Matías Tejela con el bravo Torrestrella
UNA PENA
S.I.- Para unos y para otros ha sido una pena; para otros muchos ha sido una pena mayor.
Antolín Castro.-
Una pena, para empezar, el ver como diluviaba, caía el agua a jarros y la gente hacia pereza para entrar a sus localidades a sabiendas de que les iba a resultar difícil mantenerse con aquél aguacero. Finalmente la corrida tiró hacia delante con agua y con menos gente que ocuparían sus localidades para ver directamente el segundo de la tarde. Una pena, decimos, que caiga el diluvio a la hora justa de comenzar.
Una pena que quien podía, y creía, cortar una oreja se la haya dejado en el camino. Matías Tejela estuvo, inusual en él, entregadísimo desde que se abrió de capa en su primer enemigo que, a la postre, resultó de buenísima condición para hacer el toreo. Fue una pena que ese toreo apareciera con cuentagotas a pesar de su visible esfuerzo. Pero es que acostumbrado a torear en lejanías y hacía fuera, con la pierna retrasada, cambiarlo todo hoy en Madrid le resultó complicado. Hizo esfuerzos por salir del hábito pero lo consiguió, repito, pocas veces.
Aún así, la plaza animada tras del diluvio estaba con él y tras el espadazo fulminante le pidieron la oreja que el presidente no concedió al considerar insuficiente la petición. Una pena para todos los que la pidieron y una pena mayor para el madrileño que ya la veía en sus manos. En el otro solo vimos al Tejela anterior, el de siempre. Es decir, una pena.
Una pena es ver a Juan Bautista en el pico bajo de su carrera, pico al que acude casi una temporada si y otra no. Puede que solo haya sido esta tarde y en la próxima la cara que nos muestre sea la de torero con algo que decir, emergente. Si es así lo celebraremos, pero ha pasado hoy por la plaza, voluntarioso si se quiere pero con el ánimo triste que ya conocemos en el francés de otros baches. Una pena para él, para quienes en él confían y mucho más para los que soportaron el diluvio para estar presentes en su primera faena.
Una pena que El Payo no siga siendo novillero, cuando despertó el máximo interés en este mismo ruedo. A este mexicano si que era una pena verle deambular por la plaza, sin rumbo, sin ilusión, sin recursos, sin valor, sin nada. Duro sin duda para él ya que le toca hacer una autocrítica sincera. Si no puede estar delante del toro o tiene las sensaciones para superar los problemas, hoy casi ninguno, que le presentan los toros, es una pena pero debemos decirle que lo mismo necesita un descanso. Mejor planteado por sí mismo que impuesto por la falta de contratos.
Una pena que un encierro noble y que ha ofrecido en general opciones a sus matadores se haya ido con todas las orejas puestas. Los ‘torrestrellas’ en otras manos hoy habrían dado alegrías. Del encierro sobró el quinto, una pena, zancudo y escurrido que deslució el bonito encierro llegado a Las Ventas.
Pena también para quienes venden cervezas y refrescos, pues entre la lluvia y el frío que se apoderó de la tarde se hundió el negocio. Ya ven, con la cantidad de pena que hemos salido de la plaza todos. Toreros, ganadero y espectadores han debido salir más contentos, pero unos por una cosa y otros por otra, todos mojados y para casa. De verdad, una pena.
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“el nacimiento de la Fiesta coincide con el nacimiento de la nacionalidad española y con la lengua de Castilla……… asi pues, las corridas de toros…….. son una cosa tan nuestra, tan obligada por la naturaleza y la historia como el habla que hablamos.”. R. Pérez de Ayala
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