Talavante, por la Puerta Grande,
por disposición, improvisación y valor
Juan Miguel Núñez
Madrid, 6 jun (EFE).- El diestro Alejandro Talavante ha salido a hombros hoy por la Puerta Grande de Las Ventas, justificándose como una verdadera figura del toreo por la reciedumbre de sus dos faenas, premiadas con sendas orejas y basadas en la disposición y la entereza, el temple y la hondura, la improvisación y la variedad.
FICHA DEL FESTEJO.- Cuatro toros de Núñez del Cuvillo y dos -tercero y cuarto- de Victoriano del Río, escasos de presencia y mansos los titulares; más cuajados aunque desiguales "los remiendos".
El mejor, el tercero, sin llegar a ser completo, fue aplaudido; el primero, de viaje corto, no aportó nada; soso y molesto el segundo; revoltosillo el cuarto, se quedaba debajo, como el quinto, que se volvía antes de arrancar; y el sexto, muy justo de todo, fue a más por lo fácil que se lo puso el torero.
José Antonio "Morante de la Puebla": estocada corta atravesadilla que escupe y descabello (silencio); y pinchazo y estocada casi entera (pitos).
José María Manzanares: estocada tendida y ligeramente desprendida (silencio); y estocada desprendida (silencio): Alejandro Talavante: estocada y descabello (oreja); y estocada (oreja).
En cuadrillas, Juan José Trujillo saludó en el quinto una ovación que no venía a cuento después de cerrar el tercio de banderillas con sólo medio par.
Presidió el festejo desde el Palco Real la infanta doña Elena de Borbón, que recibió el brindis de los tres toreros en sus respectivos primeros toros, y estuvo acompañada por la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, y la alcaldesa de Madrid, Ana Botella.
La plaza tuvo lleno de "no hay billetes" en tarde soleada y con ráfagas de viento que molestaron en el ruedo.
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TALAVANTE O LA DIFERENCIA ENTRE FIGURAS
Por actitud, Talavante marcó la diferencia en la corrida. También por ingenio. Talavante planteó su tarde con auténtica vocación de torero grande. Y así resultaron sus dos faenas, de mucha categoría.
Con diferente guión, pues cada toro fue de diferente manera en hechuras y comportamiento. Hubo, no obstante, algo muy característico en ambas: el valor. Pasarse los toros tan cerca siempre tiene eco, es la fórmula más clara para "llegar" al tendido.
Luego está "el alma" en la interpretación, que Talavante acertó a poner en cada lance y muletazo. El sentimiento del toreo para hacerlo arte. Y a todo esto, basándose en una impecable técnica, que en el caso de la que utilizó frente al sexto fue también infalible.
Rotundo Talavante desde que se hizo presente con el capote en el quinto por chicuelinas, en el quite ya que antes de ir al caballo el toro no tenía ninguna voluntad de embestir.
Con la muleta, la quietud y el valor. El muñecazo o golpe seco para enganchar de cerca la embestida y soltarla en el sitio justo para empezar el siguiente pase. Hubo una ligera interrupción en el toreo al natural por un par de enganchones, pues no fue toro que se entregara al cien por cien. Pero en general, lo fundamental, y por los dos pitones, tuvo unidad y armonía.
Una faena con muy buen argumento, refrendada con una estocada en la que entró el torero derecho como una vela aunque todavía necesitó de un golpe de verduguillo. Fue una oreja de ley.
Y tanto peso tuvo el trofeo también del sexto, toro que hizo dudar en la primera parte del trasteo, pues no terminaba de acompañar, yéndose suelto. Pero resurgió la esperanza cuando Talavante se anticipó en cada muletazo al siguiente.
La muleta siempre "puesta" en la cara del toro, que no veía otra salida que no fuera la huida hacía adelante. La colocación del torero, en el sitio justo donde había que atacar. Además de lentitud y parsimonia, sin brusquedades, para confiar al toro, que empezó a cambiar a bueno.
La importancia de hacer las cosas bien, con entrega y claridad de ideas. Las palmas echaban humo en el final de faena, con tres muletazos ligadísimos que incluye la talavantina de su invención, parecido al pase de las flores pero con la muleta completamente detrás del cuerpo, un cambio por delante y el de pecho. La locura, y esta vez el toro rodado tras la estocada. Otra oreja, y la Puerta Grande, a la gloria.
Los otros dos alternantes, "Morante" y Manzanares, desmotivados. El primero pretendió encandilar componiendo la figura en dos medios pases en el que abrió plaza, sin llegar a montar faena. Con el cuarto no quiso, escudándose en el viento, aunque tampoco llegó a elegir los terrenos adecuados, empeñado en torear donde más soplaba.
Manzanares tampoco se dio importancia en ninguno de su lote, perfilero en los cites. No tuvo toros propicios, aunque su principal hándicap fue su propio desánimo.
Por todo se notó más la diferencia de Talavante, verdadero figurón. / EFE
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