EL IMAM
DE TARRASA
"... Y, ¿por qué no denuncia el gremio periodístico que, a tenor de las leyes vigentes, y simplemente con sacarse un carnet de cineasta y comprar una videocámara, cualquiera puede dedicarse al proxenetismo sin recibir la consideración jurídica de chulo?..."
JOAQUÍN ALBAICÍN [1]
Altar Mayor nº 147, May-Jun 2012
Anda la prensa revolucionada con el caso del
imam que, en una mezquita de Cataluña, supuestamente alecciona sobre cómo inflingir
determinados correctivos más o menos violentos a las feligresas. No conozco al
señor en cuestión ni a nadie de su círculo, ni he puesto jamás los pies en su
templo ni –que recuerde- en ningún lugar próximo a Tarrasa. Tampoco soy un
erudito en preceptos coránicos, ni creo que los malos tratos sean de recibo. Lo
que me sume en la perplejidad es el asombro e indignación suscitados por sus
presuntas enseñanzas entre los profesionales de la comunicación y de los
derechos humanos. He llegado a leer no en uno, sino en varios medios, que, si
las mujeres habitualmente asistentes a sus sermones han declarado la inocencia
del imam, así como no sentirse ofendidas o amenazadas por sus discursos, sólo
se entiende porque sus maridos las habrán aleccionado para expresarse en ese
sentido, o porque su vivencia del día a día en un ambiente “cerrado” y “misógino”
las mantiene en una suerte de estado de abducción mental que las impide ser
“ellas mismas” y pensar como es debido.
Me quedo atónito, por cuanto tales
argumentaciones denotan un sensible desconocimiento de la realidad social del
país, impropio de profesionales de los medios. Porque, ¿alguien ha cursado
alguna denuncia contra la exhibición, en cadenas de televisión y salas de cine españolas,
de la película La duda? Sí, la de la
gran interpretación de Meryl Streep, esa en la que, al final, se invita al
espectador a meditar sobre si el cura homosexual y progresista que adiestra en
el sexo a un niño, con consentimiento de éste, no estará en realidad haciendo
un bien (¡!) al tierno y cariñoso muchachito y contribuyendo a su “normal”
integración en la sociedad (¡!). Que yo sepa, ni un solo periodista ha
comentado lo delicado y cuestionable de tal planteamiento, ni ha lanzado la voz
de alarma por detectar en el mismo una invitación a reconsiderar la ilicitud de
la pederastia, ni ha atribuido tan resbaladizo “final abierto” a lo “cerrado” e
“hipersexualizado” del mundo en que desarrollarían su trabajo los guionistas de
Hollywood.
Y, ¿por qué no denuncia el gremio
periodístico que, a tenor de las leyes vigentes, y simplemente con sacarse un
carnet de cineasta y comprar una videocámara, cualquiera puede dedicarse al
proxenetismo sin recibir la consideración jurídica de chulo? Lo cierto es que
desconozco el número de querellas presentadas por entidades feministas contra
las productoras de cine porno con motivo de las innumerables películas del
género que muestran, por ejemplo, cómo una mujer se va excitando más y más a
medida que la violación consumada contra ella sigue adelante… Parece no existir
ningún impedimento legal hacia la invitación al disfrute –ocular o práctico- de
una violación padecida con “consentimiento previo”. Y aún no he escuchado ni
leído, en ningún medio, que la aceptación de tan meritorios papeles por las damiselas
duchas en esos guiones deba ser atribuida a una abducción psíquica ejercida
sobre ellas por el ambiente “cerrado” y “antidemocrático” propio del mundo del
porno, o por las presiones de macarras reconvertidos en “realizadores” que,
gracias a un cóctel de hipnosis, libido, cocaína y euros, se adueñarían de su
voluntad.
Y,
sobre todo, los periodistas parecen olvidar que, en España, la ley no persigue
ni castiga conductas tan lesivas para la integridad corporal como las propias
del sadomasoquismo. En ellas toman parte un “amo” y un “esclavo”, palabras que,
en el diccionario, tienen –me parece- un significado muy preciso –y ciertamente
poco democrático- y que dejan bastante claro de qué va la cosa. Sé que estoy
simplificando, pero, más o menos es así: siempre que estés desnudo y des el
visto bueno, zurrar y que te zurren, humillar y que te humillen… es legal.
Las
revistas, películas y folletos a mayor gloria del sadomasoquismo se encuentran
al alcance de cualquiera que haya cumplido dieciocho años, sin que ningún
comunicador parezca reparar en lo dudosamente democrático de sus contenidos y
recomendaciones. Es más: todos hemos visto varias veces, en la televisión,
entrevistas con parejas sadomasoquistas. Las cadenas en cuestión no sólo pagaron
a “amo” y “esclavo” jugosísimos honorarios por su intervención, sino que los
periodistas encargados de la interviú les aplaudieron a rabiar antes de
proclamarlos ante su audiencia… ¡ejemplo de libertad y de ausencia de
prejuicios! A nadie se le ocurre referirse, en el plató, a la lamentable
“abducción” perpetrada por el “amo” sobre la persona del “esclavo”, ni sugerir que
éste viva encerrado en un microcosmos “autoritario” y “filo-fascista”.
Así que… No sé qué habrá dicho este imam en
sus sermones. ¿Cómo juzgar lo que no he escuchado? Pero sí he leído las
retorcidas argumentaciones de muchos periodistas. Y, señores míos… ¿No es la
ley igual para todos? Y, declaraciones como las que –no sé si con motivo o no- son
atribuidas al imam, ¿resulta razonable que levanten controversia en un país
cuya legislación se quita el sombrero ante “amos” y “esclavos”, y para la que
no parece existir ninguna objeción por que la sangre llegue al río, siempre que
la paliza se administre en pelota y con “previo consentimiento entre adultos”?
¿Resulta razonable encender polémica alguna en un país donde, sin cortapisa
legal de ninguna clase, son comercializadas infinidad de películas que muestran
a mujeres poseídas por una excitación y un goce aparentemente imparables a
medida que va siendo consumada su violación por uno o varios individuos?
Como las fotos no permiten cuestionar que el
imam sea mayor de edad, empiezo a sospechar que el problema, a lo mejor, resida
en que no predica desnudo, o engalanado con un tanga de látex y un látigo de
nueve colas. O en que no produce películas sobre lo placentero de la violación.
O en que no invita a replantearse lo educativa que puede llegar a ser la
pederastia. Quizá sea eso lo que indigne: el exceso de ropa.
[1] JOAQUÍN ALBAICÍN es
escritor, conferenciante y cronista de la vida artística, autor de –entre otras
obras- En pos del Sol: los gitanos en la
historia, el mito y la leyenda (Obelisco), La serpiente terrenal (Anagrama) y Diario de un paulista (El Europeo). Sus artículos de opinión pueden
leerse regularmente en el diario El
Imparcial (www.elimparcial.es).
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