miércoles, 15 de febrero de 2012

¡Que no contratan a Julián! / Por José Ramón Márquez

Sevilla

¡Que no contratan a Julián!

José Ramón Márquez

Madrid, 15/02/2012-¡Ay, Julián, que tiés padre! El pobre July, tan gran torero él, tan desinteresado, tan manso y pastueño, va por ahí como los desposeídos de la fortuna porque ni le llaman para Valencia, ni para Sevilla ni para Madrid. Así se escribe la historia. No sólo fue víctima de los robos constantes por parte de tantos y tantos presidentes venales que no se avinieron a darle las orejas, merecidas o no, por sus importantes faenas, sino que ahora se ponen frente a él los empresarios, sombrero de copa o cordobés, cadena de oro para el reloj, grandes bigotes, bastón con mango de plata. Los malditos empresarios no le llaman a July para sus ferias; a July, que llena las plazas donde va; a July, que lo único que quiere es recoger su cosecha de orejas; a July, que es un torero que no molesta, porque sus faenas ya son puro olvido mientras se están realizando. ¡Desagradecidos!

Y ahora ahí están todos, toditos, los rojos, los fachas, los que ni fú ni fa, por donde mires te los encuentras cantando, cada cual a su manera, la pena mora de que a July ni se le espera ni está en las primeras ferias del año. Por tierra, mar y aire las ondas herzianas, los bites de la Internet, los cíceros del papel prensa lloran la ausencia del pequeñín de Velilla, del hombre que trajo la Importancia a la Fiesta, la importancia de llamarse Julián.

Y los empresarios con su puro, su sombrero, su bigote y su parné haciéndole de menos al sucesor de Gallito –Gallito de Dos Hermanas, supongo- y renunciando a los dinerales que trae el pequeñín con los llenos que provoca su nombre en los carteles, con el revuelo mediático que se forma alrededor del robo de las orejas, con la tremolina que organiza allá donde se anuncia con su desparpajo y su poderío, demostrado siempre inexorablemente ante los toros a los que no hay que poder.

Yo creo que lo mejor que podía hacer July era dejar de lamentarse por boca de asno y pedirse públicamente la de Victorino en Valencia, la del Conde de la Maza en Sevilla, la de Cuadri en Madrid, para dejar en evidencia a esos malvados empresarios y para callar las bocas de sus detractores. Que haga un gesto por una vez en su vida que le justifique, ahora que el final de su carrera está próximo, y que se deje de monsergas, que los toreros, como los hombres, no deben andar con lloriqueos.
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