domingo, 8 de abril de 2012

Un minuto de silencio ¿uno? / Por Pedro Javier Cáceres

Estatua de Belmonte junto al Puente de Triana, en Sevilla, 
obra de Venancio Blanco, del año 1972.


Un minuto de silencio ¿uno?


Pedro Javier Cáceres

Paradojas de la vida: hoy se cumplen 50 años de la muerte de Juan Belmonte; hoy que es Domingo de Resurrección. El día taurino por tradición (más que el 15 de agosto donde lo popular se torna bulla).

Muerte y resurrección.

Como paso previo ambos calvarios -si nos atenemos al trágico óbito del "Pasmo de Triana"-.

Resurrección de la fe en Dios y en los hombres tras la incomprensión. Muerte voluntaria del inconformismo de envejecer cuerpo y mente sin testar suficientemente quien fue y que significó.

Jesús revolucionó el mundo. Juan la Tauromaquia.

El mensaje de Cristo (hijo de Dios) dotó de esperanza, valores y principios a la humanidad: "hay vida después de la muerte".

Juan le puso al toreo curvas, tal que una guitarra flamenca (tetas, cintura, caderas y culo, también). Cara y ojos: le dio ritmo y compás, argumentos. Subvirtió los cimientos: la armonía de los brazos ante la torpeza de las piernas. Alboreó el temple, pórtico de la lentitud para un mayor e intenso paladeo del arte sin desdeñar el dominio del hombre ante la fiera. Y alma. El toreo en cuerpo y alma: Belmonte

Del legado de Jesús resucitado han pasado siglos y, como no podría ser de otra forma, la cristiandad lo conmemora y lo celebra cada año, tal que hoy. Las efemérides de la vida, la resurrección de la carne.

Del toreo de Belmonte ¿qué queda?...de la torería menos.

Hoy se guardará un minuto de silencio en los cosos que celebran con toros su Domingo de Resurrección en el aniversario de la muerte de Belmonte ( ¿una vez cada cincuenta -incluso veinticinco- años?) por coincidir lustros y fecha, ambos, de forma cabal; quizá no por otra cosa. La estética de las ciencias antes que la ética del culto a los próceres.

Cuentan que Juan Belmonte no habría podido ser el gran inventor de la tauromaquia moderna sin encollerarse con Joselito y viceversa.

Se acuña, esa época, como la "edad de oro" del toreo.

En el año 1991 Juan Posada publicó un libro que debería ser "biblia" en Tauromaquia: "Belmonte el sueño de Joselito". Hoy, seguro, sus hojas amarillean, en fase sepia, en los estantes de multitud de bibliotecas caseras (y públicas).

A diferencia de Juan, a José (Joselito el Gallo) se le homenajea -un grado superior a recordar- cada 16 de mayo en cualquier plaza de toros.

Y si bien Juan se fue porque así lo decidió él, retirado de la pompa y el boato, el oropel y la lentejuela corneado en su sien por munición de Santa Bárbara, en segunda o tercera actividad y Joselito muere en "acto de servicio" por daga criminal a guisa de cuerno del toro "Bailaor", bueno sería que se les recordara y homenajeara parejos; como tal fue la herencia que ambos dos dejaron, si es que la de Juan no fue superior a la de José.

Los minutos de silencio en recuerdo de Belmonte, hoy, tufan a "políticamente correcto". Es el cincuenta aniversario de su muerte. ¿Y el año que viene? Sería la siguiente efeméride, pero sin "revival".

¿Porqué no instaurar ésta fecha, coincida o no cabalísticamente, en homenajear al "padre" del toreo?

En manos de sus hijos de la Tauromaquia está.

Pero también es claro que hoy estos -hijos, nietos, bisnietos y tataranietos- de la herencia solo quieren lo material, anteponiéndolo a lo espiritual. Y así está el toreo.

Me acuerdo, ahora, de ese patriarca acaudalado en el lecho de muerte -a punto de expirar- rodeado de hijos bien educados y posicionados por la lucha y esfuerzo del padre que discutían sobre si enterrarle con un pequeño botín como era su deseo.
Tras no pocas discusiones sobre la cantidad que le iba a acompañar en su último viaje, el más listo de la prole (en su generosidad sin límites) dijo: "echarle la VISA ORO y que gaste lo que quiera"... que bien merecido se lo tiene.

Un minuto de silencio en memoria de Juan Belmonte, hoy y siempre.
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