viernes, 18 de mayo de 2012

MADRID: 7ª de Feria: Márketing y glamour / Por José Ramón Márquez

Nieves Álvarez a la salida de la plaza
Mientras, un camión de Guardiola y otro de Bohórquez surcaban las carreteras de España
 en sustitución de la rechazada de Manolo González
(Los matadores dijeron que de Guardiola, nada, que aquí todo el mundo a menú de Domecq, 
y Dragó podría quedarse con la de Guardiola para una performance en la Carpe Diem)
 

Márketing y glamour


José Ramón Márquez

Corrida de gran expectación y primer lleno de la feria al amor de Manzanares, Dolls hijo de Dolls, con los cochinitos de Victoriano del Río. Corrida festivalera concebida al estilo de las carambolas de Fernando VII, con público bizcochón, con toros de encaste cerduno y con un torero en el que convergen la cultura, la moda y el buen gusto. En el palco, Manolo, que, al parecer, el CNI había informado de posibles conflictos de orden público y a fe que la información era buena, pues en la grada del 7 hubo un conato que fue cortado de raíz con la sola certeza de la censora mirada del presidente.

    En los burladeros del callejón, atestados de banda perfectamente desconocida en su mayoría, deberían sustituir esos letreros que hay en los que dice Empresa, Teléfono, Comunidad de Madrid, etcétera por uno genérico que pusiese ‘Gañote’. Me dicen que hoy volvió Gárgoris Dragó a tal localidad desde su Carpa Políglota Matritense para ser testigo de la tarde. Yo no le ví o no me fijé en él, porque ahora se viste con una americana azul. Se le veía mucho más cuando llevaba una camiseta negra con grandes letras blancas, todo narcisismo, en la que ponía ‘Yo soy Dragó’, pero ahora que maneja presupuesto me imagino que querrá pasar un poco desapercibido para huir de los que se le quieren arrimar al olisqueo de las pelas. A cuento de eso, es fama que ha invitado a Enrique Ponce a la Carpa, que ya que no viene a Las Ventas se conoce que no quieren que falte a la carpa. El de Chiva tiene fiada su carrera a la sapiencia y consejos del papá de Paloma y así le luce el pelo, y nunca mejor dicho, que a buena hora estando en manos del Patas iba él a ir de balde a la carpa, sabiendo que allí cobra hasta el meritorio. Bueno, pues en cualquier caso, Ponce regala de balde a la Carpa la presencia que hurta al ruedo y, al menos, eso servirá para decir que ése es el mejor ejemplo de la buena gestión de los dineros que se hace en la Acrópolis de la explanada.

    A los cochinitos de Victoriano les pasa un poco menos lo mismo que a sus primitos juampedreros de los últimos días. En realidad no sé qué le puede estar pasando al toro de Juan Pedro en manos de todos estos industriales enriquecidos, que los pobres se están travestiendo en Lisardos y Atanasios y parecen de todo menos juampedros. Los cochinitos que llamamos de Victoriano, en realidad pertenecen a la razón social Medianillos Ganadera SL, siempre han sido conocidos por la orondez de sus anatomías, sus cortos codillos, sus caritas armónicas con su cuellecito y todo para unirse al resto del cuerpecito y por su i griega grabada a fuego en el jamoncito derecho; pues los de hoy eran de patas más largas, degolladitos, de pitoncitos desafiantes, más larguitos, menos bolita de sebo. Lo único igual era lo de la i griega. Eso, y el comportamiento, que ya desde hoy a los cochinitos de Medianillos/Victoriano les podemos empezar a llamar las alimañitas de Victoriano, que de algún fondo de su DNA y, posiblemente como estertor final previo a la mansedumbre boyancona y al descaste mayúsculo de sus primitos de los días anteriores, sacaron su poquito de geniecito y su castita, que lo mismo se ponían a perseguir a los peones a la salida de los pares, que se volvían en la muleta de forma violenta, y que hubo uno que hasta  metió la cabeza bajo el peto y le dieron de lo lindo. En realidad lo que se esperaba de los Victorianos era que o se parasen o que embistiesen cuan carretones, y eso no pasó, por lo que el futuro de esta ganadería se vislumbra oscuro, ya que hay toreros y apoderados a los que el comportamiento de las alimañitas de esta tarde no les va a gustar nada y esos no pasan ni media.

    Para dar fin de los cochinitos transformados en alimañitas, Cenicientas de la cabaña brava, hicieron el paseo Sebastián Castella, José María Manzanares y Alejandro Talavante, con antigüedad de 2000, 2003 y 2006, respectivamente.

    A Castella se lo llevó por delante el toro en el inicio de su faena. Se puso de largo, el toro galopó hacia él y cuando llegó a donde estaba le pasó por encima como si te pones en las vías en Atocha cuando llega el Ave. Se llevó un trompazo morrocotudo que sin duda le produjo un pitonazo. Las gentes simpatizaron con él y le jalearon una faenita de rodeos, en la que ni el toro ni el torero se llegaban nunca a reunir. Nació generoso el aplauso para los consabidos derechazos templados en que el toro se va por allá, ofrendó a las bajas pasiones de cierto público el circular invertido y cobró una buena estocada ejecutada despacio. Para mí, la mejor estocada en lo que llevamos de feria. En su segundo, entre que el toro no se dejaba, que lo que el animal pedía era más mando y lo que el torero estaba dispuesto a dar era más pase, no se llegó al amistoso acuerdo que se presupone en la lidia de los cochinitos y puede decirse que la faena nunca empezó. La actuación del puntillero me hizo ver con claridad que de lo que más sabe la inmensa mayoría de los que se sientan en Las Ventas es del asunto del manejo de la puntilla. Ahí sí que nadie tiene duda de cuándo se hace mal y cuándo bien.

    Manzanares en su primero estuvo a punto de poner en marcha su tauromaquia de dar pases de alta costura, contando como se dijo antes con la entrega de la inmensa mayoría del público, pero el personal se fue enfriando con esas series de tan nulo compromiso, tan por fuera y tan al abuso de la composición a despecho del toreo, que no apareció por parte alguna. Como el toro no era lo inmensamente bobo y repetidor que se precisaba para culminar la obra, ésta fue perdiendo intensidad y la gente se fue enfriando. Lo mató en una nueva suerte que es a recibir metiendo una media estocada para en seguida volver a empujar el estoque hasta la gamuza, estocada a dos tiempos, diríamos. En su segundo el toro volvió a marcar el devenir de la faena, toro al que le costaba repetir, un poco avisado, encastadito. Hay un momento que retrata la disposición del torero cuando tras un buen natural, cuando el torero tiene que adelantar la pierna y citar para ligar el siguiente, hace un respingo, pero no la adelanta, entonces el toro se para y la faena se despeña. Faena de poco oficio y de menos valor que el torero remata con una estocada contraria tan rápida en su ejecución como eficaz en sus efectos.

    Talavante venía vestido con un luto propio de la Macarena, de catafalco y plata. Sus dos faenas principiaron de la misma forma, con dos del Celeste Imperio, ayudados por bajo, trincherilla y, en su segundo, además también un pase cambiado. Una cosa que se sale de lo normal, acostumbrados a que todas las faenas empiecen de la misma forma. Luego ya vino lo demás que, para quien haya visto torear a Talavante alguna vez, ya sabe lo que es, porque Talavante es el torero sin tauromaquia, que hace lo que ve o lo que le cuenta quien tenga cerca, torero muy imitador y con nula personalidad que siempre está amagando y, por lo que parece, jamás da.

    Hay que hacer un capítulo aparte para Curro Javier que, en un solo capotazo cuando bregaba al quinto para banderillas, dio una lección magistral de lo que es el toreo, de la forma en que se coge al toro, de como se le debe obligar en el lance, de la manera en que la capa lleva al animal por donde quiera el torero, de cómo se manda sobre el toro y se tira de él para dejarle colocado, todo a base de suavidad, todo a base de poder. La tauromaquia entera explicada en un solo lance. De esto, dos docenas de personas se enteraron.
***
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario