lunes, 3 de septiembre de 2012

La Cooperativa / Por Pedro Javier Cáceres



Pedro Javier Cáceres
Algo está pasando para tanto movimiento. Comenzó El Juli subvencionado de su pecunio el 50% del coste del boleto para favorecer la asistencia de jóvenes a las corridas de toros.
Inició en Huelva y luego prosiguió en aquellas plazas que lo ha creído conveniente.

A El Juli le han seguido otros matadores de toros y más de una empresa. Estas se afanan en crear abonos más asequibles de precio para todos los públicos. Todo apunta a que las iniciativas están teniendo su eco, aunque es pronto para valorar su incidencia.
Experiencias varias en cuanto a costo cero, o mínimo para el público, y horario adecuado en festejos de promoción de noveles desconocidos, con notable éxito de afluencia, no apuntan más que lo sabido pero voluntariamente ignorado: el lastre de La Fiesta , hoy, es principalmente el precio de las entradas...luego lo demás.

El descenso en número de festejos respecto del año "pico" no es más que un indicio que permite multitud de lecturas, partiendo de la base que esa referencia "pico" ya se catalogó en su día como inflacionista: "se ha pinchado la burbuja".

Posiblemente se esté en situación límite, pero más que alarmarse, que también, de esa drástica bajada en el consumo de toros, es más grave el riesgo de desaparición de estos en lugares, no ha mucho, emblemáticos.
No es catastrofismo, pero lo sucedido en estos días en Colmenar Viejo, Linares, Alcalá (por poner ejemplos muy recientes) puede tender a desapariciones de ferias, o reducirlas a un festejo testimonial (Segovia no hadado toros por San Pedro, El Escorial en San Lorenzo y por unas causas u otras tampoco Aranda de Duero. Ahora veamos que pasa con Jaén).

Hace unos años, cuando se barruntaban las crisis (todas) se acuñó como la solución la reducción de espectáculos en beneficio de la concentración de la "calidad" con el costo de dejar menos puestos para los emergentes y jóvenes estancándose el escalafón en el "sota, caballo, rey".

Tampoco parece ser la solución; no hay más que repasar carteles de figuras y aforos en lo que va de año.
Un ejemplo: Colmenar confeccionó una feria dentro de sus posibilidades "low cost" y ha sido una ruina; pero quizá menor que la del año pasado en que el mano a mano de Castella y Perera no llevó más gente.
Pueden ser hechos puntuales y de lugares que de forma paulatina hayan perdido su condición de "taurinos", pero el colectivo no debe dejar que mueran de inanición.

Este es el diagnóstico, frío, de los cosos españoles: algunos desaparecidos y clínicamente muertos, otros sedados, muchos en la UVI y la mayoría en precario. Otros con bombas de oxígeno, merced al abono cautivo, como la Feria de Otoño de Madrid. Veremos que pasa en Zaragoza. Las figuras, cada vez más agarradas al vicio, se plantean las temporadas, como mucho, hasta Logroño (¡y porque el propietario es Chopera!); asunto colateral que merecerá un análisis posterior.

Volviendo a la iniciativa de El Juli -seguida por otros matadores y empresarios- he vivido la experiencia de compulsarla con otras figuras, toreros de feria, ganaderos y empresarios que no han tenido por menos que elogiarla, pero como un punto de partida, insuficiente para atajar la sangría.

Talavante fue el más claro cuando le entrevisté en "Herrera en la Onda": bienvenidas todas las iniciativas personales pero esto es cuestión de todos. Los precios deben bajar de forma general (para todo público) y para ello los toreros cobrar en función de lo que generan.
Tal como está la situación, las palabras de Talavante serían un bálsamo si no fuera porque parece utopía.
En cualquier caso fijar el caché en función de los recursos generados sería una actuación posterior al festejo que no garantiza la rebaja previa del boleto, al menos en muchas plazas de esas a punto de extinción.

Pero ante la crisis empresarial, no hay quien quiera arriesgar un duro -lógico- y la inestabilidad del mercado en el sector que lleva a un conservadurismo razonable propiciando que la "pescadilla se muerda la cola" en círculo vicioso (anuncio figuras para intentar llevar más gente con el riesgo que ello conlleva, o me apaño con otros toreros, para intentar empatar) parece inviable que adecuar honorarios una vez sabida la taquilla propicie billetes más baratos.

Alguna vez lo he apuntado aquí sin saber muy bien si es posible o no.
Esas ferias y ruedos que necesitan urgente del rescate, y son multitud, no tienen más viabilidad que la "COOPERATIVA". Previo diagnóstico particular de cada lugar y sus circunstancias trazando un plan de viabilidad previo con un importante descenso de los precios.

Un consenso previo entre propiedad, el supuesto empresario- que sería más que nunca organizador-, los toreros -principalmente el G-10 o figuras que son los que tienen el tirón- y el ganadero - si es que le queda margen, porque lo cierto es que ha sido en los últimos años el sector más sacrificado-. Por supuesto las cuadrillas, sin perder sus derechos y condición de trabajadores por cuenta ajena, pero adecuándose a las circunstancias en convenios particulares, en estos casos excepcionales, con sus matadores.

Sería descabellado y grotesco, como alguno me acusará, proponer tal acción si no fuera por tener el "burladero" -contrastado- donde guarecerme que no es otro que las experiencias de otros sectores de la cultura aplicadas en esa dirección desde hace tiempo -cada vez las subvenciones son más escasas- y, si no con éxito, consiguiendo sobrevivir... hasta vengan tiempos mejores: estabilizar la profesión.

Incluso en "el toro" ha habido experiencias: el embrión de la Escuela de Tauromaquia de Madrid, surgió de una cooperativa ideada por, entre otros, Martín Arranz. Cierto que no iba en la dirección de asumir solidariamente la organización de festejos al rescate de plazas y ferias -que no gozan de ser especies protegidas por mucho BIC que se declaren los toros incluso en esas localidades- , pero el modelo económico, societario y de gestión no varía.

El sector (G-10, Mesa del Toro, etc.) ha dado un paso importante, en otra dirección pero igualmente ponderable. Válido como meta de salida pero asaz insuficiente como objetivo de llegada: la vuelta a las retransmisiones de las corridas en TVE.
Es de suponer que el próximo día 5 en Valladolid la plaza se llenará por lo civil o lo criminal para dar una imagen de musculatura -un día al año no hace daño- para luego volver a la cruda realidad.
Una mentira piadosa que alivia pero no cura. El problema es otro: La Fiesta no es sólo las grandes ferias (con su casuística de crisis también), tres tardes de JT y un festejo en TVE.

La Fiesta es mucho más. Es cosa de todos. Son tiempos de cooperación, sin reservas... ni complejos y necesita un rescate ¡ya!, con la dificultad que ni las administraciones, instituciones u otros ajenos van a acudir a tal.

Son las servidumbres de la endogamia y la Tauromaquia lo es por tradición y por principios: ¡dejadme solo!... es el lema.
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