jueves, 7 de junio de 2012

LAS VENTAS: Festum pauperes. Alpha Scelerisque, nougat et aniseed balls* / Por José Ramón Márquez

Rastrillo de Beneficencia
(Sarculum Caritas)
Telemadrid



"...Al entrar y mirar la papela de Abella, a quien todos sus conocidos llaman Abeya, tuvimos una grata sorpresa al ver que los toros reseñados eran cuatro terribles alimañas de Cuvillo y dos encastados galafates de la fiera estirpe de Victoriano del Río, o sea dos yuntas del Cuvillo y una de Victoriano como para ararse la provincia de Palencia, que eso es ya en sí mismo un festín cultural, como si se pudiese tener el honor de echar la tarde con Jorge Luis Borges y María Kodama jugando al parchís..."

Festum pauperes.

Alpha Scelerisque, nougat et aniseed balls*

José Ramón Márquez

Susanita tiene un ratón,
un ratón chiquitín,
que come chocolate y turrón,
y bolitas de anís.

Miliki


He de confesar que había dicho a los amigos que no iría a la corrida de Beneficencia, siguiendo el ejemplo de don Javier, un gran aficionado nonagenario de la delantera de la Andanada, que ya hace un par de lustros que no viene por su localidad, y que siempre se perdía voluntariamente las de Beneficencia:

-En esa corrida la Plaza está llena de las entradas que regala la Diputación. Yo no voy.
-Pero don Javier, que viene César Rincón mano a mano con Ortega Cano y con los samueles...
-Como si vienen Manolete y Arruza. Yo a esa corrida no voy, que no me gusta el público.

Así, año tras año. Y a mí me dio por ponerme como aquel querido y anónimo maestro de aficionados, pero me vencieron dos cosas: tener la entrada en el bolsillo y no tener cosa mejor que hacer, así que en la compañía gratísima de Juan Palette me fui a la Plaza. Iba a haber puesto ‘a los toros’, incluso ‘los Toros’ como aquél, pero ya antes de entrar tenía la certeza de que ni con mayúscula la cosa sería como para sacar a saludar al mayoral, y no por nada, sino por el berrinche que se pillan los plumillas independientes a causa de los mayorales que saludan.

En realidad había una tercera razón para ir y es que estaba ansioso por compartir otro día de toros con don Fernando Bergamín y su Samsagaz, que hoy era ganadora la apuesta a que esos dos no se perdían una tarde tan eminentemente cultural, porque hoy estaban en los carteles Morante, Manzanares y Talavante, anunciados con los terroríficos toros de la esmerada vacada de Núñez del Cuvillo. Luego, al entrar y mirar la papela de Abella, a quien todos sus conocidos llaman Abeya, tuvimos una grata sorpresa al ver que los toros reseñados eran cuatro terribles alimañas de Cuvillo y dos encastados galafates de la fiera estirpe de Victoriano del Río, o sea dos yuntas del Cuvillo y una de Victoriano como para ararse la provincia de Palencia, que eso es ya en sí mismo un festín cultural, como si se pudiese tener el honor de echar la tarde con Jorge Luis Borges y María Kodama jugando al parchís. El acabóse.
Manzanares, como hombre de moda que es, venía vestido de azul con espumillón blanco y unos bordados como florones y traía un poco de aire levantino a ninot indultat. No es que el vestido llevase cabos blancos, sino un espumillón bien gordo de esos que se ponen en el arbolito de Navidad. El vestido era ideal para ir a la discoteca, para que con la luz azul que ponen, se viesen brillar en la oscuridad el espumillón y los dientes del torero. En eso es donde se ve a la legua que anda con gentes expertas en diseño que le aconsejan muy bien.

Morante venía de verde y oro, pero como el hombre está ya un poco fondón parecía un gusiluz gigante. Así, a primera vista, el de La Puebla se ha puesto muy muslero, vamos, que tiene los muslos muy fornidos, como los de El Espartero en una vieja estampa de Perea, y le vendría de perlas apuntarse a practicar el método Pilates, que moldea el cuerpo desarrollando los músculos internos para mantener el equilibrio corporal.

Talavante, de grana y oro, venía muy bien vestido, que siempre va muy bien vestido ese torero.
Horror, Terror y Pavor decían los antiguos de los Palha. Pues hoy, Mofa, Befa y Cachondeo, decimos los contemporáneos de la corridita que las eminencias veterinarias aprobaron para Madrid, que había un gigantón de Victoriano del Río, el cuarto, cuyo nombre no pondré aquí, que era como esos grandullones que no tienen una buena coordinación psicomotriz y cuando van en bicicleta no pueden tocar el timbre porque se aturullan. Tenían la corrida elegida desde febrero y ni habían elegido los toros para que pasase entera, ni mucho menos para traer seis toros que infundiesen un poco de respeto.
Y luego la cosa de los toreros, pues que cada cual la vea como le parezca. Yo, mirando al pobre Morante sólo veía el gusiluz con el pelo embadurnado de algo grasiento, pero había quienes entre medias de las dudas y de los telonazos del torero veían algo que les hacía exclamar ora ¡Bieeeennnn!, ora ¡Ole! Y así, entre oles y bienes, se fue pasando el tiempo, y cuando nos quisimos dar cuenta ya había matado el hombre sus dos toros y, en verdad, ni bien ni ole.

A continuación vino Manzanares, que se puso a lo suyo, y cualquiera que le haya visto torear después de la cogida de Alicante, que me parece que fue en 2007, ya sabe a lo que nos referimos, por más orejas de ésas que le vayan echando por esas plazas de Dios. Manzanares hace toreo light y se hincha a pegar pases a los becerros y eso hay gente a la que le gusta. Como hemos tenido la fortuna de haberle visto torear alguna vez muy bien, y hasta llegamos a pensar en un tiempo que él podría ser el Ungido, pues no nos parecen bien estas pantomimas que va montándose por esas Plazas, y a quien le gusten, que las aplauda si le da la gana.

Y para finalizar vino Talavante, que venía muy bien vestido, con vestido grana y oro, que dicen que es de mal fario, porque lo llevaba Manolo Granero, pero hay que decir que el hombre venía muy bien vestido, y que siempre suele ir muy bien vestido. Sin ir más lejos el otro día sacó un vestido de luto que era una preciosidad, catafalco y plata, y hoy con el de grana y oro, pues también muy bien vestido, que no le faltaba nada, con su taleguilla, su chaleco, su chaqueta y su camisa blanca, y con el corbatín verde, los tirantes, la faja a juego con el vestido y sus medias. Lo que se dice un tío bien vestido.

Y en el palco real había una Infanta de España.
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