jueves, 3 de mayo de 2012

MADRID: Dos de Mayo, la corrida de Cornejo / Por José Ramón Márquez


¿Por qué se caen los toros?

Dos de Mayo, la corrida de Cornejo


José Ramón Márquez

Jueves 3 de mayo de 2012
Dice el cartel ‘Corrida Goyesca’, y uno corre a mirar las estampas de la tauromaquia del sordo de Fuendetodos, a ver qué es lo que eso querrá decir, y, claro, se encuentra uno con los inquietantes aguafuertes en los que se ve el desjarrete de la canalla con lanzas, medias lunas, banderillas y otras armas; el diestrísimo estudiante de Falces, embozado, burlando al toro con sus quiebros; el famoso Martincho poniendo banderillas al quiebro, volcando un toro en Madrid o matando temerariamente, sentado en una silla, en Zaragoza; la ligereza y atrevimiento de Juanito Arpiñani saltando con la garrocha en Madrid; la dramática muerte del alcalde de Torrejón en Madrid por un toro que alcanzó el tendido; la galanura del célebre picador Fernando del Toro obligando a la fiera con su garrocha; la actitud desafiante del toro fogueado o la elegancia de Pedro Romero matando a toro parado. Pues de todo eso que pintó Goya, en la llamada “Corrida Goyesca” no hay nada, porque “Corrida Goyesca” quiere decir una corrida como todas en la que los actores se han disfrazado en Cornejo con unos extraños vestidos multicolores que vaya usted a saber si se parecerán en algo a los de la época de Goya.
La cosa tiene su broma porque la formación de monos y la de areneros vestiditos de esa guisa siempre te lleva a recordar esos Belenes vivientes que se hacen por Navidad y por eso en estos paseíllos goyescos uno echa de menos que vayan también unas ovejitas, unas gallinas, un pavo y un grupo de lavanderas, que si se quiere ver la cosa por la parte goyesca, en el Manzanares se lavaba un montón de ropa en aquella época. Bueno, puestos a pedir, quedaría genial que Abella, a quien todos sus íntimos conocen como Abeya, se metiese al burladero del callejón vestido de Godoy, Príncipe de la Paz., de la misma guisa que lo retrató Goya con un papel en la mano, que bien podía ser el Pliego de Las Ventas.

 Qué más hubiésemos querido que esta corrida goyesca hubiese traído a Las Ventas ocho toros de don Juan Gijón, de Villarrubia de los Ojos del Guadiana, o del Raso del Portillo con su divisa blanca, o de don Vicente José Vázquez, de Utrera, o de los feroces toros jarameños ‘de media luna armados’; pero en su lugar, dada la conocida ausencia de auténticos toros goyescos, tuvimos una corrida de Los Bayones, con la de rimas chuscas a que da lugar esa denominación, que dicen los que saben que son atanasios y lisardos y uno se niega a creer que ni Atanasio ni Lisardo, que no pueden defenderse, aceptasen que sus nombres se relacionasen con el deplorable encierro que hoy hemos visto en Madrid.

Es posible que el primero, Gañita, número 29, hubiese oído algo de lo del alcalde de Torrejón porque se andaba muy cerca de los tableros como calculando si saltaba o no. Al final no saltó y en vez de desjarretarle y echarle los perros en plan goyesco, sacaron un pañuelo verde para que se volviese a la fresca oscuridad del chiquero a tener una muerte acorde a sus merecimientos. En su lugar salió un tío, que por las cosas misteriosas de los pesos y medidas venteños, tenía cuarenta y un kilos menos que su predecesor. Se llamaba el pavo Pantera II, número 1, de la ganadería de José Luis Iniesta, y permitió con su mansedumbre e incierta embestida que José Pedro Prados, matador de Fuenlabrada, demostrase sobradamente los argumentos que le han hecho mantenerse durante años como matador de toros. Le aplicó Fundi al tal Pantera II su tauromaquia de dominio y se fue haciendo con él hasta que después del sobo al que le sometió, el toro no era ni la sombra de lo que fue al salir. El recuerdo de Damaso González planeó en toda la faena en la que el torero no se descompone en ningún momento y está seguro de que va a resultar vencedor, a la antigua. En su segundo, que fue desarrollando un carácter cada vez más agrio, el fuenlabreño, que debía haberse quedado bastante conforme con su faena al primero, no quiso hacer el esfuerzo y se dedicó a vender la moto.

Si Sergio Aguilar hubiese intentado el salto de la garrocha o se hubiese embozado en el capote y hubiese intentado dar unos quiebros como el de Falces, al menos tendríamos algo que decir de él. Pero como desgraciadamente ni para, ni templa, ni manda, ni carga la suerte, la cosa se queda realmente muy pobre. Da la impresión de que está en una tremenda encrucijada.

Morenito de Aranda recibió un gran apoyo por parte del llamado ‘respetable’ El hombre presentó sus credenciales taurinas, que tienden hacia esa nebulosa llamada ‘toreo de arte’ para entendernos. Mientras veíamos al torero desarrollar sus faenas, algunos de los que estamos ya más que hartos de arte nos preguntábamos por qué este burgalés no aprovechaba la ocasión para mirarse en ese Fundi, lo cual le reportaría mayores satisfacciones que hacerlo en Leandro Marcos, como parece que apunta. Le cantarán por ahí, pero su actuación de hoy en Las Ventas deja muchas más incertidumbres que certezas.

Si Goya hubiese estado hoy en Las Ventas, al volver a la Quinta del Sordo habría tomado sin duda el buril para grabar un aguafuerte dedicado a Juan Carlos Aranda: “Arrojo de Aranda poniendo banderillas en la Plaza de Madrid”, podría haber sido el título, y todo el genio del aragonés no sería bastante como para mostrar en el grabado la majeza, la guapeza, la torería, el clasicismo, la sobriedad, el arrojo y el oficio de que hizo hoy gala en Las Ventas ese gran peón.
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