene que decir, hace más de un año pronosticó el advenimiento de esta nueva generación de toreros. Ya en julio del año pasado dijimos sobre Juan Pablo Sánchez, reportando desde Las Ventas de Madrid que “Allí había un torero”. Luego desde Nimes en septiembre pasado a Arturo Saldivar lo denominamos “La promesa mexicana” y en su última presentación como novillero en Juriquilla comentamos que Diego Silveti “Iniciaba el sendero del triunfo” debido a sus virtudes taurinas y a la excelencia en la conducción de su carrera. Confirmamos esto y tenemos fe que en febrero próximo, ya no el 5, en razón de que antes de que la empresa lo hiciera, Manzanares anunció que será parte del cartel, entonces el 4, podamos tener una terna de mexicanos que llene los tendidos de los que hasta hoy, salvo la primer corrida, han sido gélidos y semivacíos graderíos de la primera plaza de América. 

Tampoco se necesitaba ser profeta para señalar que la tarde de hoy podía ser deslucida, el ganado jalisciense de Villa Carmela tenía estampa y aunque muy justito de peso, mostró desde el primer toro su debilidad, aplomo y falta de fuerza que también mostraron sus otros cinco hermanos. (Ahora sí nos salvamos, quizá por el frío, del consabido regalito que seguramente no aconsejó Don Simón Casas, empresario de Valencia y de Nimes a un Daniel Luque, desangelado y sin algún empeño). 

Abrió plaza “Don Paz”, negro bragado, delantero, limitado de pitones que muy pronto se rajó a tablas y mostró su debilidad. Sin embargo, el nieto del maestro Fermín Rivera, del mismo nombre, intentó pasárselo en los medios pero la res no tenía clase, no trasmitía, y lo único que logró fueron algunos derechazos con voluntad para acabar con su enemigo con una entera trasera y desprendida. Todo cambió con su segundo, “Don Juan”, un cárdeno entrepelado, bien puesto al que el potosino le dio tres ganeras y una excelente rebolera. Aunque acusó falta de fuerza, le encontró la distancia y con un toreo clásico se lo pasó por la derecha, aprovechando varias buenas embestidas del toro. Porfió, mostrando valor y temple, en la ejecución con ambas manos de temple. Fue así que lo mató con una entera en todo lo alto y recibió una merecida oreja por su sobria labor. Más le habrá sabido bien la vuelta al ruedo que debe significar su retorno a la plaza para reforzar una carrera que tiene muy pocas fechas. 

Por su parte, Daniel Luque, que había generado ciertas controversias en días anteriores, lidió a “Don Ricardo” un negro bragado, delantero, vuelto, girón, al que le instrumentó, quizá de lo poco rescatable de su tarde, unas verónicas. Como el toro se caía y por el izquierdo se colaba, sólo logró algunos detalles, señalando un pinchazo muy atrás y matando al descabello. Dijo que en el quinto, “Don Chucho”, negro, “la armaría” y no sucedió tal. Repitió en verónicas y al toro le faltó castigo, pero con la cabeza descompuesta Luque trató de armar su embestida, desistió rápidamente y pitos sonoros se oyeron desde el tendido. Mató de dos pinchazos y luego un bajonazo. Todo aquello que sabíamos de él desde que era un becerrista hasta sus éxitos recientes en Sevilla, Santander, Madrid y Bilbao, se esfumó. Seguramente en la península dejó sus trazos, sus suertes, su valor y su destreza. Así no se le añorará. 

Volvía Mario Aguilar, cuya primera actuación había sido aceptable. Con “Conejo”, un novillín cárdeno, bragado, delantero al que se le dió una vara –suerte en desaparición ahora- debilucho el animal, le buscó Mario con ambas manos, pero el toro no se entregó y éste lo despachó con una entera casi en lo alto. Volvieron las esperanzas con el sexto, “Don Beto”, entrepelado, bragado, tocado del izquierdo. El torero venía por las palmas y el premio e instrumentó bellas chicuelinas, luego, ubicado en los medios le dio varios cambiados por la espalda y otros de pecho para rematar con el del desdén. Se acabó el frío por los aplausos. Por ambas manos le dio varios pases con la muleta abajo y la faena parecía venirse a menos cuando el animal desarrollaba sentido, pero él fue con muleta firme a recogerlo y todavía mostrar su voluntad con la pañosa hasta liquidarlo con un volapié en todo lo alto, que para algunos, incluyendo el generoso juez, justificaba una oreja. Como ocurre en estos casos, cuando las orejas se reciben en la segunda parte de la corrida, la gente, ingenuamente, sale hablando de una gran corrida, la que no lo fue, salvo por la revelación de Fermín Rivera. 

No se concluyen estas líneas sin señalar con todo gusto que cuando una actividad profesional se mide por casi cuatro décadas, marca un sello indeleble. Este es el caso del programa en el Canal 11, “Toros y Toreros” que dirige y conduce nuestro querido amigo Julio Téllez. A él va un abrazo por sus éxitos que la sola permanencia en las atribuladas pantallas televisivas mexicanas es ya una hazaña, pero lo que más vale sin duda, es el materal filmado, y por supuesto, las juiciosas observaciones que hace el Licenciado en Economía del IPN. ¡En horabuena!

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