viernes, 22 de junio de 2012

El interesante proyecto del nanotoro y su importancia para las orejas / José Ramón Márquez



Nanotoro

El interesante proyecto del nanotoro 

y su importancia para las orejas


José Ramón Márquez

En Madrid, en el callejón del Gato, callejón de Álvarez Gato, entre medias de los vidrios del bar de las patatas bravas, se encuentran los espejos que deforman la imagen y que a Valle le inspiraron el Esperpento. En uno de ellos, la imagen que el espejo te devuelve es la de una persona flaca y enjuta, alargada como un personaje de El Greco; en el otro, el espejo te devuelve una imagen en la que te transforma directamente en… Morante de la Puebla, que ese espejito mágico te pone fondón, de carrillos rubicundos y muslos ajamonados, y sólo le falta al espejo ponerte un chorreón de materia grasienta en el cabello para ser totalmente el espejito, espejito de la morantez,  y por ello nunca falta allí algún morantista, con su cámara de fotos, inmortalizándose con los atributos del ídolo.


Pocas alegrías les van quedando a los seguidores del fenómeno de La Puebla del Río, que no atiende como debe a su arte y a sus aletazos, volcado como está de cuerpo entero en un interesante proyecto de I+D+i orientado hacia la miniaturización del toro que precisa para la develación de sus arcanos, el nanotoro. A falta de otras emociones, además de la citada foto en el callejón del Gato, ya prácticamente sólo les va quedando a los fans el deporte del Tiro al Presidente, esa moderna modalidad reivindicativa de una sociedad avanzada que fue puesta de moda por el July y sus terminales mediáticos. En efecto, nos cuentan los habituales portales de propaganda seudo taurómaca que ayer en Alicante el malvado presidente se negó a entregarle a Morante una de esas orejas que tan preciadas son para la crítica y que entonces el Arbuckle de La Puebla, para censurar al usía su falta de tacto, le mostró de forma ostensible un par de gafas, como significando que el hombre las necesitaba para ver, entender y recompensar el inmarcesible arte que el Oliver Hardy de la Puebla había derramado sobre el coso alicantino.
La verdad es que este hombre debe llevar la furgoneta como el baúl de doña Concha Piquer, que entre sillas, gafas, tarros de esencias, yunques, fraguas y algún jamón que también llevará el hombre para ir matando el gusanillo, ahí no debe quedar sitio para los capotes y demás achiperres de seda o de percal que los demás toreros suelen llevar en sus autos.


Propongo que para evitar berrinches a estos toreros tan continuamente damnificados y a sus delicados propagandistas se conmine a los que presidan las corridas de ‘Especial Interés Orejero’ a sacar de seguido tres pañuelos blancos, uno para que salga el toro y dos para dar las orejas por anticipado, y así evitar que la realidad vaya a estropear la auténtica fiesta, porque por lo que se ve, lo importante de esto son las orejas, por si alguien no se había dado cuenta.

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